Capítulo 1

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La vista es maravillosa. Caminaba tranquilamente por la orilla de la playa con mi hija de cinco años y mi hijo de la misma edad. Son mellizos. A ellos les gusta venir aquí y hacía mucho tiempo que no veníamos. He estado un poco ocupada con mis deberes como hija de los líderes de esta isla.

Miro hacia el horizonte. El mar parece infinito. Atado al astillero —por seguridad— hay un pequeño bote. El olor a salitre del mar inunda mis fosas nasales. Adoro ese olor. Levanto la mirada al cielo, hay un grupo de gaviotas volando juntas. No hay nubes, el cielo se encuentra despejado.

El sol está fuerte.

Así es, conciencia.

Vuelvo a mirar hacia abajo. Veo unas escasas olas convertirse en espuma al chocar con unas rocas cerca de la orilla. Ese sonido me llena de paz.

Una brisa me despeina un poco, moviendo mi pelo de tal manera que me cubre la cara. Con mis manos sostengo mi cabello para que no me moleste. Me dirijo hacia donde se halla el bote. Mis hijos, Roseanne y Dayker, me siguen.

Observo dentro y veo el equipo de pesca en el bote. Eso es perfecto porque ya mataría dos pájaros de un tiro: salir de paseo con mi niño y mi niña, además de pescar.

—¿Iremos de pesca hoy? —pregunta mi hija subiendo al bote con una nota de emoción en su voz.

—Exactamente, Rosa —le contesto con una sonrisa y toco, juguetona, la punta de su nariz.

Ella me muestra su bonita e inocente sonrisa de niña buena.

—Day, ¿me harías los honores? —cuestioné una vez que yo y él subimos al bote también y nos acomodamos.

—Por supuesto, mamá —me sonrió abiertamente.

Su sonrisa es encantadora, de caballero.

Él se levantó y con dedicación y destreza desató el bote del astillero como en veces anteriores. Lo he enseñado a hacer este tipo de cosas que para él son sencillas y según yo, él bote no está atado tan apretado al astillero, por lo tanto Dayker puede hacerlo.

Agarré los remos y partimos hacia el grandioso horizonte los tres juntos. Remé hasta cansarme y estar lo suficientemente alejados de la orilla. Coloqué la red de pesca en el agua y dejé que el tiempo hiciera lo suyo.

Adoro pasar tiempo con Rosa y Day.

Un buen rato pasó. Mi hija apoyando su mentón en el borde del bote, jugaba con el agua moviendo su mano de aquí para allá, aburrida. Mi hijo estaba atento a cualquier movimiento. Después de un tiempo, recogí la red y ya teníamos la cena de hoy ya que pesqué varios pescados.

De todos modos volví a tirar la red al agua. Es mejor siempre tener más, nunca se sabe.

***

—¿Estos quiénes son? —quise saber.

Analizaba al hombre y a la mujer frente a mí. Ambos estaban inconscientes, atados a una hoguera que pronto encenderían. Al parecer hoy tocaba cenar carne humana asada.

Mi padre, el líder, observaba a los intrusos que aún no me han dicho cómo llegaron a este lugar.

—No son de por aquí —contestó él, pensativo.

Eso ya lo he notado, papá.

Mi padre llevaba su ropa de piel de cordero puesta adornada con huesos de animales y creo que hasta algunos de humanos. En su cabeza llevaba el cráneo de un animal con cuernos y unido a este, más pieles de animales con algunas ramas pegadas. Utilizaba esto como máscara y algo que lo diferenciaba del resto de habitantes de la isla.

—Ezra, no deberías presenciar esto —mencionó mi madre, la esposa del líder.

—Mamá, ya soy mayor, incluso tengo hijos. No hay ningún problema en que esté presente —argumenté.

No tenía nada mejor que hacer. Mis hijos ya estaban dormidos en nuestra cabaña al ser de noche. La verdad no me parecía bonito y genial ver cómo quemaban a dos personas vivas, sólo quería quedarme porque de algún modo el hombre me resultaba muy conocido.

Mi mamá, Esther, sopló a través del cuerno, emitiendo un sonido que llamaba a los demás habitantes. Mi padre, Raymond, de un bofetón despertó al hombre que parece ser un año mayor que yo y a la mujer que se ve de mi edad. Luego él volvió a nuestra posición, a una distancia considerable del hombre y la mujer.

Ambos se despertaron. La chica cuando analizó los alrededores mostró un rostro de puro terror. El hombre la miró, aunque no con amor, más bien revisó que estaba viva. Me fijé más en ellos y noté anillos de compromiso. Están casados o eso parece.

Él desvió su mirada a mí. Mis ojos se encontraron con los suyos entre azul y grises.

Sé que lo conozco.

Pero es imposible, he vivido aquí toda mi vida y nunca he salido de este lugar.

Estoy segura de que lo he visto.

El hombre balbuceó algo que no entendí. Su mirada decía que me conocía y como si me hubiera esperado por tanto tiempo, algo que incluía confusión.

—¡¿Ara?! —pronunció el hombre. La chica enseguida lo miró y luego a mí, sorprendida y como si se sintiera amenazada por algo—. ¡¿Ara, eres tú?!

Me miraba a mí. Yo no me llamo Ara, mi nombre es Ezra Beck. Los habitantes de la isla se fueron acercando.

—¡Mi chica de los gatos! —gritó aquel hombre que parecía roto por dentro.

Me sentía asustada por alguna razón. Él se volvió loco. Comenzó a sacudirse e intentó soltarse pero no lo consiguió.

Demasiado alboroto para mi gusto.

Me fui acercando a él, dando pasos firmes con la curiosidad notoriamente reflejada en mi rostro. Él me sonrió. ¿Por qué parece que llorará?

—Soy Axel. ¿No me recuerdas? —sonaba desesperado—. Axel LeBern.

—¿A-Axel? —pronuncié. Él asintió—. Axel...

—Sí, el Máster Chef —comentó con emoción.

Me perdí en su mirada por un segundo y dije:

—Lo lamento, no te recuerdo.

De alguna manera el hombre se soltó. Corrió hacia mí y me dió un abrazo. Me apretó bastante.

Toda esta situación es muy dramática, Beck.

—Recuérdame, por favor, Ara. Te he extrañado tanto —su voz se rompió.

Aún seguía abrazándome.

Miré el rostro de la chica, dejándome llevar por el abrazo. Ella soltaba furia por los poros. No sé por qué estaba enojada. Yo no he hecho nada, ni siquiera conozco a este loco que me está abrazando sólo porque sí y ya. Sin embargo siento que no es así.

Mis instintos me dicen que lo conozco muy bien desde hace mucho tiempo. Por alguna extraña razón tiene cierto parecido con mis hijos. Parece como si tuvieran los mismos genes. Aunque, venga, vamos, no es posible que tengan los mismos genes.

—Mi nombre es Ezra Beck —proclamé con detenimiento y de un empujón aparté al loco frente a mí.

Billonaire [Parte 1 y 2] (Editando) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora