XXXVIII: Lamento en la colina

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El alcohol y un hombre obsesivo no es una buena combinación. Harry pudo darse cuenta de esto cuando el señor Enzo tomó asiento frente a él ya subido de copas. Halagó su aspecto hasta que sus oídos parecieron explotar, diciendo una y mil veces que su manera de hablar era delicada y bella, que le recordaba al sonido de las aves que cantaban en su ventana cuando vivía en Trapskia; que sus labios eran dos pétalos de rosa, sus ojos dos esmeraldas y que su piel era como el alba. En vez de agradecerle y sonrojarse como habría sido con Louis, Harry se levantó de golpe de la mesa y se fue. Dando pasos firmes y abrumados fuera del salón. Más de un invitado lo quedó viendo con confusión, el príncipe menor jamás había sido alguien agresivo y grosero frente a otra o más personas. A su mala suerte, Enzo lo siguió, como un mosquito que solo quería chupar su sangre, agobiándolo. 

Mientras cruzaba el gran salón después de beber su copa de vino bajo una tristeza descomunal, le pidió permiso a los invitados que le dieran el paso. Enzo logró tomar su mano e impedirle continuar frente a todos. Harry quedó quieto, sus ojos lo fulminaron asesinamente debajo del antifaz rojo y blanco. Era una mirada nueva, sombría, pero Enzo solo parecía cautivado. 

—Se lo pediré de buena forma —comenzó a decir entre dientes mientras Enzo hacia círculos con su dedo pulgar en su piel —. Suélteme ahora por favor.

Enzo se acercó a su oreja. Dejando a Harry rígido. 

—Sus ojos agresivos lucen magníficos, el negro en ellos lo hace ver distinto... más seductor. —Harry se tensó al sentir su respiración deslizarse por las marcas pasadas de Louis. Apretó la mandíbula y lo empujó por el pecho. 

—¡Déjeme en paz! 

No le interesaba que alguien ahí los estuviera escuchando o viendo, a estas alturas de la medianoche ya estaba cansado, sostenía una larga herida en el pecho que alguien cortó para arrebatarle las mariposas que solía sentir. Sólo deseaba meterse a la cama y no volver a despertar. Quitó su mano y giró sobre sus talones para salir de ahí. 

Levantó el mentón con confianza ilusoria y continuó el camino por el pasillo, mientras la idea de que tal vez Louis estaba en su habitación le hacía detener, respiró hondo y miró al pasillo a su derecha. Uno largo con tapiz de líneas rojas, donde la puerta blanca del salón del piano olvidado lo miraba, podía escuchar la música de las teclas profanadas viajar por el aire. Volvió a mirar al frente y decidió ir por el otro lado, esconderse en ese lugar frío y solitario, en una oscuridad que tal vez no lo lastimaría, era mejor que encontrar a Louis en su cama.

Al entrar se sentó en la silla frente al piano y cerró los ojos. Aún no había alboroto en el baile, la risa de los invitados continuaba inmutable. Pero a pesar de ello el corazón seguía latiendo rápido y, al estar en un lugar tan silencioso, este consiguió hacerse oír. Harry sabía que latía de esa forma por la traición, dolor. Las ganas de romper todo el instrumento lo poseyeron, pero tampoco era alguien tan inconsciente como para dejarse llevar por sus impulsos. No era Erik y jamás lo seria. Subió sus manos a las teclas, pero no pudo tocar, creía que si lo hacía se quemaría.

— Harry.

Giró la cabeza en dirección a la puerta, la figura del señor Enzo estaba ahí, quitándose la máscara con lentitud mientras sonreía con temor. Harry se levantó lentamente y retrocedió, desconfiado.

—Señor Enzo —respondió con voz firme.

—¿Por qué ha huido de la fiesta? 

Harry tragó grueso, miró a su alrededor en busca de algo con qué defenderse, pero no encontró nada. Se mantuvo en calma, aun retrocediendo por cada paso que Enzo daba hacia él.

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora