XXXI: Elov el juguetero

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Una de las cosas preferidas de Harry era ver las montañas cuando apenas la mañana se aclaraba, con su nieve deslizándose imperceptiblemente entre sus riscos, y el sol frío calentándola, le daba felicidad interna a pesar de estar rodeado de bestias en un espacio reducido como lo era el carruaje. Manteniéndose en calma teniendo algo con que distraerse. 

Apoyó su mentón en su mano y pegó tanto como pudo su nariz a la ventanilla de la portezuela mientras las ruedas del carruaje lo movían de un lado a otro. Antes de partir esa mañana, le pareció extraño no encontrar a Louis en la cama, fue rápido el pensamiento de que algo importante tuvo que hacer, pero, siendo la persona que es, su mente lo sucumbió en la inseguridad al instante. 

Se llenó de vergüenza al verse envuelto entre las sábanas sucias, con el cabello revuelto y el cuerpo marcado con las manos de él en sus muslos. Tenía los tres dedos en su cadera, brazos y cuello. Círculos purpúreos que a pesar de no ser grandes y de un color furioso, en su piel se notaban desde lejos. 

Recogió como pudo el camisón del suelo y lo pasó por su cabeza mientras intentaba no pensar en que Louis se había ido después de obtener una parte de él. Sus piernas parecían de gelatina, le dolía la espalda baja y aunque sus ojos escocieron por querer llorar al verse solo, sin caricias o palabras dulces, la puerta fue tocada y Philip apareció al otro lado de ella. Secó sus ojos con rapidez y ató como pudo la cinta de la bata en su cintura. Philip vestía un traje color verde y botas bien lustradas. Llevaba su corona y el abrigo negro en manos. Le había sonreído y acercado a él, reluciente, sacado desde un cuento de hadas. Harry le sonrió curvando solo una esquina de sus labios. Era difícil mirarlo cuando sabía que su fiesta de matrimonio se iría por un acantilado por su culpa.

—¿Por qué aun no te levantas? Nuestro padre accedió a levantar este ridículo castigo —anunció con alegría mientras caminaba a su tocador y le robaba algo de perfume y quitaba una mancha invisible de su nariz. Harry se abrazó más fuerte a si mismo al percibir la dicha en su voz —. Iremos donde el sastre Enzo, el traspkiano medio loco, ¿lo recuerdas? 

—Si, el de bigote —murmuró, desviando la mirada a la cama. Philip caminó en dos zancadas a él y posó sus manos sobre sus hombros. Harry lo miró aterrado cuando lo sacudió. 

—Exacto. Oh, Harry, estoy tan feliz. Vamos, vístete, Aleksi vendrá a ayudarte, todo ha vuelto a la normalidad. Joder... ¡me caso en tres días! ¿No es estupendo? Estaré lejos de esta mierda por mucho tiempo en mi luna de miel. 

Todo se congeló en una milésima de segundo. Los objetos en la habitación parecieron venirse encima de él cuando escuchó la cuenta de días. Pestañeó rápido y sacudió la cabeza. 

—¿Q-qué? ¿Tres días? ¿Tan rápido? 

Philip asintió con entusiasmo. 

—¿Cómo pasa el tiempo eh? Siento que tan solo ayer yo y Donna nos conocimos. —se plantó frente al espejo de la pared y arregló la chaqueta de su traje. Harry comenzó a cavilar en las decisiones que había tomado, ya no había vuelta atrás para el plan creado para su padre.

No podía retractarse ¿o sí? La maldad que había estado reprimiendo por tanto tiempo se había desatado justo cuando Louis lo hizo suyo, su propio dolor se mezcló con el de él de la manera más hermosa y cruel, entre jadeos y sudor. Si mataba, sería uno más de ellos, sería un asesino como su padre. Las manos le sudaron frio, los pulmones nuevamente le impidieron respirar de manera normal.

—Creo que pediré un traje con broches dorados, ¿qué opinas? El dorado combina bien con el negro, me veré más alto, delgado y mi... —Philip miró a Harry a través del espejo, alzó una ceja al verlo perdido en sus pensamientos —. Oye ¿estas bien? 

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora