CAP 39: EL CLAN IORI PT 1

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La ciudad costera de Ise, en la prefectura de Mie, era el lugar donde la familia Iori vivía actualmente. No estaba lejos de Kioto, pero de una forma u otra Utahime aplazaba sus visitas "para un mejor momento", el cual a veces nunca parecía llegar. Su madre la regañaba, sin embargo, entendía la demanda de trabajo como hechicera tanto como profesora de la preparatoria de hechicería.

Utahime era hija única, nieta de la antigua líder del clan y prima de la actual líder. Desde pequeña tuvo talento para el canto y las danzas, fueran o no espiritistas. Fue una niña alegre y animada, no era de las que peleaban en el colegio, pero si había una causa justa por la que luchar, ella era la primera en salir a defender a los otros.

El clan Iori se regía más por un matriarcado y dentro del mundo de la hechicería era complicado hacerse tomar en serio siendo mujer. Nunca tuvo la codicia de querer ser la líder del clan, simplemente deseaba hacerles saber al mundo allá afuera, que sus danzas espiritistas valían más de lo que los otros hechiceros reconocían. Estudió en Tokio, porque temía que, al estar cerca, en Kioto, fueran a convencerle de volver.

Cuando se marchó de la pequeña villa familiar hubo quienes se opusieron, pero sin importar lo que ellos dijeran, sentía que ese era su camino: ser hechicera. Kaori, quien en ese tiempo no era aún jefa del clan, la apoyó totalmente. Más tarde, luego de varias experiencias —en su mayoría malas—, decidió que la enseñanza era algo que le gustaba. Volvió a Kioto, más cerca de su hogar, de su familia, aunque no tuviera tiempo para una visita regular.

El santuario de la familia estaba a las afueras de la ciudad, cerca del gran Santuario Ise, que venerable a la Diosa Amaterasu. La villa se encontraba al lado contrario del complejo del santuario de Ise al otro lado del río Isuzu. No eran una familia de gran tamaño, así que podían vivir tranquilamente.

—Bienvenida, Utahime.

Kaori fue la primera en recibirla. Era cuatro años mayor que ella, cabellos negros y largos, ojos de zafiro profundo. Al verlas una al lado de la otra no había discusión del parentesco. Vestía igual que Utahime, solo que a diferencia de esta, el hakama era de un azul marino.

—Kaori–san —saludó Uta, inclinando su cuerpo y las manos juntas como muestra de respeto.

—Me alegra que estés aquí.

—A mí también —dijo ya más informal y relajada.

—Mentirosa, si no es porque te dije que vinieras, estarías en Kioto.

—No es fácil hacer tiempo, estuve viajando también.

—¡No me des excusas!

—¡¡Uta–chan!!

Gritó una de las tres niñas, quienes llegaron corriendo, dándole un fuerte abrazo de donde pudieran prenderse. Tenían seis, diez y doce años respectivamente. Se veían contentas, al igual que Utahime. Las niñas eran sus sobrinas, las dos mayores; hijas de Kaori, la más pequeña de otra de sus primas. Si las cuentas le salían bien, debía haber dos niñas más rondando por la villa y otros dos varones mayores que ellas.

—Han crecido mucho, están enormes.

—¡Yo crecí como treinta centímetros desde mi cumpleaños el mes pasado! — dijo la más pequeña, Misao, alzando las manos para dar énfasis.

—Seguro que sí —le sonrió muy agradable la pelinegra, acariciando su cabeza.

—La tía ChuChu está cocinando un banquete —comentó la mayor, Sayu. ChuChu era más grande de las seis primas.

—Uta–chan ¿cuánto tiempo vas a quedarte? —preguntó Ayane, la hermana menor de Sayu.

—A ver, niñas, caminemos al recinto, por favor. No atosiguen a Utahime.

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