XVII: La historia de un niño solitario

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Harry bajó su mano, sin dejar de mirar por ningún segundo a Louis, quien dejó caer los brazos a los costados de su cuerpo sin cambiar su semblante.

—Te diré quién soy, pero podría decepcionarte —continuó diciendo con voz serena. 

Harry negó, dudaba que lo decepcionara en algo más después de saber todo lo que había hecho.  

—Dije que podía entender y así será —miró la chimenea, luego a Louis —. Toma asiento por favor.  

—No es necesario, siéntate tú —Harry mordió su labio inferior y asintió, caminó con temblor a la silla, donde se sentó cerca del calor del fuego que calentó sus pantorrillas. Louis se acuclilló frente a las llamas, a unos pocos centímetros de Harry. Su ojo blanco frente al calor hizo que su rostro cambiara a uno atemorizante, a lo que quizás Louis era en verdad. Harry tragó con dificultad, lucía como un demonio —. No puedo quedarme mucho tiempo, la fiesta terminará y Sebastian o alguien vendrá a... asistirte —Harry miró su traje, encontrando toda la razón a sus palabras.  

—Pero si ocurriera, ¿volverás para continuar nuestra conversación? ¿Para mostrarme lo que dijiste? —Louis giró la cabeza, levantándose lentamente sin despegar sus ojos del rostro pálido de Harry. El príncipe llevó su atención a sus manos, mordiendo su mejilla interna, cohibido.

—Si mi pasado no te perturba, quizás regrese, todo depende de ti y de lo que pienses de mi después.   

—Hablas como si hubieras hecho algo peor que asesinar —recorrió el fuego danzante con la mirada, intentando buscar las razones por las que aceptó aquella propuesta de reunión, o cómo fue que Louis y él nuevamente se encontraban en su habitación. Podría ser un error el permitirlo entrar, uno grande, pero no tenía nada que perder si moría. Cruzó sus brazos sobre su vientre —¿Hiciste algo peor que eso?  

—No —sería un "no" si Louis dejaba afuera el hecho de que su mera instancia en ese infierno era para asesinar al mismo Rey de Ribëia. Harry jamás lo perdonaría si llegaba a enterarse de que quería matar a su padre, la posibilidad era una en un millón. —, no planeo matar a nadie más.

Harry asintió ante a la mentira dicha por Louis.

—De acuerdo. Mencionaste a Sebastian, ¿cómo es que lo conoces? Y también has mencionado a mi padre... no-no entiendo.

Louis aclaró su garganta para comenzar a hablar.  

—Antes de que yo naciera, mi madre trabajó en este castillo —sonrió con pesar al recordarla, siempre en la cocina, sonriente y pálida del cansancio —. Su nombre era Céline, Céline Tomlinson, vivía en el pueblo con mi padre de nombre Frederick, quien también trabajó aquí al parecer, no recuerdo bien —Harry escuchaba atento mientras Louis caminaba por su habitación y tomaba algunas pequeñas esculturas blancas que reposaban en sus muebles para calmar los nervios. Contempló su cuerpo: alto, ultrajado, marchito —. Tenía cuatro años, Harry, no recuerdo ni la mitad de las cosas que me ocurrieron, pero jamás olvidaré como el carruaje negro se detuvo frente a mi casa y me sacó de ahí.  

—¿Carruaje?  

—De tu padre. Él nos había ido a buscar, sus ojos jamás podría borrarlos de mi cabeza. Se veían negros como esa misma noche —A pesar de no querer, su voz se notó cargada de odio, de un resentimiento tan grande que sería capaz de consumir todo con solo chasquear los dedos. Harry se sentó derecho, incomodo al percibir el dolor en la voz de Louis.

—¿Por qué te fue a buscar? ¿Cuál es tu conexión con él?  

—Mi padre había muerto esa semana. Mi madre dijo que necesitaba trabajar para tener una nueva casa —Harry asintió. se detuvo nuevamente a su lado en el sofá, fijando sus ojos en su rostro. Pasó saliva, sintiendo sus mejillas enrojecer ante la mirada constante —. Ella dijo que debía mantenerme oculto por mi ojo, al menos hasta que tuviéramos que irnos. Nunca protesté, obedecí a sus palabras, aunque eso me hiciera sufrir. —Louis quiso tocarle el hombro, pero se mantuvo rígido, teniendo pequeños recuerdos de la primera vez que cruzó los pasadizos abandonados de ese mismo castillo —. Esa noche supe que mi madre había trabajado aquí con anterioridad y que ya conocía a Sebastian y la señorita Margaret... la recibieron muy bien.  

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora