24

688 40 79
                                    

Temporada nueva, portada nueva c:

.

.


Hace tres años, en una tranquila y nublada tarde, el paisaje se encontraba envuelto en una ligera neblina que difuminaba los contornos de la arquitectura circundante. Un vasto campus universitario se alzaba imponente, con sus edificios de ladrillo rojo y techos inclinados, contrastando con el cielo gris plomizo.

Dentro de uno de esos edificios, en la sala de escultura, un suave sonido marcó la entrada de alguien. Chuuya, con su uniforme de trabajo —una camiseta gris claro y un delantal negro—, se detuvo en su labor y levantó la mirada al escuchar una voz familiar.

—¡Hey, Chuuya! —saludó un joven que acababa de entrar, su rostro animado por una sonrisa amigable.

—Oh, hola —dijo el pelirrojo, dejando a un lado lo que estaba haciendo. Su tono era amistoso, aunque reflejaba una leve timidez.

—¿Has elegido tus asignaturas optativas para este semestre? —le preguntó su compañero.

—Uh, no, no lo hice... No necesito los créditos, por suerte —respondió Chuuya con una ligera sonrisa.

—¡Maldita sea! Cómo te atreves a tener buenos créditos —replicó su amigo, fingiendo estar fastidiado—. De todos modos, ¿estás haciendo juguetitos para esos niños otra vez? —preguntó mientras se inclinaba para observar mejor lo que Chuuya sostenía en sus manos. Sus ojos se fijaron en un pequeño gato de arcilla que el pelirrojo manipulaba con delicadeza, agitando suavemente para mostrar los detalles.

—Oh, sí —respondió Chuuya con una sonrisa tenue, concentrado en su labor.

—¿Niños? ¿Qué niños? —preguntó una compañera de clase que acababa de entrar en la habitación, con un tono de curiosidad y sorpresa.

—¿No lo sabías? Chuuya está yendo de voluntario últimamente. Ha hecho algunos juguetes para los niños de allí, ¡y les encantan! —explicó el joven, con un tono teñido de admiración.

—La última vez les hice serpientes de juguete, pero dijeron que preferían mamíferos como los tigres —comentó Chuuya con un toque de humor.

—Bueno, las serpientes son un poco asquerosas —dijo su amigo, haciendo una mueca.

—¿Por qué? Tienen unos hocicos muy bonitos —argumentó Chuuya, ligeramente divertido.

La conversación tomó un giro más práctico cuando el joven le preguntó qué planeaba hacer después con los pequeños juguetes de arcilla.

—Voy a moldearlos —contestó el pelirrojo, mirando con una sonrisa la bolsa frente a él, que contenía otros juguetes similares que ya había terminado.

.

.

.

El cielo, que antes solo amenazaba con nublarse, ahora se tornaba más oscuro, cargado de nubes pesadas que presagiaban una inminente tormenta.

—Parece que está a punto de llover —comentó Chuuya, observando el cielo. Sin más dilación, comenzó a caminar a paso rápido, casi corriendo—. Sí, ahí está, será mejor que corra.

De repente, su teléfono sonó, rompiendo el murmullo de la lluvia y el silencio que se cernía sobre el entorno. Con un gesto automático, el pelirrojo llevó la mano al bolsillo y contestó.

—¿Hola? —dijo mientras se colocaba el teléfono en la oreja—. Sí, soy Nakahara Chuuya... sí, él es mi padre. —La revelación lo golpeó como un rayo—. ¿Qué? —exclamó, su voz entrecortada por la sorpresa y el miedo que comenzaban a inundar su pecho.

FULL VOLUME || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora