Capítulo 35

79 6 0
                                    

Hoy entraba en mi segundo trimestre de embarazo, tenía mi tercera consulta y Bela estaba conmigo acompañándome, últimamente no se separaba de mí porque decía que tenía miedo, que sentía que las personas la seguían y yo la entendía perfectamente, está pasando por fases y su mente está intentando recuperar su estabilidad, aunque yo me estaba empezando a contagiar de tanta paranoia.

El gel líquido se corría por toda mi barriga que ya se empezaba a notar bastante abultada (por los cuatro meses de embarazo) impulsado por el lector, enseñando en la pantalla la forma de mi bebé, que ya había pasado de ser un pequeño bulto a un feto en formación.

Se veía tan pequeño e indefenso que no sabría decir si eran las hormonas o el amor de madre actuando que me dieron ganas de llorar solo de pensar que en unos meses no estaría en mi pancita y ya no lo tendría que ver solo por radiografías, sino que estaría en mis manos y lo vería crecer y ser un niño feliz.

-Me temo que todavía no podemos ver el sexo del bebé, pero si puedo asegurarte de que está creciendo sano y saludable, ¿quieren escuchar los latidos?

Asentí limpiando mis lágrimas después que el doctor me interrumpiera mis pensamientos.

-Quizás en la siguiente consulta podamos saberlo, no te desanimes.

Agradecí y una vez terminó limpié el líquido de mi estómago, agarré mi teléfono que había dejado a un costado y no pude evitar leer un mensaje que sobresalía en medio de todas las notificaciones

NO DEBeRÍAS ESTAR vIVa.

Las letras convenientemente acomodadas en cursivas y minúsculas hacían que me diera aún más miedo ya que juntas rezaban mi nombre, nadie envía un mensaje tan meticulosamente escrito sin intención. Aunque ya tenía claro quién era, semanas atrás, mi madre me había dicho algo similar.

Tomé a Bela de la mano y sin demostrar el miedo que me calaban los huesos salí de la consulta de la doctora hasta mi nuevo vehículo para ir directamente a dejar a Bela en la Univ. e intentar calmar el miedo que me dieron esas palabras a solas.

...

Mi nuevo jefe se había ido a New York hacía un par de semanas atrás y no había vuelto a tener noticias de él, en su lugar estaba una de sus primas, la cual era muy amable conmigo, más aún cuando se dio cuenta que mi pequeña pancita no era de gases.

En general, todo marchaba sobre ruedas, a excepción de que a al mensaje que me enviaron el día de mi consulta, le siguieron varios.

OCULTARTE NO SeRvIRÁ DE NADa

VAMOS A REGReSAR TU CADAvER A DONDE PERTENECE PRINCESa.

IGNORANDOMe NO vAS A OLVIDaRME

VAS A SUFRIR Y DeSPUES vAS A SUPLICARME PIEDaD

Cada día llegaba uno diferente y se iban acumulando en la pestaña de mensajes, así podía verlos y torturarme pensando en lo que le hice a mamá para que le deseara la muerte a su propia hija.

Es que ni siquiera me cabía en la cabeza por qué yo no podía ser feliz como los demás.

Y lo peor de todo era que no quería ir a la policía incluso cuando sentía que mi vida corría peligro, quería desde el fondo darle una oportunidad y esperar a la redención de la persona que me dio la vida que cada vez se veía más como una extraña.

Sabía que no tenía tiempo para pensar al respecto, porque la vida de más personas también estaba en riesgo e incluso la de mi propio hijo nuevamente, y no iba a dejar que nada le pasara. Así que me las tendría que arreglar para cuidarnos a todos yo sola.

En estos momentos estaba entrando en mi oficina, a la par que leía uno de los nuevos mensajes que me enviaba el número desconocido.

IGNORAR MIS MeNSAJES NO TE vA A SALVaR.

Esta mierda me estaba cansando, y el día en la oficina tampoco fue lo mejor que podía ir, esa tarde regresé más cansada de lo que iba a diario, era como si las extremidades no me quisieran funcionar por falta de aceite, los párpados me pesaban y una vez que reposé mi cuerpo en el carro y un sueño inexplicable intentó apoderarse de mí.

Estaba atontada y no comprendía nada, recosté mi cabeza al timón de golpe haciendo que el carro pitara y escuché movimiento afuera del coche acompañado de unos pitidos agudos que no sabía de donde provenían. La puerta del piloto se abrió y alguien agarró mi cuerpo de golpe, sin yo poner queja, los pitidos se hacían cada vez más rápidos y sentía como no podía mover mi cuerpo que con dificultad la otra persona arrastraba hasta refugiarnos detrás de las paredes que cubrían las escaleras, cuando un sonido aterrador hizo eco en todo el edificio, y lo siguiente que vi fue humo negro y un fuerte apretón de parte de la persona que me había salvado como si intentara asegurarse de que nada me sucediera.

DCEO Y Constelaciones (Ya Disponible En Amazon)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora