⊱1⊰

6.1K 482 13
                                    

1

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

1. 𝑹𝒆𝒇𝒖𝒈𝒊𝒐.

La tarde se tiende sobre nosotros, el helicóptero aterriza cerca de un enorme edificio, en medio del desierto. Parece una ciudad entera de tantas luces que se ven.

—¡Rápido, rápido! —Grita el que abre la puerta.

Los mismos hombres de antes nos hacen bajar de allí y prácticamente nos obligan a correr hacia la entrada del edificio que tenemos en frente.

Detrás de nosotros se oyen gritos y disparos. Me doy la vuelta por un segundo y logro ver personas correr hacia aquí, pero parecen monstruos por sus movimientos y sonidos.

Al entrar, las puertas se cierran al instante. Frente a mi, veo un espacio amplio y gris, parece que el suelo y las paredes son de piedra. Esos muros me recuerdan al laberinto y un escalofrío recorre mi espalda.

Niego lentamente con la cabeza, intentando quitarme esa sensación y sigo mirando alrededor. Muchas personas se ven trabajando por el lugar, es tan amplio que algunos se mueven en pequeños carros.

—Por aquí —Dice el hombre que nos guía.

Nos señala el camino antes de seguir avanzando. Entramos a una sala pequeña, con poca luz, una mesa alargada y varias sillas.

—Esperen aquí —Vuelve a hablar.

Sale y cierra la puerta. Me siento en una silla y Chuck a mi lado.

—¿Qué sucede, Maia? —Me pregunta el niño.

—No les creo ni una palabra —susurro.

—¿Crees que son malos? —Habla en voz baja, como si ellos pudieran escucharnos.

—Si, creo que nos están mintiendo, ¿crees que nos encontraron de casualidad?, ¿cómo sabían que nuestros amigos iban a salir pronto?

—No, tienes razón, ¿qué hacemos?

—De momento, fingir que les creemos, los has escuchado en el helicóptero, salvarán a nuestros amigos, debemos buscar a... —Prefiero no mencionar a Minho, aún estaba descubriendo que me pasa con él, aún que sé que el piensa que estoy muerta. —a los demás, quizá los traigan hacia aquí

La puerta se abre y entra un hombre delgado, de cabello oscuro por arriba y blanco canoso por los lados, al igual que su barba. Lleva una chaqueta de cuero.

—¿Están bien?, perdón por la conmoción, nos atacó una horda —Menciona con una sonrisa.

—¿Quién es usted? —Me levanto de la silla al hablar.

—Soy la razón por la que siguen con vida y pretendo mantenerlos así, ahora vengan conmigo, les vamos a dar asistencia

Seguimos al hombre por un largo pasillo, que parece que está en construcción. El hombre observa que Chuck y yo no nos soltamos las manos en todo el camino, pero no dice nada.

—Pueden decirme, señor Janson, dirijo este lugar, para nosotros es un santuario, a salvo de los horrores del mundo exterior, tómenlo como una parada de descanso, una especie de hogar temporal

—¿Nos llevará a casa? —Se voltea y me mira.

—Algo así, por desgracia, no queda mucho del lugar de donde vienen, pero tenemos un lugar para ustedes, un refugio, lejos del desierto, donde Cruel no los volverá a encontrar, ¿les gusta la idea?

—¿Por qué nos ayuda? —Le pregunto sin creerle nada.

—Digamos que el mundo exterior está en una complicada situación, todo cuelga de un hilo extremadamente delgado, el que hayan sobrevivido ese virus, los convierte en la esperanza de toda la humanidad para evitar su extinción, por desgracia, también los convierte en un blanco, como seguramente ya lo notaron

Llegamos al final del recorrido y vemos una puerta doble. Janson se detiene y nos mira.

—Pasando esta puerta, está el comienzo de sus nuevas vidas —Pasa una tarjeta de acceso y la puerta se abre hacia arriba, frente a nosotros hay un pasillo blanco. —, primero lo primero, hagamos algo con ese mal olor —Aparece una mujer y nos extiende ropa doblada a cada uno y una toalla blanca.

Janson nos hace un gesto con la cabeza y lo seguimos hacia el final del pasillo, allí hay dos puertas, con símbolo de chicas y de chicos.

—Son las duchas, pueden entrar —Nos dice al ver que no avanzamos.

—Maia —susurra Chuck.

—Tranquilo, nos encontraremos justo aquí, ¿si?

—Bien

Entro a la puerta de la derecha y él a la de la izquierda. Cierro la puerta y me quito la ropa cuando llego a la primer ducha. Son muchas, una al lado de la otra. Agradezco que no haya nadie más aquí, aunque sólo sea de chicas.

Abro las canillas y regulo la temperatura, a mi lado veo shampoo, acondicionador y jabón líquido.

Me meto bajo el agua, está perfecta. Me permito cerrar los ojos y relajarme por un minuto.

Abro los ojos al sentir algo raro caer de mi nariz, miro al suelo y veo gotas de sangre que se desvanecen con el agua que cae. Quizá era algo normal después de todas las heridas que recibí.

Me termino de duchar, cierro las canillas y me seco el cuerpo con la toalla. Me pongo la ropa que me dieron, unos leggins negros y una camiseta roja básica, de tirantes. Me pongo las medias, las zapatillas y me acerco al espejo. Allí hay unos peines dentro de unas bolsas selladas, tomo uno y lo leo, dice que es descartable. Lo abro, me peino y luego lo tiro a la basura.

—Puedes lavarte los dientes aquí —Aparece una mujer detrás de mi. Me señala una estantería llena de cepillos descartables y una máquina expendedora de pasta dental.

—Si, gracias —La señora se lleva toda mi ropa, la que traía puesta y sale de la sala.

Cuando termino de hacer todo, salgo del lugar y me quedo en el pasillo, a los segundos aparece Janson y me sonríe.

—Mucho mejor, ¿verdad? —susurra.

—Amm, si

Sale Chuck con sus rizos mojados. Nos volvemos a tomar de las manos y Janson ríe.

—¿No eres muy pequeño para salir con ella, amigo?

—¿Qué?, ella no es mi... es mi...

—Somos hermanos —Miento.

—¿Desde cuándo? —Pregunta el hombre, con curiosidad.

—Me encantaría decirle pero Cruel borró mi vida —Le hablo con cierto asco al mencionar a Cruel.

—Por desgracia, así es, lo lamento... síganme, ahora iremos a que les hagan unos chequeos generales

El Hilo Rojo: Maze Runner |Minho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora