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15. ¿𝑷𝒐𝒓 𝒒𝒖𝒆 𝒗𝒊𝒏𝒊𝒔𝒕𝒆?.

Después de caminar por unos minutos, me siento en el suelo, apoyada en una pared. Levanto el cuchillo y veo mi tenue, borroso y oscuro reflejo en el. Veo sangre que cae desde mi cabeza por mi frente y baja hasta la mejilla derecha.

Con el mismo cuchillo, corto una manga de mi camiseta, la mojo con un poco de agua he intento limpiarme un poco la sangre.

Mientras tanto...

Thomas se agacha frente a Alby que está sentado en la cama, llorando, pero tranquilo, ya sin estar enfermo.

—Oye, Alby —susurra el chico. —, Alby, tal vez encontramos la salida del laberinto, bueno, Maia lo hizo, ¿me escuchas?, tal vez salgamos de aquí

—¿Dónde está ella? —susurra el moreno.

—Lo siento, Alby, no pudimos hacer nada para salvarla, pero saldremos de aquí

—No lo creo —Vuelve a susurrar, soltando más lágrimas al escuchar lo de Maia. —, no podemos salir sin ella

—¿De qué hablas?

—No importa eso, no hablaré de ella si no está

—Alby —susurra Thomas, intentando entender de que habla el líder.

—Lo vi todo

—¿Qué fue lo que viste?

—A ti, siempre fuiste su favorito, siempre, igual que ella

—¿Quién?, ¿Teresa?

—No, Maia, sólo que ella es diferente

—¿A qué te refieres Alby?

—Ella lo intentó, lo recuerdo... lo recuerdo perfectamente, pero tú... ¿por qué hiciste esto?, ¿por qué viniste?

Afuera se arma escandalo, gritos y ruidos extraños. Todos los Clarianos corren de aquí para allá y los que están en la enfermería, al notarlo, salen rápidamente.

Thomas detiene al primer Clariano que se cruza por su camino y le pregunta, asustado.

—Oye, Winston, ¿qué ocurre?

—Las puertas no se cierran —Le contesta el muchacho.

Mientras tanto...

Me levanto del suelo cuando mi rostro ya no está ensangrentado. Muevo un poco mi tobillo, sigue doliendo pero no tanto. O quizá era que me estaba acostumbrando a ese dolor. Aún así, sabía que no lo tenía roto, solo inflamado.

Camino, recordando por donde volver al área, o al menos intentándolo. Llego a la sección donde el laberinto cambia, sabía que a partir de esta entrada ya sólo serían pasillos llenos de paredes altas y lianas, ya no serían los espacios abiertos y llenos de escombros. No tenía sentido, pero aquí me sentía más segura, por que sabía que al menos no se me caería otra pared encima.

Escucho sonidos de metal, detrás de mí. Ya conocía ese sonido. Me doy la vuelta y veo que en la lejanía se acercan un par de Penitentes. El sonido son sus patas chocando con el suelo.

Doy vuelta a la esquina y entro a la sección del laberinto, la que va directo al área. Me escondo detrás de unas paredes y los penitentes pasan corriendo como si estuvieran siguiendo a su presa, pasan tan rápido que por suerte no notan que estoy allí.

Camino por entre los pasillo, siguiendo los pasos de los Penitentes, que parece que se dirigen a la entrada del laberinto. Supongo que hacen rondas para ver si algún tonto se metió a probar su valentía. No estaba preocupada por que sabía que Minho y Thomas habrían salido. Si alguien podía entrar y salir del laberinto a salvo, eran ellos dos.

Unas puertas se abren a mi derecha, miro de reojo y veo salir a varios Penitentes. Me tapo la boca para no gritar y busco un escondite, con la mirada.

Recuerdo que es aquí donde atamos a Alby la última vez que estuve aquí. Me doy la vuelta y camino casi corriendo, si no fuera por el tobillo, hasta una pared llena de enredaderas. Me tiro al suelo y ruedo hasta las raíces, dejando que sus hojas me cubran y no permitan que ellos me vean.

Veo sus puntiagudas patas, arañar el suelo con cada paso que dan justo frente a mi. Doblan la esquina y se van hacia el área también.

Me resultaba extraño que la primera vez que estuve aquí, me encontré con solamente uno de ellos que vigilaba su zona, no se iba hacia la puerta. En cambio ahora, me encontré con al menos seis de ellos y todos van hacia el mismo lugar. No sabía sobre Penitente, pero esos movimientos no me parecen normales.

Suspiro después de esperar un par de minutos y no oír nada más. Salgo lentamente del escondite, arrastrando mi cuerpo lejos de las plantas y luego me paro. Mirando hacia todos lados, apuntando con el cuchillo en ambas manos.

Mientras tanto...

—¡Cierren las puertas! —Grita Thomas.

Algunos Clarianos se encierran con él, en la casa del consejo. Los Penitentes habían llegado al área, no solo uno, muchos de ellos. Además de que las otras tres puertas hacia el laberinto se habían abierto.

Todos se quedan agachados y en silencio, mientras los Penitentes golpean y pretenden tirar la estructura abajo. No era muy difícil para ellos, parecía que pronto lo conseguirían.

Los monstruos logran subir al techo de la casa y deciden atacar por allí. Entierran sus largas y puntiagudas colas entre la madera y la paja, creando agujeros por los que intentan atrapar a los Clarianos que gritan asustados. Uno de los Penitentes, logra alcanzar un palo que sujeta el techo, lo arranca de un golpe y la mitad del techo y la pared, se vienen abajo.

—¡¿Todos están bien?! —Pregunta Newt, después de que casi se les cayera la casa completa sobre ellos.

Sus gritos y el ruido atraen a más Penitente que con fuerza y sin pensarlo, empiezan a romper lo que queda de la estructura, para poder entrar.

Una cola entra y toma al que está más cerca, en este caso, a Chuck. Thomas alcanza a tomarlo de la mano y estira hacia adentro mientras que el Penitente lo estira del pie hacia afuera.

—¡Chuck, no te sueltes! —Grita Thomas.

—¡No puedo, me resbalo! —Contesta el niño, desesperado.

Sus manos están mojadas en sudor y, en pocos segundos, se sueltan a pesar del esfuerzo por mantener el agarre.

—¡Thomas! —Grita Chuck mientras se aleja con el Penitente.

—¡No! —Dice Thomas, mirando la escena, sin poder hacer nada, como con Maia.

El Hilo Rojo: Maze Runner |Minho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora