MISA RODRÍGUEZ

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Después de ganar el mundial, después de todo lo que supuso nuestro tiempo en Australia y Nueva Zelanda, y tras la polémica en la que nos habíamos visto envueltas por culpa de Rubiales y la federación, a la vuelta a España decidí que lo mejor era buscar ayuda profesional. Desde el club me propusieron trabajar con el psicólogo del club, pero después de un par de sesiones me di cuenta de que él no era el profesional que buscaba, solo se centraba en lo deportivo y yo necesito ayuda a más niveles.

Un día hablando con Alexia salió el tema de que estaba buscando psicólogo, y su novia Olga, a la que había conocido durante el mundial, y con la que me llevo muy bien, me recomendó una psicóloga que le ayudó a ella hace tiempo y con la que cree que las cosas funcionaran. Y como por intentarlo no pierdo nada, ahora mismo me encuentro frente a la puerta de la clínica en la que pasa consulta con algo de nervios, pero a su vez con la esperanza de que esta vez funcione, no como con el psicólogo del club.

Cuando llamo a la puerta me abre una chica algo más bajita que yo, con una gran melena castaña rizada y con un cuerpo de escandalo enfundado en un vestido negro.

- Adelante- dice con un tono de voz totalmente adorable- ¿Tenías cita?

- Sí, ahora a las seis- digo mirando mi reloj dándome cuenta de que quedan todavía quince minutos para mi cita.

- Perfecto, mira acompáñame- dice acercándose al mostrador que hay justo detrás de ella- tienes que rellenar esta hoja con tus datos para que podamos hacer tu ficha, aquí te dejo un bolígrafo y puedes sentarme en uno de esos sillones para que estés más cómoda.

- Muchas gracias.

Me siento en uno de los sillones que queda justo en frente del mostrador, y empiezo a rellenar la ficha con mis datos personales.

- ¿Quieres un café o agua mientras esperas? – me pregunta la recepcionista, y juro por dios que nunca he conocido a alguien tan amable y sonriente en mi vida.

- Si no es mucha molestia un poco de agua no me vendría mal.

- Por supuesto que no es molestia, dame un minuto.

Enseguida vuelve con un botellín de agua en la mano que no tarda en tenderme.

- Muchas gracias- digo antes de dar un sorbo al agua- Ten, esto ya está- digo pasándole la hoja con mis datos y el boli que me había prestado.

- Perfecto, en seguida te llamarán, si necesitas algo solo tienes que pedírmelo.

La primera sesión con la psicóloga va genial, Olga tenía razón, es justo lo que necesitaba, así que mis visitas comienzan a ser más continuadas, más o menos una sesión cada dos o tres semanas, dependiendo de mis horarios.

Normalmente siempre llego unos minutos antes a la cita, al principio lo hacía inconscientemente, ahora lo hago para poder tener una pequeña conversación con la recepcionista, que hace poco descubrí que se llama Martina.

Con cada encuentro, por fugaz que fuera, conseguía sacarme una sonrisa, hicimos buenas migas, no lo voy a negar, incluso intercambiamos nuestros números de teléfono y nos tirábamos las horas muertas mensajeándonos.

Justo hoy, después de varios meses hablando a diario, habíamos decido quedar para tomar algo en un bar que, por lo que me había dicho, me iba a encantar. Así que aquí estoy, en mi habitación, intentando no entras en pánico por no saber que ponerme. Al final, después de una ducha y mucho pensar, decido ponerme un pantalón de cuadros blanco y negro con un jersey corto de color negro y una cazadora de cuero del mismo tono.

Martina me había pasado la dirección por mensaje esta mañana así que, cuando me monto en mi coche, la escribo en el navegador porque, aunque ya llevo varios años en Madrid aún me cuesta ubicarme con los nombres de las calles.

ONE SHOTS- FUTBOL FEMENINODonde viven las historias. Descúbrelo ahora