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Fugitivos a la vista

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Fugitivos a la vista

Bridget.

Mire el teléfono público que se encontraba fuera del centro comercial mientras en mi mente un revoltijo de emociones se encontraba jugueteando entre ellas embobándome sin saber si lo que quería hacer era lo correcto. Cuando lo vi lo primero que pensé fue (debo llamar a papá) pero mi cobardía me detuvo.

No. Aun no era el momento. Mi mente respondí luego de largos segundos.

Asentí para mí misma e ignoré por completo todo pensamiento para observar a Morte que venía detrás mío.

—¿Quieres que te compre algo en especial? —negó a lo que yo asentí — espérame aquí no demorare —vi como asintió y sin más entre al centro comercial.

Le sonreí a uno de los empleados con amabilidad y empecé a buscar lo que necesitaba.

Habíamos recopilado cincuenta dólares, y él dueño de la guitarra no había querido cobrarnos nada, fue muy amable de su parte que hasta me hizo sentir remordimiento por mentirle, pero ¿es mejor que robar verdad?

Tomé un detergente de funda extra grande y fui por mis toallas íntimas. Miré la sección de cosas comestibles, y tomé unas cuantas latas de atún, porque ya se habían acabado y solo había fideos. No fue lo mucho que tomé, pues era la única que comía, porque Morte podía estar tiempo sin comer, su cuerpo lo único que necesitaba para sobrevivir era devorarse aun humano entero.

Pase por la sección de ropa, tome algunas prendas y fui con las cosas para que la cajera cobrara, y luego salí con las fundas en mis manos.

Morte me ayudo con las fundas y luego volvimos a subirnos en el carro para retomar nuestro largo camino de vuelta a casa. La tarde estaba cayendo y no dudaba que llegaríamos a casa en medio de la noche.

El viento de la tarde chocaba en mi cara mientras que en el silencio se podía escuchar el sonido del auto en marcha.

Desde que volvimos de la plaza Morte no había vuelto a pronunciar ninguna palabra y me fastidiaba mucho. No podía saber que pasaba por su mente, ni que estaba sintiendo, ni cuál era la razón por la que estaba comportándose de esa manera conmigo. No me gustaba para nada él Morte silencioso.

Lo observé, detallando cada uno de sus movimientos. Su mandíbula marcada se encontraba apretada manteniendo el ceño ligeramente fruncido concentrado en lo que hacía, parecía todo un experto haciendo su trabajo tomando cada curva de la carretera a la perfección ¿Dónde aprendió a conducir así? Cuando lo vi en el auto lo único que se pasó por mí mente fue un (Este tipo a de conducir como un demente), pero una vez más me había tapado la boca. Sus manos se aferraban al volante y se movían con sincronía mientras que humedecía sus labios como un gesto de concentración pura. Su cabello se movía al ritmo del viento enredando los mechones unos con otros.

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