VIII: El medico

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El retorno a pesar de ser frio y temeroso, no había sido tan mortificante a sorpresa de Harry. La mano del jardinero le proporcionó la seguridad suficiente como para que un ataque de claustrofobia no le hiciera morir de vergüenza en el trayecto. A medida que ambos veían la salida del bosque y reconocían el jardín del castillo, un incómodo silencio comenzó a generarse. Harry notó su corazón latir deprisa, la idea de despedirse lo ponía nervioso.  

El jardinero caminaba con rapidez frente a él, le indicaba en donde pisar y con su mano sostenía algunas ramas para que no siguiera hiriéndose o rodeaba su cintura cuando el pie le dolía mucho al pisar; intentaba menguar su dolor ayudándolo a caminar. Su voz era suave y a la vez rasposa, y aunque el parche le decía constantemente que debería mantenerse despectivo ante su persona, el hecho de tener a alguien que lo ayudase por primera vez, le provocaba querer sonreír y no dejar de cautivarse por su fino rostro. El cuello alto del jardinero le daba un toque elegante, mientras que su vestimenta lo hacía ver misterioso. Harry se imaginó miles de escenarios en su retorno, desde que el jardinero era un héroe que lo rescataba de alguien malvado, a que es su príncipe azul que lo rescataba de un dragón.  

Sus mejillas se colorearon cuando lo pensó y fue mucho más cuando el jardinero se detuvo de golpe y él se estrelló contra su espalda al estar perdido en sus reflexiones. Aferró en seguida su mano a la cintura de él y su nariz se perdió entre los hombros anchos. El aroma a sándalo le embriagó el paladar.  

—D-disculpe —susurró con timidez. El chico se giró, ambos quedando frente a frente. —, ¿ocurrió algo que lo haya inquietado?  

—No, pero no puedo ir con usted hasta la entrada del castillo, creerán que fue culpa mía que usted se perdiera —Harry quiso alzar su mano y rodear su mejilla hundida para apaciguar el ceño contraído que cargaba, pero tuvo que empuñarla para mantenerse calmado y no verse como idiota.  

—¿Qué? Eso es absurdo, usted me ha ayudado. 

—Lo sé, pero ambos vimos cómo sus guardias reaccionaron cuando quise ayudarlo a ponerse en pie en el pasillo de las esculturas —Harry mordió su mejilla interna y bajó la mirada, asintiendo lentamente. —. No sé si alguien más lo estará buscando, pero lo dejaré en el sauce, ¿cree que pueda caminar sin problemas hasta la entrada?  

—Si, si podré. ¿Dónde irá usted? 

Una sonrisa decoró el rostro del chico, quien sin responder comenzó a girarse poco a poco. Era tan reservado, que hacía que quisiera seguirlo y seguirlo hasta conocer su más profundo secreto.  

—No se preocupe por mí. Estaré bien. 

—Entonces, ¿cómo puedo pagarle esto?  

Otra sonrisa, pero ninguna respuesta. Al salir del bosque el cielo nocturno volvió a aparecer, esta vez sin las hojas de los árboles debajo de él. El chico se detuvo al llegar al sauce.  

—Hasta aquí llego yo, príncipe —dijo. Harry lo miró con pesar.  

—N-no... espere. Dígame como puedo recompensarle esto. Dejó de trabajar para ir a buscarme, a mí, un príncipe desheredado que nadie quiere —El jardinero lo escuchó atento, negando con la cabeza. —. No soy alguien importante como Philip, o como mi madre... yo...  

—A todo lo que dijo, debo decir que es una completa mentira. —interrumpió secamente. Harry abrió los ojos, sorprendido —. Usted es tan importante como todos sus hermanos y no hay necesidad de que recompense esta ayuda que le di.

—Es muy cortes de su parte, pero... no podré dormir si sé que cruzó todo el bosque por... mí. —El jardinero rio por lo bajo, el viento sacudió su cabello junto a las lianas desnudas del sauce. Harry mordió su labio inferior —. Por favor, déjeme pagarle.

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora