XIX: Las cartas escondidas

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El fuego afiebraba las mejillas de Harry. Sus ojos cristalinos absorbían el calor y luz de las llamas sin piedad mientras el silencio prevalencia en aquel pequeño salón del castillo, decorado con velas que débilmente se derretían. Harry cubrió sus ojos con una mano para soportar las lágrimas que querían seguir cayendo y acarició su pierna en consuelo. La vergüenza de haberse dejado llevar seguía reviviéndose detrás de sus parpados, su propia voz diciendo algo tan certero, como también imprudente, lo estaba torturando.  

<<Yo puedo cuidarte.>>

No, apenas cuidaba de sí mismo. Haber pronunciado aquellas palabras fue como acariciar la muerte, era claro que Louis no estaba interesado en alguien tan ingenuo como él, que no podía ofrecerle nada más que miedos y llantos. Miró a la ventana mientras apoyaba su mentón en su mano, la nieve seguía y seguía cayendo. Suave, tímida, mágica. En estos momentos si pudiera pedir un deseo no sería más que ser un copo de nieve, para caer y derretirse bajo el sol. Al menos dejaría de sufrir por cosas que no merecían la pena.  

Suspiró y volvió a ver el fuego, cuando una vez más, el sutil tarareo de Louis recobró vida en sus oídos. Harry en el fondo de su ser intuía que todo se trataba de una máscara. Louis tenía un escudo filoso y venenoso sobre su cuerpo para que gente como él, rota e incentivada, lo ayudara a sanar. Cerró los ojos al reconocer su propia faceta, aquella donde deseaba cuidar de los demás como nadie lo hizo con él. Cuidar de Erik, de Philip, incluso de su padre, de todos que mostraban rudeza, cuando en el fondo eran una flor marchita, lo volvían loco.

Sin advertir su presencia y, aun llorando el silencio, escuchó pasos ajenos detrás de él. Asomó el rostro por un lado de la silla tapizada en flores y frunció el ceño al divisar a Philip tomando asiento frente a una de las mesas decorativas en una esquina del salón. Observó que en sus manos llevaba dos cartas y que su rostro era de confusión mientras las analizaba.  

Guardó silencio.  

Philip leyó los dos lados del papel, acarició las letras con su dedo pulgar y la lanzó a la mesa, luego prosiguió con la siguiente, el mismo semblante escrutador gobernó en él. Parecía que las cartas le estuvieran contando un secreto por como dudó en abrirlas y las lanzó a la mesa. Philip cerró los ojos y pasó sus dedos por sus cejas, agotado.  Harry regresó la vista a la nieve afuera de la ventana y se preguntó dónde estaba Louis, pero dado el momento de hace unas horas, poco le importaba su ubicación ahora. Suspiró y se levantó, Philip hizo lo mismo al escucharlo, altivo.  

—¿Hace cuanto estas aquí? —Fue lo primero que le dijo, en un tono de voz agrio. Harry se encogió en sí mismo. —¿Acaso me estas siguiendo?  

Harry negó frenéticamente.  

—No, estoy aquí desde la cena —Echó un rápido vistazo a las cartas que se encontraban en la mesa para luego volver su vista a su hermano mayor. —¿Qué tienes ahí? —Philip miró a la mesa y volvió a sentarse, se encogió de hombros.  

—Nada de tu incumbencia. —Lo miró de reojo, Harry asintió para sí mismo, familiarizado con la actitud arisca. Philip al ver su postura sumisa rodó los ojos —. No lo sé la verdad.  

Harry lo quedó viendo, Philip movió su cabeza en dirección a la mesa para que se acercase. Quiso sonreír, pero se la tragó, por ningún motivo rompería aquel breve momento donde Philip lo hacía participe de algo. Avanzó dubitativo a él y leyó fugazmente uno de los sobres de la mesa, el nombre "Frederick T." estaba escrito en una prolija caligrafía. Frunció el ceño y la tomó, aquel nombre le resultaba familiar. Demasiado para su gusto.  

Philip volvió a pasar la mano por su rostro en muestra de cansancio.  

—Las tomé del despacho de nuestro padre. Estaban bajo llave, por lo que pueden ser importantes.  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora