Capitulo 28 .. 12 horas desaparecida.

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Miguel Arango

Percibo fuertes murmullos que resuenan como ecos en mis oídos obligándome a separar los párpados de manera despacio... Sintiéndome abrumado por la alta luz, llevo mis manos hasta mis ojos, las estrujo con fuerzas sobre ellos para así acostumbrarme a la claridad y terminar de despertar.

La cien me palpita.

Siento náuseas y fuerte dolor en el centro de mi pecho.

¿Cuántas malditas botellas de whisky me tomé?.

Me levanto del sofá donde me encontraba acostado con cierta debilidad en mi cuerpo y reparo todo mi alrededor...

Es una área bastante amplia y el número de personas que alcanzó ver es bien alto, el lugar tiene suficientes sillones en el centro aunque la mayoría se encuentra de pie en los alrededores. En la parte delantera tiene una especie de recepción, donde dos mujeres vestidas de blanco esperan por los visitantes para brindarles los mejores servicios del hospital.

Un fuerte aromatizante golpea mis fosas nasales, por eso, odio estar en clínicas y hospitales, sus respectivos olores me maltratan el puto estómago.

De pronto, veo un cartel pegado en la pared, donde se exhibe una mujer de piel blanca, con el dedo índice de su mano derecha ubicada sobre sus labios, indicando que en este sitio se exige silencio.

¡Cuanta gente mala educada!.

Los murmullos de todas las personas me taladran en el cerebro. ¡Odio los hospitales!.

Recorro mi labio inferior con mi lengua para intentar humedecerlo, pero es imposible porque tengo una grande sequedad en mi boca.

¡Necesito agua!.

Reparo todo el alrededor por segunda vez con sutileza, hasta que en pocos segundos encuentro lo que busco... Veo al fondo de un largo pasillo, una puerta cerrada con letras en negrita tamaño normal en su parte de arriba, las cuales alcanzó a leer con facilidad... baños.

No pierdo tiempo y camino en su dirección con una fuerte fatiga adueñada de mi cerebro, me duelen todas las partes del cuerpo como si me hubieran dado una maldita paliza.

¡Nunca en mi vida había estado tan crudo como ahora!.

¡¿Tanto tomé?!.

Llego a mi destino y sostengo el pomo de la puerta, la abro y con agilidad me adentro en el baño encontrando en mi campo de visión... En el extremo derecho se ubica un lavado con un espejo en forma cuadrada en la parte de arriba, del otro lado, la parte izquierda, se encuentra un váter y a su lado veo un urinario.

Súbitamente, siento como mi vista se empieza a nublar y las molestias en mi estómago aumentan, acompañadas con una sensación desagradable de necesidad de vomitar. Con mi cabeza dando vueltas y a la velocidad de un rayo, me acercó hasta el váter, levantó su tapa y meto mi cabeza en él, para proceder a expulsar violentamente por la boca todo el contenido de mi estómago.

Tiro grandes cantidades no solo dentro del váter, sino en sus bordes y hasta en el suelo, todo es líquido, en color amarillo, su maldito aroma alcoholizado ha inundado el puto baño, al parecer llevo largas horas sin comer y en las últimas solo ingerí alcohol.

No tengo idea de cuánto tiempo pasa, pero me detengo en el momento que no logro vomitar más nada, porque mi estómago ya se encuentra totalmente vacío.

Me aparto del váter y me acercó hasta el espejo del lavado. Observó mi rostro...

—¡Putas!. —exclamo como reaccionan—. ¡Me veo del asco!.

Alma Velasco (+21)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora