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Por aquellos días, cuando Chuuya estaba en secundaria, le gustaba dibujar, en realidad cualquier cosa relacionada al arte, por eso cada vez que tenía la oportunidad, dejaba volar su imaginación y se ponía a dibujar cualquier cosa.

En una ocasión, que estaba intentando estudiar en su escritorio, decidió dejarlo por un momento y empezó a bocetar algo en un libro que tenía especialmente para hacer sus dibujos.

- ¡Jajajaja! ¡Sí, entre! Mi hijo es el único en casa – escuchó decir a su padre fuera de su dormitorio, quien al parecer recién llegaba a casa acompañado de otra persona – ¡Espero que se convierta en la mitad del hombre que eres! – hablaba muy fuerte de manera animada.

- Jajaja ha bebido mucho, señor Nakahara – respondió la otra persona – La escuela secundaria es mucho más difícil de lo que cree.

- Chuuya, soy tu padre y aun así nunca sales a saludarme – su padre entró repentinamente a su dormitorio, por el tono de su voz Chuuya podía decir que estaba borracho.

- Y-yo solo estaba estudiando... - mintió nervioso, pero se olvidó de cerrar su libro de dibujos, y su padre se dio cuenta.

- ¡¿Estás perdiendo el tiempo en esos estúpidos dibujos de nuevo?! - su padre se exaltó y lo garró del hombro fuertemente.

- No padre...- Chuuya trató de cubrirse la cara con sus brazos esperando un posible golpe.

- ¡Pequeño bastardo marica! ¡¿Te llamas a ti mismo hombre?! – gritó aún más molesto – Debería romperte los deditos de niña que tienes, ¡Eso debería enseñarte una lección! – Levantó su mano con toda la intención de tirarle una cachetada a Chuuya.

- ¡Oh, señor Nakahara! – el hombre que lo había acompañado agarró su mano para detenerlo. Tenía el pelo oscuro, un poco largo, y unos ojos casi color vino, y tenía una sonrisa que a Chuuya le daba una mala sensación – Es el licor el que habla de nuevo – dijo tratando de calmarlo.

- ¡No Mori, este bastardo patético no merece tu compasión! – le dijo el padre de Chuuya – Se pasa todo el tiempo haciendo garabatos como un niño, ¡Igual que la inútil de su madre que lo abandonó!

- Vamos, señor Nakahara – insistió el hombre llamado Mori, sacándolo de la habitación – Tener una habilidad como esa puede ser útil para entrar en buenas universidades estos días.

- Nunca muestra su cara cuando su padre llega a casa – se quejó el señor Nakahara dejándose llevar por el otro hombre.

- Lo sé – le siguió la corriente - ¿Por qué no le das una charla cuando estés sobrio mañana? – antes de salir le guiñó el ojo a Chuuya, como diciéndole que no se preocupe porque él se encargaría de su padre.

El pelirrojo vio como ambos hombres salían de su habitación.

Pequeñas lágrimas empezaron a caer de sus ojos.

Estaba completamente asustado.

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Regresando al presente, Chuuya se encontraba en una cafetería lujosa.

Estaba sentado en una especie de sofá, porque en ese lugar no usaban sillas, ya que pensaban que los sofás eran más cómodos para sus clientes.

- Hola Chuuya – una persona le apretó el hombro desde atrás - ¿Cómo has estado?

- ¡Oh, es bueno verlo, señor Mori! – respondió el pelirrojo un poco exaltado por la sorpresa.

- Chuuya, te dije que solo me llames Mori, no señor Mori – dijo sonriéndole.

- Oh, está bien...- dijo el pelirrojo un poco incómodo.

FULL VOLUME || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora