—¿Qué harás hoy? —preguntó curioso, Gojo.
Utahime lo miró por el rabillo del ojo. Estaba, otra vez, más cerca de lo normal, si ella fuera a girar su cabeza para responderle lo tendría a escasos centímetros de su rostro. Respiró profundo, tragándose las ganas de llevar la conversación a una discusión, siguió hojeando los papeles que llevaba en mano con la vista al frente.
—Nada que sea de tu interés —respondió cortante. Gojo no había hecho otra cosa que molestarla desde que llegó a Kioto.
—Ya que me quedaré aquí un día más, me pareció buena idea que fueras una anfitriona responsable.
Aprovechando que Gojo se encontraba en Kioto, Gakuganji le había pedido de favor que se quedara para revisar algunas nuevas reformas en las cuales estaba trabajando para modificar con mayor eficiencia los reglamentos de la hechicería. Poco a poco, los ideales de Satoru se volvían más palpables y eso le hacía feliz. Nunca se hubiera imaginado que estaría codo a codo junto al viejo dándole un aire nuevo a su mundo.
Ahora que Oki y Umeko se habían retirado también a sus tierras del norte, sentía que había quitado un peso de su espalda, al menos por lo pronto, puesto que amenazaron con volver.
Luego de terminar sus asuntos laborales, decidió moverse al terreno personal.
Satoru seguía ahí, a un lado, invadiendo el espacio que le correspondía a ella. Iori imaginaba que estaba tratando de leer los reportes del evento de intercambio que recién le acababan de entregar, así que se los puso en la cara. Gojo los tomó y Utahime dio tres pasos lejos de él. El peliblanco sacudió al aire los documentos, no prestándoles nada de atención. Utahime refunfuñó pensando en que hacía eso solo para molestarla. Él sabía que no era correcto estar tan cerca, aunque al parecer lo había olvidado por completo.
—No es la primera vez que vienes a Kioto. Ya sabes dónde están los lugares para divertirte.
—Pero quiero algo diferente, no sé —alzó los hombros.
Gojo siguió ondeando los papeles en su mano, arrugándolos cada vez más. Utahime seguía las hojas con la mirada, con unas tremendas ganas de arrebatárselas.
—Puedo darte el nombre de algunos lugares a los cuales ir.
—No quiero ir solo —se quejó cual niño pequeño.
—Entonces vete a dormir.
—Que aburrido.
Satoru hizo rollo los papeles y comenzó a golpearse en el hombro, estaba pensando en qué artimañas podría utilizar para convencer a Utahime de que lo llevara con ella. Por otra parte, la pelinegra estaba rabiando al ver la forma tan descuidada que los documentos eran tratados.
—Dame eso.
Utahime estiró la mano para quitarle las hojas a Gojo, pero en un swing había esquivado la mano intrusa de ella, sólo hasta entonces pareció notar que había tomado algo. Gojo miró un segundo los papeles y luego a Utahime quien parecía sumamente molesta.
—Si no vas a leerlo entonces regrésamelo.
¿Por qué tenía que ser tan absurdamente alto? ¿Por qué le encantaba molestarla? ¿Para qué se le había acercado tanto si no quería leer el reporte? Se había estado comportando así desde la noche anterior cuando estuvo con Oki.
Era inútil intentar quitarle lo que estaba en su posesión, aun si estaba de puntas sobre sus botas, la mano sobre su cabeza era por mucho más alta. Gojo parecía divertirse, mostrándolo en su impecable sonrisa.
—¡Ya sé! —exclamó ante su revelación—, decidamos en un: piedra, papel o tijera.
—¿Qué quieres decidir?
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Votos
RomanceSu relación era complicada porque así lo habían decidido los dos. Desde que estudiaban la preparatoria habían surgido indirectas y momentos en los que cualquier persona hubiera podido decir, incluido ellos, que tenían algo más allá de la amistad, si...