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Dazai se encontraba frente a su computadora en su estudio, iluminado por la luz tenue de una lámpara de escritorio. Los dedos flotaban sobre el teclado, escribiendo y borrando constantemente, mientras su mente luchaba por encontrar las palabras precisas para la última parte de su manuscrito. Lo intentó una y otra vez, pero los versos parecían escaparse de su alcance, negándose a tomar forma definitiva.

Frustrado, dejó caer su cabeza hacia atrás sobre el respaldo de la silla, sintiendo el peso del agotamiento acumulado en sus hombros. Un suspiro profundo escapó de sus labios entreabiertos.

En ese preciso instante, un tono familiar indicó la llegada de un mensaje en su teléfono. Era Higuchi: "Hola, ¿Todo bien? ¿Lograste cumplir con el plazo?". Dazai se limitó a responder con un lacónico: "Buenos días, solo necesito agregar una cita en la introducción para terminarlo".

—Tengo mucha sed —murmuró, desviando la mirada hacia la pantalla de su computadora una vez más—. Tal vez debería prepararme un café.

"No, ya he bebido demasiado café", pensó con autorreproche. "Simplemente debo poner una maldita cita en la introducción. No es tan importante. ¿Debería escoger algo de un poema u otra cosa?"

Frunció el ceño, molesto consigo mismo por dejar que una simple frase le causara tantos problemas. "No, debería buscar algo con más significado. Necesito recordar por qué estoy escribiendo este trabajo. ¿Qué era lo que sentía mientras lo escribía?"

Absorto en sus pensamientos, desvió la mirada hacia la ventana. El atardecer teñía el cielo con una mezcla de azules y naranjas, colores que, sin pretenderlo, evocaron la figura de Chuuya en su mente. Se sumió en un silencio reflexivo que se prolongó durante varios minutos.

Finalmente, con determinación, volvió los ojos hacia la pantalla y comenzó a escribir la cita de la introducción.


'Entonces, esto es lo que llaman amor. Esto es lo que hace que la vida sea divina'.


Suspiró profundamente, consciente de que estaba exponiendo sus sentimientos más íntimos en esas palabras. Pero no tenía intención alguna de cambiarlas.

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En una mesa de un bullicioso bar, tres amigos compartían risas y cervezas, cuando uno de ellos, visiblemente molesto, llamó la atención del grupo.

—¿Qué pasa con esa cara de amargado, idiota? —preguntó Shibusawa, riendo mientras le daba una palmada en la espalda a Shirase.

El aludido, que mantenía la cabeza gacha y jugaba distraídamente con su bebida, soltó un suspiro.

—¡Quítate! —gruñó.

—Oh, ¿no te enteraste? —intervino Fyodor, divertido—. Estaba intentando ligar nuevamente con alguien en las duchas del gimnasio, pero lo rechazaron.

Las carcajadas estallaron alrededor de la mesa.

—¿El gimnasio que está por el cruce? —preguntó Shibusawa, levantando una ceja—. No me sorprende. En ese lugar son muy estrictos con eso, ¡qué tontos eres! —dio golpecitos al hombro de Shirase—. Entonces, ¿el chico estaba caliente o no? —inquirió, aún con la sonrisa en sus labios.

—¡Él tenía un pecho y trasero muy bien formados! —exclamó, haciendo gestos exagerados con las manos.

—¡Jajaja, demonios! —rio Shibusawa, pero luego calló repentinamente—. ¿Huh? ¿No es ese el chico con tetas que es una rata del gimnasio pero que todos dicen que se parece a ese "camboy"?

FULL VOLUME || SoukokuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora