XLII: La verdad

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Los ojos de Enzo se cargaron en lágrimas que pronto se deslizaron por sus mejillas al ver a Harry junto a los príncipes. Se largó a llorar mientras sus manos yacían sobre su cabeza y su pálido y delgado torso estaba expuesto. Philip estrechó sus ojos con molestia al verlo y, sin medir u observar con atención que era lo que realmente sucedía en la habitación, caminó hasta él. Le brindó un súbito golpe en su mejilla derecha, sacándole sangre por el labio. Enzo jadeó, llevó su propia mano donde el dolor empezó a acentuarse, cerrando los ojos. 

 

—¡Ayer no le quitaste los ojos de encima a Harry y ahora vienes a revolcarte con mi madre!

 

Enzo sollozó. 

 

—Philip... el señor Enzo no tiene la culpa, yo lo obligué —La voz de su madre voló entre ellos en un susurro frágil y a la vez pesado. Philip cerró los ojos y exhaló el aire de sus pulmones hacia el techo, sin embargo, una nueva oleada de molestia arrasó en la habitación —. Por favor cariño, déjalo en p...

 

—¡Silencio madre! —bramó, al borde de explotar por completo. Katia y los demás dieron un brinco.

 

Harry no pudo gesticular una palabra o hacer algo cuando vio el rostro lleno de ira de Philip, sus ojos llenos de lágrimas gélidas. Se sentía inútil, su cuerpo no reaccionaba. Intentaba, por los dioses que lo hacía, necesitaba ir y defender a su hermano, pero ninguna parte de su cuerpo parecía estar despierto para cooperar.

 

Philip le dijo a Enzo que bajara y se fuera del castillo. El hombre, echando una última mirada hacia Harry cargada de arrepentimiento, salió corriendo con el rabo entre las piernas. Harry desvió la mirada, recordando lo ocurrido durante la noche, nunca olvidaría lo que le hizo. 

 

—Sebastian, baje el arma —continuó diciendo Philip. Todos lo vieron acercarse al mayordomo, pero este negó frenéticamente, el arma temblaba en sus manos.

 

 

—¡El rey mató a mi hija! —exclamó con desespero. Katia bajó sus manos y avanzó a él, sollozando asustada. 

 

—Sebastian, mi esposo no la asesinó. Por favor, baje el arma.

 

—¡Suba las manos o asesinaré a todos! —La reina lo hizo, pasando la vista de Philip a Erik. Harry jamás la había visto tan asustada como ahora —¡Él la mató desde que empezó a tocarla dos años atrás!  

 

—¿Sebastian? —Philip caminó hasta él, un incómodo silencio se cernió en la habitación, espeso —¿De qué está hablando? 

 

Sebastian no dejó de apuntar a la reina con la pistola, miró con malestar a Philip y luego a Harry, quien bajó la mirada al recordar que lo encontró con Louis en la cama. Se veía en el viejo rostro del hombre que todo lo que mantenía oculto en su interior ahora estaba luchando por salir, explotar, lograr lanzar las espinas que estuvieron astilladas en su garganta por tanto tiempo. 

 

—Lamento que haya tenido que nacer en semejante familia... Philip, porque lo que le diré ahora no le gustará. Y si lo sabe, podrá ver en mi rostro el dolor que le provoca a un padre ver a su hija en peligro —Philip respiró hondo, preparándose para lo que Sebastian tenía por decir. —El rey Alastor abusaba de una niña de trece años.

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora