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17. 𝑺𝒂𝒍𝒊𝒅𝒂.

Cuando llegamos a la sección seis, los rayos del sol empezaban a aparecer. Tuvimos la suerte de no encontrarnos con otro Penitente.

Al girar a la esquina, veo uno de esos enormes monstruo, casi me ve, eso me hace retroceder y empujar al chico contra la pared para que aquella cosa no nos vea.

—¿Es un Penitente? —Pregunta él.

—Si, no debería, ya es de día —susurro y me asomo para mirar.

El Penitente observa el lugar, da vueltas, luego unos pasos para delante y vuelve hacia atrás. Parece que está cuidando la entrada al túnel y no se ira de allí, al menos no hoy ni pronto.

—¿Crees que esa sea la salida?

—Probablemente, quizá su entrada sea nuestra salida, si —Me giro hacia Chuck y le doy el cilindro. —, quiero que lo lleves y te quedes detrás de mi, ¿de acuerdo?, tenemos que llegar a la puerta —El asiente mientras aprieta el objeto. Me pongo el cabello, que cae por mi rostro, detrás de mis orejas y suspiro. —, uno, dos... ¡tres! —Doy un grito y comienzo a correr hacia el Penitente.

El suelo se convierte en una pasarela con huecos a ambos lados, algo que ya había visto una vez. Levanto mi cuchillo hacia el Penitente que agita su larga cola, da un grito y se acerca rápidamente hacia nosotros. Levanta sus patas para atacarnos, Chuck se desliza por debajo y yo le clavo el cuchillo en la cabeza, se tambalea y casi cae por uno de los lados.

—¡Chuck, a la puerta!

El monstruo levanta la cola y me da un golpe en el estómago, lanzándome aún más lejos de la puerta.

—¡Maia!

Me levanto del suelo rápidamente, aún sin poder respirar bien, después del golpe. Siento que mis codos y mis rodillas arden pero corro hacia el Penitente, sin prestarle atención al dolor de mi tobillo y le clavo el cuchillo donde se supone que tiene los ojos.

El Penitente se enoja bastante y me vuelve a dar con su cola, esta vez no alcanzo a levantarme tan rápido y se pone sobre mi, aprisionándome contra el suelo. Llega Chuck, toma el cuchillo y también le hace daño al bicho, parece que bastante por que el Penitente le da con la cola, lo manda lejos pero el monstruo se retuerce y retrocede, casi perdido.

—¡Maia!

Me giro hacía Chuck y está sujeto con una mano al borde del suelo, a punto de caer.

—¡No! —Grito.

Corro hacia el y me tiro al suelo sin pensarlo, justo cuando el se suelta, alcanzo a tomarlo de la mano.

—¡Aah!... ¡aguanta!

Lo estiro hacia arriba con todas mis fuerza y a pesar de que nuestras manos están sudando, no lo suelto. Una vez que los dos estamos fuera del peligro de caer hacia el vacío, tomo el cuchillo y empujo a Chuck hacia la puerta.

El Penitente vuelve a intentar atacarme. Detrás de mi se abre una sección cuando Chuck se acerca con el cilindro, son las puertas que van hacia arriba.

—¡Corre, Chuck, corre! —Le digo mientras nos adentramos bajo las puertas.

El niño se pierde por el agujero circular de la pared, me doy la vuelta y el Penitente me sigue. Me detengo y le lanzo varios golpes, a su horrenda cara, que lo hacen retroceder un poco.

—¡Maia, hay un código, ocho números!

—¡Déjame pensar!... ¡aah!

El Penitente se lanza sobre mi y me vuelve a acorralar en el suelo, pisa con sus patas y me hace una herida en el brazo, enseguida comienza a sangrar y duele muchísimo.

—Piensa, Maia, piensa —susurro.

¿Ocho números?, me puse a pensar en donde he visto números desde que llegué al área.

—¡Chuck, ya sé que es! —Recuerdo las secciones del laberinto, Minho me las dijo y también las vi en aquellos carteles.

—¡Dime!

—¡7... 1... 5... 2... 6... 4... 8... 3!

El Penitente intenta morderme pero le clavo el cuchillo en el paladar, retrocede lo suficiente para que pueda ponerme de pie y salir corriendo, pero sé que me sigue de cerca. Todas las paredes sobre mi comienzan a cerrarse en secciones, una tras otra, justo detrás de mi, alcanzo a pasar y el Penitente que viene detrás es aplastado por la última puerta. Luego de eso, una compuerta circular se cierra frente a mi y nos quedamos totalmente a oscuras.

—Chuck, ¿estás bien? —susurro.

—Maia, Maia

La mano de Chuck se encuentra con la mía, entonces una puerta se abre detrás de nosotros. Deja entrar una pequeña línea de luz, me acerco y la empujo. Ambos salimos de allí, hay un extenso pasillo frente a nosotros, que va de derecha a izquierda y parece no tener fin. Las luces del techo se van encendiendo una a una.

—Tu brazo

Me quito la otra manga de la camiseta y la enrollo sobre la herida, ya no me duele tanto y sangra menos.

—Tranquilo, no es nada, vamos

Mis pasos me llevan hacia el pasillo de la derecha. Nuestros pasos retumban entre las paredes de metal, de repente se escuchan titilar las luces del techo y de vez en cuando cruzamos por unas tuberías que lanzan humo o gas. Nos acercamos a una luz verde, a su lado hay una puerta negra con un cartel que dice "salida".

—¿Qué? —susurra él.

Miro a Chuck sin entender si es de verdad o una simple broma. Me acerco a la puerta y la abro. Se ve un pasillo hacia en frente, una luz naranja que parpadea entre el humo blanco, una sirena que suena lejana pero es perceptible y varias personas tiradas en el suelo.

Entro a la sala, veo trozos de vidrio por todo el suelo, y sangre por las paredes.

En el lado derecho se ve una ventana, me asomo y en otra sala veo a dos personas en camillas y cubiertas con unas sabanas blancas. Al final del pasillo hay una puerta de vidrio que está destrozada, la empujo y entro.

En el centro de la sala hay una enorme mesa negra, ovalada con varias sillas, algunas en el suelo, hay pantallas sobre la mesa y por supuesto, gente en el suelo, todos llevan batas de científico.

Las luces del techo hacen cortocircuito y lanzan chispas sobre la enorme mesa.

En la pared de la izquierda, hay más pantallas que muestran el laberinto y el claro.

El Hilo Rojo: Maze Runner |Minho|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora