Realeza Azul |• KookMin

Capítulo Ocho

Las nuevas reglas fueron simples, no salgas de la mansión hasta dentro de una semana y media cuándo el compromiso oficial sea anunciado. Si, habían cambiado la fecha oficial del mismo a pedido del rey.
Jimin se encontraba desanimado a causa de todo esa situación cuando lo supo, lo peor de todo es que habían duplicado la guardia en cada maldito rincón.

¿Cómo es que lo sabía?

— Juro que voy a matarte.

—¡Bájame ahora mismo te lo ordeno!— pataleo Jimin golpeando la espalda del Alfa.

Jungkook suspiro con enojo y sostuvo sus piernas con firmeza para luego golpear su trasero con fuerza. Iba camino a la frontera cuando lo vio bajando por el balcón de su habitación. Por un momento no podía creer lo que veía, era algo sorprendente pues el Omega parecía tener habilidad y experiencia huyendo por los balcones. Tranquilamente lo espero de brazos cruzados hasta que esté bajo y con una sonrisa se dió la vuelta con la intención de huir chocando con su cuerpo en el intento. Sin dudarlo lo cargó sobre su hombro como un costal de papas y ahora lo llevaba de regreso al interior de la mansión.

— ¡Ya déjame!— lloriqueo en pucheros Jimin.

Aunque sus protestas no fueron oídas por Jungkook, quien frente a todos los sirvientes quienes veían la escena divertida, siguió su camino a su habitación.
Jimin supo que ya había perdido por lo que sólo guardó silencio e inflo sus mejillas con molestia.

— ¿Ahora si te callas?— preguntó pero no obtuvo respuesta — Como quieras — lo bajo y estaba a nada de salir de la habitación cuando el Omega habló.

— Dos días.

— Eh

— Llevo dos días aquí sin hacer nada y ni siquiera te has dignado en venir a verme, ¡¿cómo esperas que sobreviva aquí cuando me prohibiste salir?!— piso con fuerza en un claro berrinche.

Jungkook lo miró incrédulo y suspiro cruzándose de brazos mientras apoyaba su espalda en la pared aún lado de la puerta.

— Primero que nada, te dije que no podías salir de la mansión, no de tu habitación, hay miles de salas aquí que podrías disfrutar — dijo obvio — Segundo, en verdad me reprochas que no he venido a verte cuando claramente colgaste esto— tomó el cártel de la puerta — Que dice, "si eres el conejo descarado ni pienses en pisar mi territorio".

— ¡Pues debiste explicarte bien!— dijo sin saber que decir — ¡Y ahí dice conejo no tu nombre, no lo tomes todo personal no eres el centro del mundo!

— ¿Entonces me estás diciendo que pusiste eso para evitar que "conejos" que obviamente no hay aquí entrarán?

— S-i…

— ¡Ni tú crees eso!

— ¡¿Cómo sabes lo que creo y lo que no?!

— ¡¿Entonces quieres que me quede?!

— ¡Si!— gritó rojo del enojo que le producía ese pulgoso. Aunque después cayó en cuenta de lo que había dicho y lo miró asustado — Yo-

— Bien, me quedaré aquí, ¿contentó?— cerró la puerta con fuerza y se aproximó al Omega quién retrocedió lentamente ante la intimidación.

— ¿Qué haces conejo?

— Dijiste que me quedará y eso hago.

— Ya…lo sé, pero me refiero a por qué carajos estás tan— chocó contra los pies de la cama— cerca— susurro mirando hacia arriba.

Sus manos estaban en el pecho del Alfa evitando su cercanía, en esos momentos se sentía tan pequeño a comparación de él que no supo cómo es que debía actuar.