VI: Cayendo en la oscuridad de un armario

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Al siguiente día, después de llegar completamente exhausto por la visita a la duquesa Payne y de fingir que su familia se tenía un afecto sobrenatural el uno por el otro, Harry fue a la biblioteca. No perdió mucho tiempo dando vueltas o sentándose en el piano como hubiera querido, más bien, abrió su diario y buscó la página donde había anotado todas las pequeñas observaciones sobre el intruso que lo acechaba, una de ellas, que algo más que piedra había detrás de las paredes que todos en el castillo pasaban por alto. Pudo sentir su corazón acelerándose al leer el simple apunte, ver su caligrafía temblorosa. Respiró hondo y miró a su alrededor, poniendo más atención de la debida a la pared donde un gran cuadro de dos hombres mirándose con dolor permanecía intacta. 

Mordió su labio y fue hasta él, dudoso, para observar cada esquina del marco de plata. No había nada en particular o distinto a lo que ya conocía, lo que era... decepcionante. Sin embargo, no se rindió tan fácil, continuó buscando a su alrededor más indicios, cosas extrañas que pasó desapercibido tiempo atrás. La escalera circular que yacía en medio de la habitación continuaba inmutada, tampoco faltaban libros en los libreros y las ventanas no tenían ninguna marca o huella de manos. Harry puso los labios en una fina línea, sintiéndose frustrado al fallar y ver que tal vez... si corría el riesgo de estar perdiendo la cabeza. Dejó caer su esta hacia atrás, donde sus castaños rizos rozaron sus hombros y suspiró. Detrás de sus ojos todo le daba vueltas, no haber dormido bien y beber demasiado vino el día anterior definitivamente lo dejó agotado. Decidió caminar hacia el único trozo de pared expuesta a un lado del cuadro y extendió su mano para acariciar el tapiz.

Siempre hacia lo mismo, la textura simplemente le calmaba cuando todo lucía fuera de la realidad, sin embargo, sus ojos se estrecharon por si solos al ver una fina y escurridiza línea desde el techo hasta el suelo en medio de donde su mano tocaba. Casi imperceptible si uno pretendía verla desde lo lejos. Frunció el ceño y con su dedo índice la tocó con más fuerza, pudo sentir en ella una leve brisa perforar su dermis.  

—No puede ser... susurró para sí mismo, empuñando su mano para golpear. Hueco, el sonido fue como golpear una mesa, lo que significaba que al otro lado no había nada. Dio tres pasos hacia atrás, aturdido, mientras su piel se erizaba —. Pero ¿qué...?  

Notó la boca seca y, antes de hiperventilar, regresó a su diario. Le dio la espalda al cuadro para comenzar a anotar con sus dedos temblorosos sobre las hojas: "Hay otra habitación al otro lado de la pared..." Entonces, mientras su pluma no dejaba de ir de un lado a otro, un duro golpe cortó la tranquilidad de la biblioteca en un segundo. Harry gritó y botó el lápiz junto al diario directo al suelo, convirtiéndose en piedra.   Sus ojos se clavaron en la alfombra bajo sus lustrosos zapatos, como si en ella estuviera la solución o la calma que claramente necesitaba en ese preciso instante.

El diario se había cerrado, pero lo miraba igual de miedoso que él. Ninguno de los dos había alucinado lo que se hizo notar en el silencio, alguien definitivamente había golpeado alguna parte de la pared. Joder, pensó, se había metido en aprietos. Desvió la vista a la puerta principal de la biblioteca, formulando una huida rápida, pero nuevamente el sonido de una mano golpeando la pared se hizo presente, justo cuando otra puerta comenzaba a ser abierta. Harry sintió el aire frio con olor a bosque y deterioro escurrirse entre sus dedos que colgaban casi inertes en su mano, su nuca quemar bajo la mirada constante de otra persona. Tragó grueso, debía ser fuerte.  

—¿H-Hola?... —se atrevió a decir, con voz temblorosa —, sé... sé que estas aquí y que estuviste en mi habitación —La risa burlesca de otra persona sonó como un susurro dentro de la biblioteca, danzaba de un lado a otro, fantasmal. Harry notó sus ojos escocer por las lágrimas —, ¿qué quieres de mí? —expresó con voz quebradiza, caminando a la mesa para apoyarse en el respaldo de una de las sillas. Aferró sus dedos a esta mientras su respiración le traicionaba con descaro. 

Crsálida (LS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora