XXIV: Aclaraciones entre los ibros

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Las cortinas fueron abiertas por Sebastian cinco días después y Harry no se dignó a mirar detrás de su espalda cuando fue despertado tan abruptamente. Sabía que Louis no estaba, su presencia y calor dejaron de sentirse en la cama en cuanto pudo ayudarle a sanar casi por completo su espalda, con medicamentos que pedía a Einar o Derrick con la excusa de que eran para él. Parpadeó lentamente y emitió un quejido de disgusto cuando la luz del cielo gris golpeó su rostro. Se giró y cubrió toda su cabeza con el cobertor, le dolía como mil demonios y sus ojos hinchados apenas le permitían parpadear con normalidad.

No había dormido del todo bien por estar preocupado de alguien que, en el fondo, sabía no debería cuidar. Un chico que su padre quería muerto. Lo estuvo ocultando en su habitación durante las noches y en el día, él se escabullía a la torre a través de los pasadizos. Al menos le mencionó que hurtaba comida de la cocina cuando las cocineras no estaban presentes, así que recobró energía fácilmente.

Sebastian suspiró, agotado, y se encaminó al baño para darle unos minutos para que despertara del todo.  

En el repentino silencio, Harry deslizó sus dedos por las sábanas blancas y acarició la tela, el olor y calor de Louis persistía vivamente ahí. Se preguntó a donde pudo haber ido tan temprano, pero esta repuesta ya la sabía. Cerró los ojos, permitiéndose inspirar profundamente, no tenía idea de cómo iba a bajar al comedor otra vez pretendiendo que todo seguía igual.

Escuchó los pasos de Sebastian otra vez, y de un segundo a otro su cabeza fue descubierta. La luz volvió a cegarlo, fulgurante y blanca. Pataleó levemente y se giró con las manos sobre sus ojos. La presencia de Sebastian no era muy agradable, no después de lo ocurrido con Louis.  

Sebastian lo miró con pesar, Harry disimuló bostezar y se sentó lentamente haciendo una mueca. Talló sus ojos con sus dedos y suspiró, ignorando el ceño fruncido del hombre. Era un nuevo día, pero con los mismos problemas que los anteriores, incluso peores.  

—Buenos días, príncipe. ¿Se encuentra bien? — Harry lo miró de mala gana, sabía que se refería a sus ojeras y el moratón que su padre le provocó, el cual ahora ya desaparecía al estar sanando. Sebastian desvió la mirada a otra parte —. Discúlpeme.

—Me encuentro de maravilla —Sebastian hizo una mueca al oír su tono acido. Harry negó para sí mismo —. Lo siento, solo estoy cansado.

—No es problema. Supe que el trabajador con parche en el ojo que escapó de las mazmorras con ayuda de alguien aun no es encontrado.

Se encogió de hombros, intentando restarle importancia a aquella noticia y disimular que fue cómplice. 

—No me interesa, por culpa de él y de Erik... —tragó saliva mientras sus mejillas se sonrojaban, miró el lugar donde Louis durmió, él no tenía la culpa, pero no podía quedar al descubierto que en verdad se enamoró de ese chico —, Erik dijo que yo me involucraba con él, por eso mi padre me golpeó —Sebastian abrió los ojos de par en par al enterarse recién de aquella verdad. Harry procuró no mencionar nada a su mayordomo los días pasados, no porque de hacerlo sabría algo de Louis, sino porque no estaba de ánimos para preguntas y consuelos. El adulto se sentó con cautela en su cama sin permiso.

—¿Eso es verdad? ¿Conoce al chico?  

—Si, lo conozco, pero no es cierto que me involucro con él. Sólo lo ayudé cuando Erik lo golpeó —Sebastian asintió, bajando la mirada y repasando algo mentalmente. Harry ladeó la cabeza, hasta que el suave murmuro de las palabras: "Esto es malo" llegaron a sus oídos. Harry lo miró con curiosidad, ante él estaba la oportunidad perfecta de saber mucho más acerca de este problema —¿Por qué es malo Sebastian?   

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora