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Cora.

Hermana— abro los ojos aturdida ante esa voz que no para de llamarme, empiezo a creer que me estoy volviendo loca.

Miro a Amara despierta así que decido acercarme y tomarle la temperatura. Esta helada, solo espero que ellos lleguen pronto y Julian consiga una manera menos dolorosa de romper el vínculo.

—Julián— Amara tiene las pupilas dilatadas y los labios rotos. Que jodido es todo esto.

—Tienes que resistir— le doy una sonrisa.

La puerta se abre dejando ver a Julian y Amon entrar un poco agitados. Frunco el señor, la idea de que su encuentro con Izel no haya sido tan bueno me inquieta.

—¿Sabes cómo romper un vínculo?— asiento.

—Entonces ponte en marcha, el rey y los chicos llegarán en una hora.

—No puedo hacerlo sola, no tengo la fuerza suficiente— me levanto posicionándome de un lado a otro— a menos que…

—A menos que…

—Que Izel consuma oscuridad y me la pase a mi.

—No—ambos exclaman al mismo tiempo, asiento mirando a Amara quien parece estar en otra dimensión.

—Necesito prepararme, lo haré al anochecer. Ella resistirá.

—Bien— paso en medio de ambos para salir de la habitación. El peso de romper el vínculo recae sobre mi espalda, el peso de salvar a el futuro rey, su luna y su heredero me hacen sentir que si no lo logro todos me odiaran. Tengo que ser capaz de hacerlo.

Me encuentro a Laila en el pasillo quien parece no estar enterada de nada y es mejor que se mantenga así.

—Te veo a las cinco en el baile— me guiña un ojo y sigue caminando mientras tararea. Quisiera tener esa alegría.

Sigo mi camino fuera del palacio y miro al cielo, es pleno medio día y en estos momentos es donde más deseo que mi padre estuviera vivo y que yo jamás hubiera quedado sola. Lo necesitaba tanto aunque no lo demostrará.

Caminé lo más lejos del palacio hasta llegar a la entrada del bosque donde me senté y saqué mi libro para estudiar el hechizo que debía realizar. Suspire y busqué entre las páginas del libro, no era nada fácil hacerlo, menos para una bruja como yo. Sin mucha práctica y poca energía espiritual.

Antes de llegar a la página del hechizo hubo un dibujo que llamó mi atención, era una mujer acostada sobre las piernas de un hombre mientras éste muerde su cuello.

"La locura de un hombre lobo puede ser un cambio radical en el poder de una bruja".

Fruncí el ceño pensando en que podría significar eso.

"Las brujas no tienen mates, no estamos vinculadas a nada más que con un demonio, pero qué pasaría si ¿tu iras vínculo con un ser que puede regenerarse, tiene una superficie fuerza y te protegerán de todo? Sería una bendición de la Diosa oscura, te salvarías de servir por siempre a un demonio y aumentarás tu poder con su mordida."

Cerré el libro de golpe algo intranquila ante esa página, nunca la había leído, se supone que las brujas no tenemos almas gemelas, ni siquiera tenemos un alma. Lo que decía ese párrafo era un cambio, no estaba condenada a servir a Casiel, aún así sentía ese vínculo con él. Por otro lado estaba esa idea de la mordida de un hombre lobo, o sea una marca.

Podría dominar todo mi poder sin sentir que fallecería en el proceso, si tan solo… No, eso no puede pasar, solo tengo dieciséis años recién cumplidos. No es momento para eso.

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