XX: Una segunda oportunidad

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Alexandra permanecía de pie detrás del asiento de Erik esa mañana, en su labio inferior, una fina rotura negruzca era visible junto a un horrible moratón que pintaba debajo de su ojo izquierdo. Harry no pudo apartar su mirada de ella mientras tragaba con dificultad su comida, por más que quería, se le era imposible.  

Tampoco podía comer en paz sabiendo lo que escuchó después de que Philip se fuera, o como había encontrado la mano de Louis entrelazada con la de ella frente a Epi. A cuestas pudo tragar al recordarlo, nunca en su vida había sentido algo como los celos, si es que eso fue lo que lo apresó durante esos minutos. No quería cuestionarse si Erik la había golpeado por ello, dudaba que la chica fuera a decirle que coqueteó con un trabajador, a menos que no fuera tan astuta como su rostro mostraba.  

Erik bebió de su té con leche y clavó sus ojos en Harry cuando percibió sus ojos fijos en Alexandra, con el típico rostro de lamento que repudiaba. El príncipe se vio en la obligación de quitarla al instante, al mismo tiempo que ya podía oír su comentario y sentir los ojos de la sirvienta sobre él. Gracias a los dioses, nada pasó. Erik decidió mantense callado y Alexandra se fue del comedor cuando Alastor le ordenó recoger los platos sucios. Harry le envió una mirada de pesar cuando tomó su taza, pero ella simplemente optó un semblante culpable y se fue. Algo había ocurrido anoche y tenía que ver con Erik y su temperamento. 

Su padre fue el primero en ponerse de pie e irse, luego su madre. Philip quedó viendo a sus dos hermanos antes de poner en marcha su día.  

—Si me disculpan, debo ir a preparar todo para la visita de Donna —Erik cerró los ojos, exasperado —. No pongas esa cara, tendrás que acostumbrarte a verla todos los días.  

Harry habría jurado escuchar un gruñido, casi los mismos que generaban los perros, salir de entre los dientes de Erik.  

—Me importa un bledo acostumbrarme. No deberías atarte, toda tu juventud y libertad se te irá de las manos apenas tengas un hijo.  

Philip se inclinó hacia él sin miedo.  

—¿Y qué esperabas? Somos hijos de un rey, es mi maldito deber. Si no te gusta, puedes irte bien lejos.  

Erik lo fulminó con la mirada. Philip arregló su chaquetilla y se fue. Harry observó que últimamente la tensión entre sus hermanos iba en aumento y todo gracias al próximo matrimonio que se venía en camino. Un silencio turbio lo rodeó a él y a Erik, quien miraba al fuego con una expresión de notorio amargor. Harry relamió sus labios y se decidió a preguntar lo que no le dejó tragar en todo el desayuno.  

—¿Quién es esa sirvienta? —Erik rodó los ojos —. No sé qué problema tienes con ella, ¿pero es necesario que la golpees?  

—¿Y que me harás si lo sigo haciendo? —No se sorprendió cuando su hermano no se dignó en siquiera ocultar o mentir que golpeaba a la pobre chica. Respiró hondo, intentando mantenerse tranquilo. Erik rio, pero su risa fue como una ráfaga de viento —. No seas imbécil, no matarías ni a una mosca.  

—Sólo te pido que dejes a las mujeres de este castillo en paz. Ellas... 

—Lo haría, pero tú lo pones difícil cuando coqueteas con medio mundo en el jardín — Frunció el ceño al oírlo. Sus palabras por lejos eran ciertas. Tragó grueso y empuñó sus manos. Erik al ver lo que pretendía se levantó —. No voy a darte razones, y no pienses en amenazarme. Ese pirata no me da buena espina, aléjate de él.  

Entonces su semblante palideció. Harry quedó rígido mientras Erik se iba del comedor y lo dejaba solo. ¿También investigaba a Louis? ¿Y que tenía Louis con su familia que todos parecían querer asesinarlo?  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora