Capítulo 19

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Despertarme con la noticia de que Max iba a estar conmigo en aquella casota me levantó muchísimo el ánimo, a tal punto de que me encontraba a esas alturas sentada en el césped perfectamente cortado del patio, tirándole un juguete a mi perro y esperando a que lo recogiera y me lo entregara. Su pelaje dorado brillaba con el poco sol que las nubes en el cielo dejaban salir y se le veía feliz, desde cachorro siempre vivió en el departamento, sin ver apenas la luz del exterior y eran contadas las veces que pude llevarlo a interactuar con la naturaleza.

Definitivamente verlo así me estaba haciendo ser feliz también a mi sin siquiera notarlo.

La hierba a mi lado se hundió, dejándome saber que alguien más había tomado asiento, despedía un aroma a Margaritas y de lejos se sentía que su aura estaba herida, pero que no quería perder la lucha y hundirse en la miseria. - ¿Puedo intentarlo yo? -Su voz estaba cansada, como si hubiera pasado toda la mañana llorando y sus ojos me decían que mis pensamientos estaban en lo correcto.

Le sonreí de vuelta y le tendí el hueso de juguete favorito de mi perro.

Al parecer mi sonrisa era contagiosa, porque su semblante se alegró y de una vez le lanzó el juguete a Max que estaba ansioso por ir detrás de él. -Debería pensar en tener uno.

- ¿Quieres un juguete para perros? -Bromee- Porque tengo muchos con los que Max no juega.

Una pequeña risa salió de su garganta-Me refería a un perro -Dijo tomando el juguete nuevamente de la boca de Max y lanzándolo. -Cuando tenga que regresar a mi casa lo voy a necesitar para que nos haga compañía a mi bebé y a mí. -Pude notar como poco a poco se le apagaba el brillo hasta que Max regresó de nuevo y rescató algo de la luz que quedaba.

-A propósito, felicidades por el bebé. -Señalé su barriga- ¿Cuánto tiempo tienes?

Mi perro se había olvidado de entregar el juguete y se entretenía con una ardilla en un árbol. -No debe de ser más de un mes, pero con lo descuidada que soy, no me extraña que ya tenga dos.

Una duda momentáneamente se instaló en mi cabeza, no recordaba haber tenido mi período este mes, pero también soy un desastre para estas cosas. Aunque las veces anteriores usamos protección, excepto...

No, fue solo una vez, y ni siquiera recuerdo a detalle si usamos o no. - ¿Estás bien Eva?

Me costó un poco salir de mis pensamientos, estaba preocupada -Si, gracias. Veo que ya conoces mi nombre y yo todavía no conozco el tuyo formalmente.

Intenté cambiar el tema para desviar la conversación, la verdad, no estaba bien, había tenido náuseas y mareos todo el mes, y esos definitivamente son síntomas de embarazo, y no quería tortura, pero si era así, estaba delante de un problema más grande del que creía.

-Bela, mucho gusto- Estiró la mano y yo le correspondí- Fuiste muy valiente estos días, yo apenas hubiera logrado la mitad de las cosas que lograste.

- ¿Valiente? - Solté una carcajada- Todas las veces alguien más me salvó el trasero, yo no soy más que una cobarde.

- ¿Cobarde? eres mi super héroe, ya quisiera yo tener el valor de enfrentar las cosas como tú lo haces -Señaló a su rostro y la ví esconder un gesto de tristeza.

- ¿Es tu esposo quien lo hace? me refiero a los morados en tu rostro, ¿es él? -Una inexplicable molestia se alojó en mi interior, me vi reflejada en el espejo de Bela.

Asintió de manera tímida, como cachorro regañado -Todo comenzó hace dos semanas, cuando nos enteramos de que estaba embarazada, él no quiere hijos y yo olvidé algunas veces la píldora. Pero quizás la historia no comenzó ahí, quizás él solo no quiere tener hijos conmigo porque nuestros padres nos obligaron a casarnos.

- ¿Qué edad tienes? -Señalé su semblante, ni siquiera llegaba a 20.

-18, en dos semanas cumplo 19. Llevamos menos de un año juntos, pero ya intenté rogarle a papá muchas veces, porque me obliga a estar con él y ni siquiera en el acuerdo prematrimonial estaba estipulado lo de tener relaciones. -Su mirada calló en Max que para ese entonces corría como un loco de extremo a extremo del lugar.

-Yo sé exactamente lo que estás sufriendo y no deberías permitirlo.

- ¿Lo sabes? ¿Acaso tú? ...

Asentí -Mi ex y yo tenemos una historia complicada, él era un pijo y yo una niña huérfana, y al principio me sedujo, y me envolvió en sus cuentos, para ese entonces no era el monstruo que se convirtió, hasta que terminé dependiendo completamente de él. Una vez que cumplí 18 y me libraron del orfanato, no tenía lugar donde ir y ya había tenido suficiente de la calle, así que no me quedó más remedio que ir a su piso alquilado en los suburbios, donde traficaba drogas y servirle de esclava sexual y criada, en lo que buscaba un futuro. <

>Supongo que debe de haber un síndrome igual al de Estocolmo para esta clase de situaciones, porque me enamoré y terminé soportando toda clase de cosas espantosas, aunque para su familia y el resto de las personas éramos una pareja normal, claro, solo era fachada para que no descubrieran lo que realmente hacía en los suburbios. Hasta hace un año atrás cuándo me dijo que sus padres le habían conseguido una beca en España y se iba a estudiar. Lo cual no resultó ser mentira a medias, él la aceptó más porque una de las novias de sus amigos se iba para allá también, así que la siguió y yo me quedé como idiota pagando sus deudas, hasta que ella me llamó y me contó toda la verdad.

-Al lado de ti, mis problemas parecen un simple capricho de niños.

-Pues no lo son, podrían llegar a ser incluso peor, deberías denunciarlo Bela.

Una risa amarga salió de su boca- Papá sabe que me golpea, y aun así me dijo que debía de callar porque sus negocios con la empresa de mi esposo apenas comienzan y que quizás en el futuro cambie.

-No va a cambiar y lo sabes. -Asintió.

-Yo amo a alguien más.

Fue la última palabra que necesité para darme cuenta de que su vida era semejante a la mía. Una mierda.

Automáticamente la abracé, no sabía por qué, pero quería proteger a aquella chica para que no pasara todo lo que pase yo- Si quieres, Max estaría contento de hacerte compañía.

- ¿Me regalarías a Max? -Sus ojos le brillaron.

-El me acompañó cuando me sentía sola, y estoy segura de que le va a gustar acompañarte a ti y al bebé ahora.

Nuevamente nos fundimos en un abrazo, y pensé que estaba loca al regalarle al único que me acompañaba a alguien que apenas conocía, pero nada más de mirar al Golden Retriever correr de un lado para otro, feliz por su libertad, no lo pensé más de dos veces. Estoy segura de que juntas, esas dos almas iban a comenzar a colorearse

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