FRIDOLINA ROLFÖ

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Estoy en la sala de espera del médico para una revisión de mi rodilla, recién operada, y para variar, mi novio Nikolai y yo estamos discutiendo.

- Si dejases esa estúpida obsesión tuya por el futbol no tendríamos que estar aquí- se queja mirando la hora en su móvil.

- Soy futbolista profesional, no es una obsesión- digo entre dientes para ni llamar la atención del resto de pacientes que esperan junto a nosotros.

- Vamos Fridolina, no me tomes por tonto, llevamos mucho años juntos, en su momento cuando empezaste a jugar entendí que tenía que dejarte hacerlo, que era tu manera de rebelarte ante la sociedad, pero ya eres mayorcita. Es momento de pensar en otras cosas.

- ¿A qué otras cosas si se puede saber? – pregunto irritada a más no poder.

- Tienes casi treinta años, ¿no crees que es momento de dejarte de juegos y empezar a tener hijos? Si seguimos así vas a ser una madre viejísima, y no podrás hacerte cargo de los niños por lo que me tendré que encargar yo, cosa que no están en mis planes.

- Niko, por favor, no quiero tener esta conversación aquí.

- Está bien, está bien, hablaremos en casa.

Lo que nos resta de espera lo pasamos en silencio, Niko moviendo una de sus piernas de arriba hacia abajo, y yo reteniendo la lágrimas para no echarme a llorar aquí mismo. Nikolai y yo empezamos a salir en el instituto, cuando apenas teníamos dieciséis años, y cuando quise dedicarme al futbol de manera profesional, aunque no lo entendía ni compartía mi pensamiento, me apoyó. Durante los primeros años iba a todos mis partidos, pero luego, más o menos cuando cumplí los veinte, empezó a insinuar que el futbol no era lo mío, que no soy suficientemente buena y que debería dejarlo para dedicarme a él y a nuestros futuros hijos, pero es que ni siquiera me ha preguntado si esos son mis planes de futuro.

La enfermera me llama, indicándome que puedo pasar, y, como siempre, Niko se queda en la sala de espera. Si es que no sé para qué viene, se empeña en acompañarme pero luego no entra conmigo a las consultas, es como si le diera igual.

El doctor me recibe, y tras darme los resultados de las ultimas pruebas y examinarme la rodilla, me da el alta y el visto bueno para volver a jugar. Hace ya un par de semanas que había empezado los entrenamientos con el grupo, pero todavía no tenía luz verde para volver a los partidos.

Salgo seria de la consulta, aunque por dentro estoy pletórica, porque no quiero otra discusión más con Niko, que en cuanto me ve, se levanta y viene a mi encuentro caminando junto a mi hasta la salida.

- Que no estás en forma para volver a jugar ¿no? – no me deja hablar cuando se contesta él solo- Si es que te lo llevo diciendo tiempo, es hora de que te retires y te dejes de estupideces.

No me molesto en contestarle, estoy demasiado sumida en mis pensamientos como para querer mantener esta conversación. Igual Ingrid tiene razón, mi mejor amiga lleva años, casi desde que nos conocimos, advirtiéndome de que no me merezco el maltrato psicológico de mi novio. Yo siempre he pensado que exagera, pero cuando vine a Barcelona, y les presenté a las chicas a Niko, estás también notaron cosas que no tendrían que pasar. Al principio no quería ver la realidad, mejor dicho, no la veía, estaba totalmente cejada por mi chico, pero de unos meses para acá he empezado a darme cuenta de las cosas, de como me controla y me maneja a su antojo, de como intenta meterme mierda de las chicas, prohibiéndome verlas fuera de los entrenamientos, y de sus presiones constantes porque deje el deporte que amo y que me da la vida.

Por otro lado mi familia no tiene ni idea de esta situación, creen que somos la típica pareja de película, pero eso está muy lejos de nuestra realidad.

ONE SHOTS- FUTBOL FEMENINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora