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16. 𝑵𝒆𝒄𝒆𝒔𝒊𝒕𝒐 𝒒𝒖𝒆 𝒄𝒐𝒏𝒇𝒊𝒆𝒔 𝒆𝒏 𝒎𝒊.

Sabía que estaba tardando el doble solo por ir caminando en vez de correr. Pero no podía hacerlo, no es que no quiera, es que no puedo. Sentía que estaba muerta, físicamente hablando, estaba destrozada.

Doy vuelta a la esquina y veo que se acerca un Penitente, trae algo colgando de su cola.

—¡Ayuda! —La persona grita y conozco su voz, es Chuck.

Doy la vuelta por el pasillo de al lado y sigo al bicho por detrás. Aprieto el cuchillo y salto hacia su cola. Lo golpeo con fuerza y cuando la baja, le sigo golpeando en el suelo, hasta que su cola se rompe y Chuck queda libre.

El Penitente se da la vuelta y da un grito aterrador hacia mi. De un salto y en menos de un segundo, se encuentra sobre mi. Acostada en el suelo, busco el cuchillo con las manos, intentando encontrarlo antes de que el monstruo me lastime o me mate.

Encuentro el objeto a mi derecha y justo cuando el abre la boca para morderme, se lo clavo hacia arriba. Da un grito de dolor y antes de que caiga sobre mi, saco el cuchillo lleno de moco verde y me alejo, arrastrándome hacia atrás.

Respiro fuerte y entrecortadamente, de cansancio y miedo. Me paro del suelo cuando el bicho cae muerto a mis pies y miro alrededor. Cuando pienso que me voy a encontrar con la mirada de Chuck, el chico me abraza, antes de que pueda hacer o decir algo.

—Maia, creí que estabas muerta

—Bueno, razones no te faltaban

Abrazo al niño y luego lo separo, tomándolo de los hombros. Me agacho un poco y lo miro, seria y asustada.

—Chuck —susurro. —, ¿qué estás haciendo aquí?

—El área es un desastre, las puertas no se cerraron y entraron los Penitentes, uno de ellos me atrapó y me trajo aquí, menos mal que me encontraste, Maia

—Tranquilo, ahora... debemos volver al área

El de rizos asiente y cuando nos damos la vuelta para volver, nos encontramos con un par de Penitentes.

—Chuck, necesito que confíes en mi y que corras —Le susurro.

Salgo corriendo, intentando no llorar por el dolor de mi pie. Escucho que Chuck viene detrás de mi, casi a mi lado. Llegamos a una pared con lianas y me tiro al suelo.

—Aquí, rápido —Señalo el lugar.

Chuck se tira también al suelo y nos metemos debajo de las hojas. Correr no es una opción, aunque mi pie estuviera bien, nos atraparían igualmente.

Pasan los segundos, los minutos he incluso las horas. Los Penitentes siguen merodeando por el lugar. Levanto la cabeza y veo que Chuck se ha dormido, al menos, esperaba que haya sido eso y no que se haya desmayado.

Mis parpados pesan más con cada segundo que pasa he intento mantenerme despierta, pero estaba muy cansada, agotada y destruida, tanto física como mentalmente.

Mientras tanto...

—Tal vez Gally tenga razón, tal vez es mi culpa, tal vez si maté a Ben, a Maia, a Chuck, a Alby —susurra Thomas, sujetando la inyección del Penitente, con el virus.

—Thomas —Teresa le habla, sabiendo lo que quiere hacer.

—Necesito recordar, Teresa

—¿Thomas? —El pelinegro se inyecta en la pierna. —, ¡Thomas!

Mientras tanto...

Abro los ojos, asustada. Miro a mi alrededor y veo que aún estoy detrás de las hojas, que estoy viva y también Chuck. El chico sigue durmiendo, respirando lentamente.

—Chuck —susurro.

El chico abre los ojos y mira hacia todos lados, asustado.

—Entonces no fue un sueño —susurra mirando hacia la nada.

—Lo sé, pero estamos vivos

—¿Qué debemos hacer ahora?

Miro hacia afuera, a través de las hojas, aún es de noche.

—Parece más calmado, creo que deberíamos salir

Chuck asiente, con temor y duda en sus ojos. Ambos salimos del escondite y miramos hacia todos los pasillos, pero no vemos ningún movimiento.

—Estoy muy cansado y ni siquiera he corrido —susurra el castaño.

—Podemos descansar un poco, antes de volver, tengo algo de pan, podemos comer, recuperar energía y luego seguir, aún faltara una hora corriendo para llegar al área

—Bien, si, me gusta esa idea

Nos sentamos, apoyados en una pared y saco la comida y el agua que me queda en la mochila. Como lentamente mientras observo la pulsera en mi muñeca.

—Me gusta —susurra Chuck y lo miro, el observa también la pulsera. —, ¿tu la hiciste?

—No, fue un regalo, de Minho

Unas patas chocando contra el suelo se escuchan pero no se acercan más. Los dos nos paramos alarmados y miramos hacia todos lados.

—¿Dónde está? —susurra él.

—Espera

Me asomo hacia el pasillo que lleva al área y veo a tres o cuatro Penitente, a lo lejos, custodiando el lugar.

—Están justo por donde debemos ir —Le susurro. —, no podremos pasar, son muchos

—¿Qué hacemos?

—Escucha, Chuck, tengo una idea

—¿Cuál?

—Minho, Thomas y yo, encontramos algo que puede ser la salida, antes de separarme de ellos, les dejé la llave, lo que los guiará hacia la salida, igualmente ellos se saben el camino

—No estoy entendiendo

—Mi sugerencia es que intentemos salir del laberinto y que nos encontremos con ellos afuera

—¿Tu crees que...

—¿Que ellos saldrán?, por supuesto, confío en ellos y sé que lo harán, justo como nosotros, es eso o quedarnos entre las hojas hasta mañana y ver si la cosa mejora, aún que quizá no se vayan de ahí o se vengan aquí, lo cuál sería peor

—Si, tienes razón, veremos a los demás en la salida... pero, Maia, has dicho que ellos tienen la llave

—No te preocupes, podemos conseguir otra, sígueme

Vuelvo sobre mis pasos hasta llegar al Penitente muerto, el que había capturado a Chuck. Me acerco intentando no vomitar, le clavo el cuchillo en lo que parece ser su cabeza o cuerpo y busco la luz titilante roja. Cuando la encuentro, la saco como si mi vida dependiera de ello, quizá así era en realidad. Saco el tubo y lo limpio en mi ropa.

—Muy bien, ya tenemos la llave —Le digo a Chuck, empezando a caminar hacia el interior del laberinto.

Este Penitente había salido de la sección seis, nos queda más cerca que la siete.

El Hilo Rojo: Maze Runner |Minho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora