III: Intruso

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A medida que las dos semanas comenzaban a completarse, el laberinto se hizo notar en el jardín. Los hombres contratados trabajaban sin descanso y los guardias mantenían la orden de vigilarlos hasta que el día finalizara. Harry no había vuelto a interactuar con el chico de parche, pero el que no hablaran no significaba que no lo mirara por las ventanas de las primeras salas como un pequeño búho curioso. Sabía que el chico, al igual que él, posaba sus ojos sobre su cuerpo cuando creía que no estaba pendiente. Su contemplación la percibía en su nuca desde lo lejos, fija y punzante. 

Cuando ocurría, una sensación extraña recorría su columna, como hormigas, provocando que sintiese la necesidad de girar su cabeza para mirarlo, pero por mucho que quisiese, lo evitaba, se tragaba las ganas de dar indicios de que algo pasaba en su interior cada vez que se topaban en el jardín, simplemente porque era un... hombre. Un hombre hijo de un reconocido rey.   

Apenas eran las cuatro de la tarde cuando Harry decidió que sería buena idea ir a dar una vuelta al bosque. Caminó por el pasillo con su diario en manos, teniendo consigo un ánimo excelente. Einar y Derrick lo siguieron de cerca, al igual que perritos susurrando una conversación sobre apuestas, al oírlos, Harry se detuvo a medio camino abruptamente y se giró hacia ellos.

—Puedo ir yo solo al bosque —anunció sin titubeos —. Vayan a dar una vuelta. Estaré bien. 

Einar y Derrick compartieron miradas.  

—No podemos dejarlo solo, príncipe.  

—Si pueden. Prácticamente el bosque es parte del castillo, no me pasará nada.  

—Pero su padre... 

—A él no le importo —soltó sin más, bajando la mirada a su diario, donde unas pequeñas letras doradas se leían: "Diario" —. No los quiero conmigo ahora.  

Dio media vuelta y continuó su camino. Los gemelos quisieron avanzar, pero concluyeron que sería buena idea obedecer a sus órdenes.  

Harry bajó las escaleras principales y cruzó el gran salón real, con el rostro hundido en sus notas sobre el insecto que había visto entre las hojas húmedas hace días atrás. Los guardias de la puerta al verlo aparecer de la nada y sin mirarlos, le abrieron la puerta en cuanto se acercó. Harry les agradeció fugazmente y siguió caminando por el corredor de cerámica azul, cruzando escultura tras escultura blanca bien detalladas mientras a su lado se escuchaba la tierra volar por las excavaciones.  

Esperó sentir lo de hace días en su espalda, pero a su sorpresa nada atacó. Frunció el ceño, confundido, y miró a la construcción del laberinto. Algunos de los trabajadores lo miraron, otros lo saludaron, hasta que su cuerpo rápidamente tropezó con otro. Cayó tan fácil de costado como si fuera una pluma, mientras todo a su alrededor se sacudía. El diario voló por los aires junto a sus notas y dejó ir un siseo por su boca al mirar sus manos manchadas por la constante tierra de la orilla del suelo. 

—Maldición —escuchó decir a su atacante. 

No quiso mirar, pero vio por el rabillo del ojo que una mano se acercaba a él rápidamente, por instinto, se cubrió la cabeza y esperó a que el golpe llegara a su cuerpo, pero ningún manotazo azotó su rostro, más que el rumor de unas rodillas tocando la cerámica y la respiración pesada de alguien haciéndose presente frente a él.  

—¿Príncipe? —alzó la vista de golpe y quedó congelado al ver que el chico de un ojo azul lo estaba mirando casi al borde de la risa. Sus mejillas irremediablemente se tornaron rojas al ver que estaban cerca, pudiendo sentir un sutil aroma del perfume varonil del chico en su nariz. Tragó grueso, mientras escuchaba a los guardias correr hacia él —. Lo lamento tanto, déjeme ayudarlo —lo vio extender su mano otra vez, enseñando sin problema sus dedos sucios. Harry frunció los labios, alzando la suya con cierta indecisión de aceptarla, pero entonces recordó sus apuntes y el diario. Su corazón dio un vuelco al segundo, ignoró la mano y comenzó a buscarlo. Odiaba que otros leyeran o vieran lo que anotaba: Puras tonterías. Louis se alejó un poco, justo cuando varios guardias llegaron y los rodearon.  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora