Capítulo 45

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Cerca de 5 días habían pasado desde la visita al doctor y al orfanato y en la relación entre David y yo no había ningún tipo de cambio, parecíamos ser grandes amigos, pasamos las tardes enteras, después del trabajo dedicándonos tiempo a conocernos y muy en el fondo me tranquilizaba y me hacía sentir cómoda el respeto que había decidido poner hacia mi figura, aunque seguía hablando de sus intenciones de que yo formara parte de su familia.

De hecho, nos encontramos en un vuelo privado camino a New York porque quería darles personalmente la noticia a sus padres del trasplante de células madre de cordón umbilical de mi bebé el cual me había pedido hacer conocer ante mundo como que era suyo. Y claro, no me había negado, porque así si Bela no dice nada, todos creerían que mi hijo es de David y estaría a salvo de su verdadera familia.

Ya casi era hora de aterrizar y prácticamente habíamos pasado todo el trayecto a New York arreglándonos porque íbamos a llegar en medio de una fiesta que estaban dando sus padres por su Aniversario número 50, David me había comprado un bonito vestido de gala para embarazada que dejaba ver mi pancita ya lo suficientemente abultada como para notarse con solo de mirarme, con un poco más de 5 meses y medio.

Estaba nerviosa, lo admito, y más cuando nada más aterrizar el investigador privado que habíamos contratado para encontrar a mi madre me había dicho que por fin habían localizado una pista, que tardaría dos días más al menos en poder asegurar su localización exacta, pero ya eso era suficiente para mí para tener esperanzas nuevamente.

New York estaba como justo lo recordaba, salvo que para esta temporada del año ya se comenzaba a sentir frío en las calles y como mi ahora novio, era todo un caballero, entré por las puertas de la gran mansión con su chaqueta puesta por encima de mis hombros, sin opacar en absoluto la delicadeza de mi figura maternal en aquella pieza. Cada parte de mí gritaba cuánto había cambiado desde la última vez que había puesto un pie en la gran manzana.

Debo confesar también que mi miedo por ir a aquella fiesta era la presencia de la familia Thompson, pero David me aseguró que después de las críticas que estaban teniendo, por los revuelos en redes sociales, lo más probable es que no se portaran por allí esa noche y yo simplemente le creí.

La casa estaba repleta de invitados, y yo lo agradecía pues así me podría mezclar fácilmente, aunque de vez en cuando en lo que buscamos a los padres de David, algún que otro invitado nos paraba a saludarnos y tenía que hacer presentaciones formales como la novia del hijo del medio de los anfitriones.

Cosa a la que aún no me acostumbraba, pero que tenía que hacerlo ahora que mi fortuna era incluso mayor que la de los padres de mi ahora novio y tenía que ganar estatus en la sociedad.

Después de caminar un poco, justo cuando llegamos al centro del gran salón recibidor, el señor y la señora Wallas se encontraban sentados en una de las mesas degustando de copas con amigos que no conocía. -Mamá, papá- Les llamo David para saludarles, a lo que los señores al ver a su hijo parado delante de él respondieron con alegría.

-Cariño, que sorpresa- La señora Wallas lo había abrazado, separando sin notar el agarre de la mano de su hijo con la mía y a este se sumó su padre también sin apenas notar mi presencia. -Es un milagro que te acordaras del aniversario de tus padres, a ti no te gusta venir a estas fiestas.

-En realidad madre, escogí este día para darles de regalo una excelente noticia. -Se giró y tomó mi mano, acercándome al círculo. -Ella es mi novia, Eva, quien está esperando a mi hijo, quien me va a dar una oportunidad más, dándome sus células madre.

Los señores quedaron fríos por un instante en lo que procesaban toda la información, y cuando pensé que iban a reaccionar de la forma más mala posible, la mujer se abalanzó a mis brazos robándome prácticamente un abrazo -Gracias cariño. -Por su voz cortada supe que había comenzado a llorar en mi hombro y mi más sincera acción fue corresponder al abrazo y darle pequeños golpecitos en la espalda, que no duraron mucho, porque de repente, las voces de los invitados habían bajado el volumen intentando descifrar la conmovedora imagen y en medio de todo aquel silencio, una imponente voz sobresalió.

- ¡Qué mierda es esto!

La madre de David y yo nos separamos rápidamente y giramos a donde venía, mis nervios habían hecho que mis manos entraran en un temblor incontrolable, incluso, estoy segura de que hasta mi mandíbula tiritó por un instante.

Vi a David llevarse una mano a su rostro y acercarse a Noah y susurrarle algo que nadie más escuchó, haciendo que lo siguiera acto seguido, no sin antes dejarme una última mirada de dolor.





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