La noche en la casa de los McCall era tranquila. Ya después de días de lo ocurrido, estábamos viviendo mucho más tranquilos que antes. No había problemas ni preocupaciones.
Algo que me relajó bastante y a Isaac también. Ahora él podía dormir más tranquilo y cuantas horas quisiese. Ya no se levantaba agitado o con ojeras bajos los ojos. Estas semanas se le veía lo descansado que estaba. Y yo también.
Ya no necesitaba apegarme a un cigarro cuando estaba preocupada o nerviosa. A veces solo fumaba uno para recordar y saborearlo, pero nada del otro mundo.
Evan se había mudado con los McCall también y dormía en el ático. Melissa no le podía rechazar la estadía a mi hermano. Sin duda esa mujer tenía el corazón muy grande. A pesar de todas las cosas que Evan había hecho, Melissa las dejó pasar y le dio un hogar.
A Scott le costó aceptarlo. Aunque puso de su parte para no hacer las cosas incómodas. Supo que tenía que superar a Allison así como ella lo había hecho. Al parecer, no todo está pintado de rosa.
Sentí unos movimientos en mi brazo, provocando que abriera los ojos. Confundida vi la figura a un lado de la cama. Era Evan.
—¿Que? —le pregunté tallándome los ojos—. ¿Sabes la hora que es? —susurre para no despertar a Isaac.
—Sí, las tres. —abrí lo ojos con sorpresa.
—¿Y por qué me levantas a esta hora? —lo mire molesta.
—No puedo dormir. —suspiré pasándome las manos por la cara frustrada—. Acompáñame por favor. —suplicó poniendo ojos de perrito.
—Evan.
—Por favor. Despertaré a tu novio si no vienes conmigo. —amenazo y lo golpeé en el brazo.
—¿Tienes cinco años? —pregunté sarcásticamente. Me levante con cuidado de la cama y salí de la habitación con Evan a mi lado—. ¿Desde cuando tienes insomnio?
—No tengo insomnio. —fruncí el ceño y le hice una seña para que continuará—. Son pesadillas. No puedo dejar de soñar con Jennifer y... —noté cómo empezaba a desesperarse y lo agarre por los hombros.
—Oye, esta bien. Vamos arriba. —él asintió y tomando mi mano junto a la suya, subimos las escaleras hasta llegar al ático.
Me acosté en su cama y él copió mi acción acostándose en mi pecho. Acaricie su castaño cabello para calmarlo.
—Mamá siempre me acompañaba cuando tenía una pesadilla. —dijo, con algo de nostalgia recordando aquellos momento.
—Conmigo no hacía nada de esto. —reí levemente y él volteo a verme—. No me veas así, ya duérmete. Mañana hay clases.
Evan se acomodó de nuevo para dormir y yo también lo hice.
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