Capítulo 2

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Mi vida había cambiado demasiado estos días, de vivir en paz casi un año, donde intenté encontrarme a mí misma a romper con Max y acostarme con mi jefe. Por culpa de lo que pasó esa noche ya no es solo mi ex quién revolotea en mi cabeza, de hecho, Noah se pasa la mayor cantidad del tiempo allí, porque mi relación ya estaba rota muchísimo antes de la cobarde ruptura, mi relación, era pura constancia de mi parte en mantener algo a flote, mi relación era mucho más mía que de los dos.

Mía... quizás ella fue quién me ayudó y no quién me jodió más. Ese mismo día de la fiesta, descubrí que se llamaba así la persona por la que Max se mudó a Barcelona.
Lo peor de la situación, tampoco viene siendo que me haya engañado, sino el hecho de que toda su familia, la cual consideraba mía también, estuvo por más de 6 meses aparentando que no pasaba nada y ayudando a Max a llevar una doble vida sin motivo alguno. Pudimos ser libres mucho antes si hubiera sido sincero y así nadie sufría tanto tiempo.

Me levanté del sillón donde me quedé dormida y salí corriendo al baño, hoy por suerte no iba a llegar tarde, me vestí con mis típicas medias altas negras y con mis faldas de cuadros hasta la rodilla, una blusa de mi tienda favorita coreana, par de coletas a los lados y para terminar mi estilo japonés, o según yo el intento, un par de botas negras.

Cuando ya el reloj marcó la hora, salí corriendo a pesar de que todavía me quedaba mucho para comenzar mi turno. El trayecto desde los suburbios al centro de la ciudad era largo y tedioso, y siempre la gran cantidad de personas en la calle en esos horarios hacían que la caminata y montarse en los medios de transporte sea un fastidio.

Tenía que pensar en comprarme un carro seriamente porque las idas hasta el metro duraban más casi que lo que duraba el trayecto hasta el centro y luego hasta la oficina.

Nueva York generalmente suele ser un destino bastante fresco en comparación con mi lugar de nacimiento, Florida, pero en pleno junio hacía más calor que en el mismísimo infierno.

Faltaban 15 minutos para entrar, pero quería estar allí antes incluso que mi propia jefa para ver si le agradaba al menos una vez, sé que sueno algo tonta, pero no podía permitirme perder este trabajo, de ser así, ya lo hubiera dejado hace unos días atrás después de lo que pasó con mi jefe.

El elevador abrió sus puertas y respiré profundamente cerrando mis ojos y alzando un poco mis manos en señal de agradecimiento al espíritu divino en el cielo de mis padres, aunque mi gratitud solo duró hasta el momento que choqué con un cuerpo mucho más firme y grande que el mío, aunque esa es una comparación un tanto redundante porque con mi corta estatura hasta un niño de diez años es mucho más grande que yo.

Quedé pegada como mosca en una trampa por segundos y aunque haya sido efímero pude respirar su aroma. Y no me hizo falta alzar la vista para saber que el saco de músculos de 1.90 metros que olía a perfume caro masculino y elegante no era nada más y nada menos que Él, mi jefe.

Vaya formas de cobrarme el destino haber nacido a finales de febrero en año bisiesto y por consiguiente ser Piscis.

Sus intensos ojos azules me miraron y yo como tonta impresionada, ni siquiera pedí perdón, me quedé encandilada por las dos grandes lunas color mar que cada segundo se oscurecían más.

-Señorita Luna -Se aclaró la garganta- al parecer esta va a ser la forma profesional de vernos estos días. -Me aparté un poco- Justamente estaba esperando que llegara para requerir sus servicios. -Su tono era airado, aunque la forma que me miraba denotaba algo totalmente diferente que no pude identificar.

Uff esa voz tan firme y varonil no hizo más que ponerme nerviosa al punto de no poder articular palabra nuevamente.

Asentí y después de que me hiciera señas de seguirlo, volví al elevador detrás de su impresionante figura como si estuviera hipnotizada, aunque idiotizada creo que quedaría mejor, joder, esta cosa que me hace sentir el témpano de hielo de mi jefe ni cuando empecé con Max la sentí. -Vaya formas de hacer duelo por nuestra relación estoy haciendo- Aunque el muy cabrón no se lo merece.

-Necesito que expliques esto a mis socios nuevamente- Me hizo una seña hacia donde su acompañante llevaba la pila de papeles antiguos que dejé ayer en su oficina- Y quiero que le exponga todo lo que me dijo acerca de las faltas que encontró en el análisis de los errores y desfalcos, no quiero que el nuevo programa vuelva a darme bajas en las cuentas de la empresa.

Asentí en señal de afirmación, pero me mantuve callada en lo que el elevador abría en la puerta número 20 y nos daba vistas a una amplia sala de conferencias con varias sillas repletas de hombres con trajes y un proyector gigante con el logo de la compañía.

Después de dos pasos al frente me quedé congelada y una pausa se hizo en mi mundo haciendo que mis ojos fueran los que viajaran como locos por toda la sala evaluando la situación, yo siempre he sido mala para hablar incluso con una sola persona observando, ¿cómo lo haría con los cerca de 50 hombres que había allí? ¿Acaso estaba loca? Me golpeé mentalmente.

En medio de mis divagaciones lo vi a él, señalando el podio principal con un gesto y luego tomando asiento mientras me agitaba con la mirada, no había mucho que discutir, fue el CEO quien me lo pidió personalmente y ahí corría el riesgo de que me botaran para siempre y adiós a mis sueños.

Tomé aire, me paré delante de todos y esperé a la señal del sonidista para poderles explicar a todas las personas adineradas que estaban allí sentadas, como incluso en la reparación de errores que hicieron hace tres años atrás en sus finanzas, dejaron muchos huecos sin rellenar, yo, una simple estudiante recién graduada, que apenas podía con su propia economía.

Luego de casi dos horas sudando hasta por los codos sin ningún reparo cada vez que alguien me pedía profundizar en alguna de las cosas que se me ocurría cada vez que miraba la pantalla o los papeles que previamente habían colocado para mi intentando improvisar, me pude zafar de esa tortura.

Antes de caminar torpemente a la salida cuando me hicieron señas de que ya había terminado mi turno y comenzó otro de los peones que como yo sudaba como un sapo, bajé de aquella tarima de personas millonarias y le di un último vistazo al CEO buscando su aprobación para irme, interpreté el movimiento que hizo con su cabeza hacia el elevador, y corrí hasta el piso número 27 a esconderme detrás de mi puesto a ser invisible como siempre. Por hoy ya era suficiente escándalo.

Aunque al parecer mi supervisora opinaba exactamente lo contrario- ¿Por qué te molestas en sentarte? - Me dijo de mala gana asomando una sonrisa de victoria - ¿Qué acaso no fui clara ayer? Puedes pasar mañana a recursos humanos por tus papeles.

¿No entendía? sí, no estaba en mi puesto de trabajo, pero estaba resolviendo las mierdas que rondaban a la empresa desde 2020.

Pero como tonta que soy mi voz se congeló y mis ojos se llenaron de líquido, no pude decir ni una palabra para defenderme, aunque al contrario de lo que me esperaba, en estos momentos si tenía un príncipe azul que me salvara el pellejo.

-Tienes razón en eso Helen, puedes tomarte el resto del día para que prepares tu cambio al departamento de finanzas -Dijo refiriéndose a mi- y no olvides ir a recursos humanos porque ahí va a estar todo lo relacionado con el traslado. -El mundo dejó de dar vueltas cuando se me paró delante con una sonrisa que me hizo suspirar sin darme cuenta y me puso una mano en el hombro- Hiciste un gran trabajo hoy.

Demás está decir que todos en la oficina me miraban como un bicho raro que obviamente soy, pero en estos momentos estoy segura de que nadie sabía lo que había pasado en la hora anterior, y estoy segura de que las teorías son bastante descabelladas.

Sacó la mano de mi hombro, me guiñó un ojo y se perdió tras las puertas que llevaban a su oficina.

Quizás ser Piscis no era tan malo cuando tu jefe es Tauro.

DCEO Y Constelaciones (Ya Disponible En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora