V: El primer heredero

182 21 5
                                    



PHILIP. 

Había vuelto a tener ese sueño, donde Margaret lo despertaba apenas el sol de madrugada irradiaba entre los árboles del bosque. Ella corría la cortina para que la luz entrase a su habitación, lo llamaba, preparaba su baño y alistaba para ir a desayunar. Era extraño soñar con un recuerdo de cuando tenía diez años. Era como si su inconsciente le estuviera suplicando perdonarse a sí mismo por algo de lo cual no tuvo culpa.  

El sueño avanzaba con él desayunando con Erik y sus padres, todos en silencio, todos... fríos, desconocidos. Margaret le dejaba la comida en la mesa y él muy cortésmente le ofrecía un poco de pan o fruta. Incluso despierto, un estremecimiento gélido le recorría la columna al recordar como su padre lo regañaba por ejercer esta simple acción gentil.  

"No deben hablar con la servidumbre" Mencionaba con su voz grave. "No deben hablar con la gente inferior y de escasos recursos". 

Erik era quien respondía, pero él siempre entraba en duda. Miraba a Margaret en busca de una explicación ante las palabras de Alastor, sin embargo, ella le obligaba a girar la cabeza y concentrarse en la mirada de su padre. Philip lo hacía, y se mantenía en silencio, indagando mentalmente en el por qué los sirvientes eran inferiores, porqué había que rechazarlos tan cruelmente como si tuvieran una enfermedad.  

Nunca obtuvo una respuesta, no hasta que los veintitrés años le dieron la bienvenida.

El escenario en el sueño se transformaba y de la nada aparecía en las clases de su antiguo profesor. Erik que estaba a su lado comenzaba a molestar, lo llamaba en susurros.  

—Pss, Philip —él dejaba de escribir para mirarlo. Erik le hacia una mueca para hacerlo reír.  

—Nos van a regañar Erik, silencio.  

Erik bufó.  

—Somos los príncipes, no nos pueden decir nada —A pesar de tener ocho años, ya era un niño bastante travieso con aires de grandeza. A su madre le encantaba que lo fuera, repetía constantemente que había sido su mejor creación, de la cual estaba más que orgullosa. Philip con el pasar de los años se percató que desde el nacimiento de Erik su madre se esmeró en consentirlo, mucho más que a Harry y que él.  

—Se llama respeto Erik, debes guardar silencio mientras el profesor habla.  

—Tú estás hablando —Aunque estaba inconsciente y sumido en un profundo sueño, Philip pudo sentir su ceño fruncirse y negar. Miró al profesor, dándose cuenta de que él seguía hablando con un semblante agotado —. Oye, vamos a la cocina, están horneando galletas, vamos a quitarle algunas a esas mujeres feas. 

—No. Son para la cena, Margaret... 

—¿Por qué hablas de ella? Papá dijo que no podías hacerlo, no si son inferiores a ti. 

—Ella no es inferior a mí, merece respeto —recalcó con orgullo —. Es una persona como nosotros, ¿por qué debemos hablarle mal ni agradecer porque no tiene riqueza? Ella lava tu ropa y prepara tu comida. ¿Qué harías si muriera?  

—Compro un esclavo, como lo hacen en los países del otro mundo —Erik lo dijo en voz alta, provocando que el profesor se callara y su cara se tornara colorada. Philip respiró hondo y empuñó sus manos sobre sus hojas decoradas con su uniforme letra.  

—¿Y si no hay nadie? —desafió. Erik hizo un mohín con sus labios.  

—Papá dijo que siempre hay, pero si no, esclavizo a cualquiera, incluso a ti. Soy el príncipe, hijo de un rey, puedo hacer lo que quiera. ¿Cierto profesor?  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora