XXVII: Arrastrame a tu abismo

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Tras días de conversación, Harry se vio en la difícil tarea de quitar la mirada del perfil de Louis mientras planeaban el saboteo a su padre en el cumpleaños de Donna.

Los dos llevaban casi dos horas en la biblioteca, repasando cada detalle de como Alastor llegó a atacar a Céline para dar justo en el blanco y no fallar cuando arremetieran contra él. Sin embargo, Louis sin querer se sumergió en las cartas que Philip había guardado y que Harry le dispuso, mientras estaba atento a cualquier reacción molesta, triste o llorosa que pudiera tener, a su sorpresa, lo único que hizo Louis fue sonreír con nostalgia y oler el papel, buscando en él un poco de la madre que se le fue arrebatada.  

Harry bajó la mirada a sus manos y frunció los labios ante su acción. Louis dejó la carta de su madre y padre a un lado sin ánimos de separar los labios para hablar. El corazón le había dolido. Saber que su madre hizo todo lo posible por darle una mejor vida, aunque eso la conllevara a pedir amparo a un hombre que no tenía decencia ni capacidad de diferenciar lo bueno y malo, lo obligó a tomarle la mano a Harry para no regresar a aquellos mordaces pensamientos que tenía cuando se enojaba. Donde Alastor se arrodillaba ante él para pedir piedad. Respiró hondo, los dedos de Harry acariciaron los suyos en consuelo. Apoyó su mejilla en su mano y descansó su cabeza ahí. Su semblante cambió abruptamente a cansado y triste.  

—¿Estás bien? — Louis negó lentamente, inhalando profundo. Costaba quedarse sentado y no explotar frente al príncipe. La costumbre de gritarle a cualquiera que estuviera ante él ahora comenzaba a pelear con su raciocinio. Harry había visto mucho como para que lo viera otra vez a él perder la cordura. Pasó saliva, se había puesto la meta de cambiar, de ser... mejor. 

—Es difícil estarlo cuando me acabo de enterar que mi madre sacrificó todo para darme seguridad. No recuerdo ni la mitad de las cosas que viví aquí de niño, pero sé muy bien el cansancio que ella tenía en su rostro —le soltó la mano y se enderezó en el asiento para ver el fuego. Harry no apartó la mirada de él —. No puedo dejar esto así Harry. Su muerte no pudo ser en vano. Peleó por mí y Erik, y al final tu padre la mató en vez de echarla.  

—Lo sé... 

—No, no lo haces — Louis lo miró intensamente, al borde de pasar la línea. Harry a veces era demasiado estúpido y se cegaba a propósito. Su familia era una mentira, todos allí no pensaban en nadie más que en sí mismos —. No puedo sabotear el cumpleaños de esa tal Donna y luego irme como si nada a Terian contigo. No puedo soltar la verdad como si se tratara de una canción o un agradecimiento y luego vivir mi vida completamente feliz.  

—¿Y qué planeas hacer entonces? —Harry volvió a tomarle la mano, Louis quedó viendo sus dedos entrelazados. La breve racha de malestar fue apagándose —. Por favor, no me apartes. La vida y salud de una niña está en juego ahora. Mi padre merece lo que sea que quieras hacer, y yo no te lo impediré.  

—¿Aunque quiera matarlo?  

Harry hizo una mueca, calló unos segundos, pero terminó levantándose para alejarse de él. Fue suficiente para que Louis comprendiera que por mucho que lo intentase, cambiar el buen corazón del príncipe sería difícil. Harry avanzó hacia las escaleras, no le agradaba la idea de que Louis ensuciara sus manos con la sangre de un rey otra vez. Era demasiado peligroso, y su vida tranquila bajo las sombras acabaría en menos de un parpadeo. La decisión que debía tomar era demasiado grande, sus cuestionamientos y todo en lo que creyó bueno alguna vez ahora se desmoronaba ante sus ojos. ¿Sería la solución asesinar a su padre? No lo creía, él no era quien, para decidir por el destino de un ser humano, mucho menos del hombre que le dio la vida. Louis erraba y él se encargaría de abrirle los ojos para que reconsiderara todo este embrollo. Al detenerse junto a los peldaños, Louis ya estaba a su lado esperando una respuesta.  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora