Diez.

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El reloj marcaba las horas mientras Catherine aguardaba en su habitación. La caja de la prueba de embarazo reposaba sobre la mesa como un pequeño cofre que contenía secretos que podían cambiarlo todo. La espera se volvía cada vez más tensa a medida que las manecillas del reloj avanzaban con inexorable lentitud.

La puerta de la casa de la familia Horner resonó con un suave golpe. Después se escucharon pasos por la escalera para llegar a su recámara. La cabeza de Catherine se giró, y su corazón latió más rápido al reconocer la figura que entraba.

Madelaine, amiga leal y confidente, cruzó el umbral con una mezcla de preocupación en sus ojos. Sus miradas se encontraron, y sin necesidad de palabras, Catherine entendió que no estaba sola en este momento crucial.

—¿Cómo estás, Cath? —preguntó Madelaine con suavidad, cerrando la puerta detrás de ella.

Catherine suspiró, incapaz de ocultar la ansiedad que la consumía. 

—No lo sé, Maddie. Esto es aterrador.

Madelaine se acercó y tomó las manos de Catherine con firmeza. 

—Estoy aquí para apoyarte en lo que sea que suceda. Vamos a pasar por esto juntas, ¿de acuerdo?

La puerta principal resonó de nuevo, indicando que sus padres no habían regresado aún. Era el momento perfecto para hacer la prueba sin interferencias.

—Catherine, no importa el resultado, recuerda que tienes personas a tu lado que te quieren y te apoyan. —Madelaine le ofreció una sonrisa reconfortante.

La joven asintió, y juntas se dirigieron al baño. El tiempo pareció ralentizarse mientras Catherine tomaba la prueba, con Madelaine esperando en silencio fuera de la puerta. El tic-tac del reloj resonaba en la habitación, cada segundo llevando consigo una mezcla de esperanza y temor.

Finalmente, el tiempo se agotó. Catherine salió del baño con la prueba en la mano, su rostro una mezcla de emociones indescriptibles.

—No lo he mirado todavía. —Catherine confesó, sintiendo el peso de la verdad contenida en aquel pequeño objeto.

Madelaine le dio un apoyo silencioso y juntas se sentaron en la cama. Catherine sostuvo la prueba entre sus manos, temiendo enfrentar la respuesta que yacía dentro de la caja.

—¿Puedes... revisarla por mí? No estoy segura de si podré manejarlo.

Madelaine aceptó la prueba con ternura y le dio una sonrisa tranquilizadora. —Claro, Cath. Estoy aquí para ti.

Se retiraron a la cama, donde Madelaine observó la pequeña ventana que revelaría el veredicto. Después de un momento de expectación, sus ojos se encontraron con los de Catherine, y su sonrisa se ensanchó.

—Es...

(...)

La mesa familiar estaba llena de risas y el bullicio típico de un domingo. Logan, sentado entre su madre y su hermana menor, disfrutaba de la comida preparada por su madre mientras compartían anécdotas y chistes.

—Logan, deberías considerar darnos nietos en algún momento. —La madre de Logan, con una sonrisa juguetona, lanzó la afirmación como quien no quiere la cosa mientras servía más comida en el plato de su hijo.

Logan levantó la mirada sorprendido, casi atragantándose con la comida. —¿Nietos? Mamá, todavía estoy intentando lidiar con la vida de adulto.

Kathy soltó una risa cálida. 

—Bueno, no digo ahora mismo, pero ya sabes, en el futuro. A tus hermanos les encantaría tener unos sobrinos.

La hermana de Logan, Emily, se unió a la conversación con una sonrisa. 

Kathy rió, y Emily asintió con entusiasmo. 

—Sí, sería increíble tener sobrinos. Sería la tía más genial, ¿verdad, Logan?

—Claro, Em, seguro que sí. —Logan sonrió, intentando seguir el tono ligero de la conversación.

De repente, la voz de su padre, Richard, se unió a la charla. 

—Bueno, yo también estaría encantado con unos nietos. Imaginen a unos pequeños Sargeant acompañándome a pescar.

Logan, con una risa, le miró con incredulidad. 

—¿Pescar, papá? Pensé que preferías las carreras.

Richard asintió con una sonrisa traviesa. 

—Las carreras son emocionantes, pero también necesito alguien que comparta mi amor por la pesca. ¿Qué dices, hijo?

—Imaginen, abuelo Richard llevando a los pequeños Sargeant a las carreras. —Kathy bromeó, visualizando un futuro lleno de risas y momentos familiares.

Logan negó con la cabeza, las bromas por su familia no le causaban más que sentirse apenado. ¿Y sí nunca podía lograr hacerlos sentir orgullosos de unos nietos?

(...)

El silencio pesado en la habitación se rompió con la noticia de Madelaine.

—Cath, la prueba es positiva.

El mundo de Catherine se tambaleó. Sus ojos se llenaron de incredulidad y terror, mientras la realidad de esas palabras la golpeaba como una ola implacable.

—No... —murmuró, más para sí misma que para Madelaine.

Madelaine, con una expresión comprensiva, se acercó y la abrazó. Catherine se sintió como si estuviera en caída libre, con nada a lo que aferrarse.

—Esto no puede estar pasando. —Catherine se apartó, las lágrimas deslizándose por sus mejillas. —Mi padre... él me odiaría si supiera que es de un piloto.

Madelaine le apretó el hombro con compasión, pero antes de que pudiera decir algo más, un suave crujido resonó en la puerta. Ambas se giraron abruptamente para ver la figura de Christian, el padre de Catherine, en el umbral.

Sus ojos se encontraron con los de su hija, captando la angustia en ellos. El tiempo pareció detenerse mientras una sombra de preocupación oscurecía el rostro de Christian.

—¿Catherine? ¿Madelaine? —preguntó con tono inquisitivo.

Catherine, paralizada por el miedo, luchó por encontrar las palabras. Madelaine, por su parte, intentó ocultar el paquete de la prueba de embarazo, pero era demasiado tarde. La verdad flotaba en el aire de manera palpable.

—Padre... —comenzó Catherine, pero las palabras se le atragantaron en la garganta.

Miss London & The American Boy. | Logan Sargeant.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora