Capítulo 10

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Hoy era el supuesto gran día del viaje y la secretaria del señor Miller me había llamado temprano en la mañana para confirmar mi asistencia, hablarme sobre mi propósito en la reunión y comunicarme que un taxi me iba a estar esperando para cuando saliera del aeropuerto para llevarme directamente al hotel.

El vuelo duró hora y media, pero al ser en primera clase fue extremadamente cómodo, me dio la oportunidad de estirar mis pies y recostarme a descansar un poco, esa mañana las náuseas no me dejaron dormir ni comer nada y los remedios de mi abuela, aunque ayudaban en algo a lo largo del día no estaban siendo del todo efectivos.

Washington era más bella de lo que esperé y había más calor del que me imaginé que haría también.

A mí pesar no tendría tiempo de hacer turismo por la Casa Blanca o el Capitolio, lugares que siempre había querido conocer, pero el taxista se tomó el atrevimiento de irme mencionando algunas de las estructuras relevantes que iban apareciendo en el camino a medida que nos acercábamos a nuestro destino final.

Me pareció una persona agradable, era alguien igual que yo, sencillo y modesto, que tuve que mandar un par de veces a que no me dijera señorita ni señora porque no merezco ser tratado como la alta Cúpula.

El Taxi parqueó en la avenida Pennsylvania en frente de lo que parecía un castillo. Waldorf Astoria rezaba un cartel delante de tan imponente edificio.
Me despedí de Randy, el chico del taxi y rodé mi maleta hasta el interior.

Apenas llegué a la recepción les mostré mis documentos y como si fuera algún presidente o algo, uno de los chicos vestidos con el uniforme me saludó y tomó la maleta que al igual que yo contrastaba con cada centímetro de lujo del lugar, la montó en un carrito y prendió camino a mi habitación.

Subimos dos pisos hasta llegar al cuarto 1212, y el joven que me guiaba no paraba de hablar de cosas del servicio que me parecieron protocolo innecesario.

Y justo cuando me estaba indicando como la tarjeta magnética abría la habitación, como si yo fuera cavernícola, mis ojos chocaron con los suyos, Noah estaba delante de mí intentando entrar a la pieza de al lado, mirándome con expresión de asombro, lo que me llevó a cuestionarme si quizás él no sabía que iba a estar ahí.

El chico de antes se acercó a mí y dejó la llave en mis manos haciendo que perdiera el contacto con mi jefe y para cuando se fue y yo di vuelta, él estaba casi encima de mí.

- ¿Qué haces aquí? ¿Por qué mierda viniste? -Su mano agarró mi muñeca, me estaba lastimando, pero ni siquiera lo notó por la chispa de rabia que desprendían sus pupilas.

Hice un movimiento incómodo acompañado de una mueca para que se percate de mi dolor, pero lo siguiente que hizo fue arrastrarme al interior de su habitación.

- ¿Me vas a decir ahora que mierda haces entrando a esa habitación y quién mierda te invitó?

No aguanté el dolor y antes de responder usé mi otra mano para sacar a la fuerza su agarre, tenía la muñeca roja y de seguro iba a dejar una marca. - ¿Qué mierda te pasa? A ti no te importa lo que hago con mi vida. -Posó sus ojos en mi ahora lastimado brazo y vi arrepentimiento en su rostro, aunque para mí ya no contaba, el daño estaba hecho.

Pero ninguna palabra de disculpa salió de su boca.

Tomé la manilla de la puerta para ir fuera lo más rápido que pude, pero sus manos me agarraron por la cintura nuevamente. -Te hice una pregunta, por favor responde.

La voz esta vez estaba más pacífica, yo diría que fue casi un ruego.

-Ayer me invitó la secretaria del señor Miller. -No le di más detalles porque los consideré irrelevante.

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