Cap. 2.

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By Anna.

Recuerdo perfectamente como había sido mi primera clase de Sociología en la facultad de Derecho, había tenido una pequeña discusión con una de mis compañeras de salón porque ella había dicho algo relacionado con el tipo de sociedad al qué se inclinaba, había sido tan despectiva qué hasta el profesor de la materia se le había quedado mirando con una pisca de odio.
Me atreví a interrumpirle frente a toda la clase, diciendole que todos los que estábamos en el salón queríamos oír al profesor y no a ella, nunca me atrevía a hacer esa clase de cosas, más bien siempre era del tipo silenciosa de las que pasaba completamente desapercibida en cualquier lugar, no me gustaba llamar la atención ni mucho menos discutir, me avergonzaba con facilidad, y me costaba muchísimo trabajo desenvolverme, aunque mi torpeza algunas veces me hacía quedar en evidencia frente a las personas y me costaba trabajo mantenerme en el anonimato.
Pero ese día Erica me había colmado la paciencia con su prepotencia, comenzó a atacarme intentando mostrar superioridad con su amplio vocabulario elocuente, eso le intimidaba a todos, incluso a mí. Terminamos discutiendo ya que perdió la paciencia al sentirse menospreciada por la poca impresión que le di a sus palabras.
Desde ese día el profesor Rene me había tomado un cariño especial, Erica la elocuente, me odiaba.

La clase estaba por terminar siendo alrededor de las seis de la tarde, comencé a guardar mis cosas en mi mochila y tomé unos cuantos libros en mi mano, para salir disparada de allí apenas tocarán el timbre qué daba termino a la jornada.
Acomodé mi cuerpo sobre la dura silla de madera, sintiendo un leve dolor en la piel de mi rodilla derecha al presionarse con la tela de mi apretado pantalón de mezclilla, se me había formado una enorme costra y era jodidamente incómodo moverme al caminar.

Levanté mi mirada y la fije en el enorme ventanal de mi lado izquierdo, el pasillo de la Universidad era iluminado y me gustaba sentarme allí, ya que la luz me ayudaba bastante a la hora de tomar apuntes sobre mi cuaderno, tengo la visión de un topo y es obvio que necesito anteojos, pero me niego rotundamente a usarlos.

Acomodé mi larga cabellera castaña detrás de una de mis orejas y le vi, venía caminando lentamente por el pasillo, sus enormes y largas piernas daban pasos agigantados, su delgado cuerpo metido en un extravagante atuendo de color negro y su alocado mohicano con un flequillo ocultando parte de su delgado y perfecto rostro me hicieron estremecer por completo, miré su rostro con extrema curiosidad, era blanco, pálido como la nieve, y vi en sus ojos la más pura de las bellezas, traía maquillaje oscuro en sus párpados y sus facciones eran calcadas a las de un ángel.
Trague saliva y pude oírme traga con dificultad, me había quedado impactada y aturdida con su belleza, sin darme cuenta de que el timbre ya había sonado y a mi lado todos corrían ansiosos por salir del salón.
El golpe de uno de mis compañeros al estrellarse con mi pupitre, me sacó del trance en el que me había quedado haciendome saltar de la impresión, cerré mi boca qué se me había quedado abierta al mirar a aquel chico que se había apoderado de mi mente esos minutos, y me apresure a tomar mis cosas para salir cuanto antes de allí.

Mierda, mierda, mierda!! Llegaría tarde!!

Corrí por el pasillo como si no hubiese un mañana, sin importarme el intenso dolor en mi pierna derecha, esquivandoles a todos a mi paso, me quedaban veinte minutos para salir de la Universidad, tomar el autobús, llegar al Restaurante, ponerme mi uniforme de trabajo y aguantarme los berridos de Arthur por haber llegado tarde otra vez.
Di la vuelta por el pasillo como un rayo y PUM!!... Retrocedí alrededor de veinte pasos de los míos, tambaleándome y resbalando hasta caer de culo en el duro cerámico de los pasillos de la Universidad, volaron por los aires mis libros en el exagerado aleteo de brazos qué hice antes de caer...

- Mierda mi nariz!!

Lleve mis manos hasta mi rostro para acariciarla y aliviar el intenso dolor en mis napias, había chocado de lleno con el torso de un cuerpo más duro que un trozo de fierro.
Levanté mi mirada con los ojos llenos de lágrimas producto del intenso ardor en mi nariz y le vi, nuevamente le vi, pero esta vez en frente de mi cara, inclinado de cuclillas a unos escasos centímetros de distancia, tenía una hermosa sonrisa ladeada dibujada en su rostro y me observaba con atención...

Me enamoré de los Dos. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora