FULL VOLUME || Soukoku

20

Ding.

¿No va a venir nadie?

Ding.

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Ding.

¡Agujero gratis para coger!

Ding.

¡El usuario Cateantonetti ha donado 100,000 coins!

Ding.

¿Alguien sabe dónde está?

"Tengo miedo. ¿Por qué me pasa esto a mí?", pensaba Chuuya, nervioso, mientras sentía las frías lágrimas recorrer su rostro. La noche era oscura y el aire denso; su respiración agitada resonaba en sus oídos. "El hecho de que el Señor Mori me esté monitoreando es extraño también". Cada lágrima que caía incrementaba su sensación de vulnerabilidad y temor.

Esto no era lo que había imaginado cuando aceptó la propuesta. Se encontraba atrapado, literalmente, en una situación que parecía sacada de sus peores pesadillas. El plan original parecía sencillo, pero ahora, con su cuerpo parcialmente expuesto y vulnerado, la realidad lo golpeaba con fuerza. "¿Qué pasa si un extraño realmente viene y abusa de mí? La posibilidad de ser arrestado por indecencia pública también me asusta. No quiero hacerlo con un desconocido... ¿Y si me contagian alguna enfermedad?". Sus pensamientos corrían a una velocidad vertiginosa.

De repente, un sonido en el bosque lo sacó de sus pensamientos. Algo se movía entre los árboles. Su cuerpo se tensó; el miedo le apretaba el pecho y su corazón latía tan fuerte que creía que cualquiera podría escucharlo.

"Estoy tan asustado. ¡Alguien, ayúdeme!", se tapó la boca con una mano para no soltar ni un sonido.

Entonces, lo vio. Alguien se acercaba. Una silueta conocida se perfilaba entre la penumbra. Su esperanza se encendió débilmente, mezclada con el miedo. La figura se definió ante sus ojos, y el alivio reemplazó al terror cuando reconoció al joven que había estado rondando sus pensamientos.

—¿Eh? ¿En serio estás atascado, no? —La voz de Dazai era una mezcla de sorpresa y curiosidad.

Chuuya levantó la vista con un sobresalto cuando el castaño se inclinó sobre él. La incredulidad y el alivio se mezclaban en sus ojos. Si hubieran sido otras circunstancias, habría apreciado más el hecho de que era la primera vez que veía al otro con el cabello amarrado en una coleta baja.

—¿C-cómo es que...? —balbuceó Chuuya, sin poder creer que justo él estuviera allí.

—Ah, este es mi camino usual cuando hago senderismo. Siempre pensé que este muro era inusual —respondió Dazai, con una sonrisa tranquila en sus labios.

Con un susurro, se acercó más, haciendo que sus rostros casi se tocaran.

—¿Chuuya? —su voz suave pero preocupada hizo eco en los oídos del pelirrojo.

Las lágrimas que había estado reteniendo finalmente comenzaron a deslizarse por sus mejillas, mezclándose con el sudor que ya cubría su rostro. Su cuerpo temblaba ligeramente, incapaz de contener el torrente de emociones que lo embargaba.

Sollozó, su voz se quebraba mientras las lágrimas caían sin control.

Dazai, con una expresión de compasión y ternura, alzó una mano y la pasó suavemente por la mejilla de Chuuya, limpiando las lágrimas con delicadeza.

—Estabas asustado, ¿verdad? —dijo en voz baja, con un tono lleno de comprensión y calidez.

Chuuya asintió débilmente, sus ojos encontraron consuelo en la presencia del castaño.