Otoño del 2005, Octubre.
Había entrado con el afán de molestarla cual costumbre, no necesitaba una excusa, siempre encontraba en el acto alguna nimiedad para iniciar una conversación que acabaría irrevocablemente en una divertida -según su propio juicio- discusión.
¿Por qué entre todo el mundo de personas en la faz de la tierra tendría que captar su atención alguien como Iori Utahime? No podía comprenderlo.
La brisa del otoño se sentía ya más fresca de lo normal, el atardecer carmesí ofrecía los últimos rayos de sol del día, tal vez eso había hecho que ella se quedara dormida en el banco del pupitre.
En sus manos había hilo y cascabeles, al parecer estaba tejiendo sus propios brazaletes para el uso de su ritual. Sobre la mesa se encontraba uno ya terminado. Perdió la conciencia mientras tejía.
Apenas respiraba visiblemente, sus labios, un poco entreabiertos, exhalaban el aire tibio de sus pulmones. Él no lo sabía, pero sus muñequeras se habían roto en una misión días atrás. Recién ayer por la noche habían vuelto de Kyushu. Estaba exhausta.
Gojo se tomó la libertad de sentarse al frente de ella. recargándose en el ventanal que permanecía abierto de par en par. Subió la pierna a la banca, apoyó su codo sobre la rodilla y la observó con sumo detenimiento. No se había despertado cuando entró al salón, ni cuando se acercó, mucho menos se percataba de que estaba observándola detenidamente.
Su cabello estaba dividido en dos coletas, el flequillo recto ya le pasaba por debajo de las cejas, casi chocando con sus pestañas. Satoru no pudo evitar remover unos cuantos cabellos de este para despejarle la frente. Utahime no se inmutó.
Habían discutido mucho en primavera y en el verano, aunque, a raíz de la misión de los gusanos su relación había mejorado solo un poquito y con ese poco sentía un golpeteo incómodo en el pecho. Era un fastidio el aceptar que le atraía, más porque juraría que Utahime era absolutamente indiferente a él, románticamente hablando.
Era un mar de confusiones, le gustaba, pero no quería confesarse y mucho menos hacerlo para ser rechazado. Era divertido con el simple hecho de papalotear a su alrededor para molestarla, una forma muy infantil de pedir atención hacia su persona.
Utahime murmuró y alcanzó a escuchar las dos palabras que salieron de su boca, eran los cánticos de su técnica ritual. Gojo sonrió dejando escapar una tenue risa.
Los cascabeles rodaron de su mano, señal de que su cuerpo estaba en absoluta relajación, Satoru alcanzó a tomarlos antes de que cayeran al piso. Suspiró, resignado ante la torpeza de su senpai ¿qué clase de hechicero baja tanto la guardia? ¿Era por qué estaban en la escuela de hechicería?
Colocó el brazalete junto al otro.
-Vete a tu habitación si vas a quedarte así de dormida.
Renegó Gojo para ella, en vano, claro, porque sus palabras no serían oídas.
Utahime respiró profundamente, con su rostro tan apacible y adorable. Ya de por sí era linda, viéndola dormir tan tranquilamente solo incrementaba su natural belleza.
El hechicero de primer año puso ambos codos sobre la mesa de su compañera. Se cubrió el rostro con las dos manos y contó en su mente hasta tres. No era un espacio de tiempo tan largo. Miró a Utahime quien tenía la cabeza ligeramente hacia la izquierda. Un aroma proveniente del cabello azabache golpeó su sentido del olfato, era un inconfundible olor a flores.
El resquicio de luz se colaba por la ventana en el aula. El viento soplaba sin prisa, ondeando las cortinas. No era alguien romántico, pero la oscuridad creciente sobre ellos le invitaba con ansias a hacer algo descabellado.
Tan solo tres segundos, no más, solo tres segundos para tocar los labios que tenía por delante. Estaba aprovechándose de su vulnerabilidad, lo sabía bien, que estaba mal, pero... Sentía unas ganas inmensas por conocer el sabor y la textura de esos pequeños labios.
Fue un beso inocente, como esos que los niños pequeños se dan para prometerse cosas tontas que no cumplirán después. Tan sutil que sus labios no habían presionado en lo absoluto, solo un roce en la seda de su boca y un suspiro cálido de su interior.
Eran gloria.
Tres segundos, que cuando cubrió su rostro parecieron pasar solo en un parpadeo, sin embargo, al rozar sus labios con ella, el tiempo adquirió vida propia, rigiéndose por sus propias reglas. Tres segundos tocando su boca le parecieron una dulce eternidad.
Que estúpido se sentía, estaba avergonzado por haber hecho eso y ahora sus mejillas se tornaban escarlatas, el rostro le ardía y ella... ella seguía dormida sin enterarse de nada. Sin saber que Gojo Satoru había robado un beso de sus labios.
-Mierda...
Farfulló el peliblanco en respuesta a todos sus locos pensamientos.
Sus ojos azules le dedicaron un último vistazo antes de levantarse. Gojo hizo un puchero, el mismo que hacía cuando estaba inconforme con algo. Tenía que irse antes de que alguien -o ella- se dieran cuenta que estaba ahí.
El dedo índice de su mano derecha golpeó la cabeza de Utahime, despacio, pero con la suficiente fuerza para incomodarla y hacerla despertar.
Al abrir los ojos notó el avecinar de la noche con la escasa luz del exterior. Su cuerpo se estremeció con el viento frío, aún sus ojos estaban pesados por la siesta.
Miró los cascabeles en el pupitre y sonrió, no había terminado, aunque consiguió avanzar mucho. Su cuerpo estaba cansado y adolorido, probablemente por eso se había quedado dormida tanto tiempo. Tomó sus cosas, era mejor regresar a su dormitorio.
-¿Por qué me duele la cabeza?
Se quejó tocándose la coronilla, no recordaba que le hubieran dado un golpe en esa zona durante la misión.
-¡Senpai!
El grito de Shoko a lo lejos llamó su atención, estaba junto a sus dos compañeros de curso. La alumna de primero alzó un bote de refresco.
-¡¿Quieres acompañarnos?!
Utahime sonrió y negó con la cabeza, alzó ella también sus brazaletes para señalar que tenía algo por hacer. Shoko hizo una señal de "ok" con la mano.
Si fuera solo ella no lo hubiera dudado, sin embargo, estaba agotada y sin humor de aguantar a Geto y Gojo, en especial estando juntos. Los ojos de avellana de Utahime chocaron con el cielo azul de Gojo, tenía un semblante un poco... Inusual.
Geto dijo algo y Gojo sonrió despreocupado agitando su mano como negativa. Antes de que Utahime apartara la vista de ellos, Satoru le sacó la lengua, ella rodó los ojos, fastidiada por su actitud. Era un mocoso egocéntrico y maleducado.
Los hechiceros de primer año siguieron en lo suyo, de igual manera Utahime.
No faltaba mucho para graduarse y que su vida escolar, que se había vuelto un caos debido a Gojo Satoru, diera fin.
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NOTAS:
En Japón ya es 18 de Febrero así que muchas felicidades a Utahime por su cumpleaños!!
Esta escena era una que tenía muchas ganas de mostrar, pero que no tenía realmente un momento exacto para aparecer. A como ha avanzado la historia era un poco complicado encontrar el tiempo justo, así que mejor decidí dejarlo como un extra sin tener que darle contexto. Lo más probable es que haya varios extras así a lo largo del fic porque se me están quedando en el tintero algunos detalles, que si bien puedo ser rebuscada y crear un motivo, me gusta más este formato.
Los extras son 100% canon dentro del universo del fic.
Espero esten de maravilla, nos leeremos el día 20 con el nuevo capítulo!!
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RomanceSu relación era complicada porque así lo habían decidido los dos. Desde que estudiaban la preparatoria habían surgido indirectas y momentos en los que cualquier persona hubiera podido decir, incluido ellos, que tenían algo más allá de la amistad, si...