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Como que inseguro

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Como que inseguro

Morte.

Un te quiero, había logrado calentar mi pecho de una manera tan linda que no podía dejar de pensar en nada que no sea eso.

No quería cruzar los límites, pero ya lo había hecho, ambos lo habíamos hecho.

Es que rayos si quería a esa chica, y ahora entendía que eso era lo que realmente había estado sintiendo por ella hace mucho.

Estaba jodido.

Caminé al lago donde se encontraba mi rayito de luz desde la mañana. Me había despertado cuando estaba tan cómodo con ella entre mis brazos, quería seguir con ella así, pero había insistido que su ropa se había acabado y que necesitaba prendas limpias.

La observé a lo lejos mientras sus manos se movilizaban sobre la tela.

Así que eso era lavar.

Reí como un estúpido de mí mismo. Aun no podía creer que haya botado todo este tiempo mi ropa.

Llegue hasta pararme al otro extremo donde se encontraba y me sonrió cuando me pillo observándola.

Era tan bonita y perfecta, podía descontrolar y causar tantas cosas en mi con tan solo una mirada o una sonrisa. Se había calado en lo más profundo de mi tanto que dudaba que pudiera en algún momento sacármela de mi mente, y eso me asustaba demasiado. Ella tendría que irse y yo me quedaría de nuevo solo y viviendo con su ausencia. No me sentía nada preparado para aceptar que se fuese. Tenía miedo de no poder dejarla marchar y retener sus pasos o solamente caer en la insaciable angustia de su ausencia.

Tal vez por una vez en mi vida debería dejar de pensar en lo que pasara, pero como no hacerlo cuando todo apuntaba a lo mismo.

Dejo un lado lo que hacía y llego a mi para depositar un escaso beso en mis labios, no pude evitar sonreír como un tonto.

—¿Qué tanto me vez? —pregunto de manera divertida dándome un golpecito en el pecho.

—Nada solo quería saber cómo se lavaba —soltó una carcajada contagiosa.

—¿Quieres aprender?

—Nah prefiero mirar — volteo los ojos y negó levemente con la cabeza sin quitar la resplandeciente sonrisa de su boca.

Aun no me acostumbraba a su cabello corto, pero debía admitir que le quedaba preciso, y que cuando sonreía podía llegar a verse muy angelical.

—Vamos —hizo un puchero — de toda forma necesito tu ayuda para poder exprimir la ropa.

—De acuerdo, pero solo te ayudare nada más.

—Trato —tomo mi mano para tirar de ella —ya solo me faltan dos prendas. Tu exprimirás las que ya están lavadas hasta mientras.

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