CAP 26: SUKIYAKI

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Lentamente se fue despabilando de lo adormilada que seguía. Había mucha luz así que intuía que era un poco tarde. Debía llegar a la escuela antes de que bajara el sol. Estiró su mano al mueble junto a su cama para tomar su teléfono, palpó por toda la superficie, pero no pudo encontrarlo.

"No recuerdo haber vuelto a casa. Me está matando la cabeza, tengo mucha resaca. Y ese estúpido sueño..."

Uta se extendió como si fuera una estrella de mar en toda su cama, pensó en lo que estaba haciendo anoche en el club: bailó con sus amigas, bebió cerveza y cócteles, recordó al tipo lindo con el que coqueteaba. Volvió a casa de alguna manera.

Sentada al borde de la cama, reparó en el sonido que venía de la sala, escuchaba la televisión encendida. Bufó con molestia al imaginar que la había dejado así cuando llegó anoche. No recordaba siquiera haberse desvestido para dormir. Desganada, salió de su habitación para empezar el día.

Dos pasos fuera del corredor y el mundo se le vino encima. No había sido un sueño, lo de anoche pasó de verdad.

Gojo estaba sentado al lado del kotatsu de la sala, mirando un programa de comedia en la televisión. Su amplia espalda y sus hombros relajados le recordaron como le encajaba las uñas, incapaz de contener su deseo.

Él, al percatarse que Utahime ya se había despertado y notarla atónita ante su presencia, solo sonrió con calidez.

—Buenos días —dijo Satoru con un tono bastante natural. Como si fuera otro día más en el calendario.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Utahime sonando bastante descolocada, tenía la esperanza de que le dijera que acababa de llegar. Por su mente desfilaban todas las imágenes de su encuentro íntimo con el albino la noche anterior.

—Estoy viendo la televisión —respondió como si fuera algo obvio.

—Ya sé que estás viendo la tele —Gojo era como un fantasma y ella la más escéptica del universo. El color se le había ido de las mejillas—. Me refiero a...

—¿Quieres ir a desayunar?

Estaba tratando todo con tanta naturalidad, como si, otra vez, nada hubiera pasado entre ambos. Utahime era consciente de lo que había dicho y como se había comportado, pero él permanecía cándido preguntando por el desayuno de esa mañana.

—Ve y cámbiate —le animó muy jovial—. Cuando estés lista nos vamos.

—Gojo... —pronunció con aflicción. Debía explicarle lo que sucedió anoche, independientemente de cómo había llegado él a su departamento.

—Estuve investigando —la interrumpió antes de que dijera algo más— y hay un sitio al que me gustaría ir, no queda muy lejos de aquí.

Respiró profundo y aceptó la propuesta. Primero debía tranquilizarse y organizar sus pensamientos. Si atacaba sin un plan, Gojo la haría pedazos.

—Está bien... Voy a cambiarme.

Veinte minutos después los dos salieron al susodicho lugar. Utahime miraba a Gojo quien iba dos pasos más adelante, estaba sumamente abrumada por su presencia. No tenía el coraje de encararlo. Era cansado y agotador mentalmente que terminaran en situaciones de esa índole y ni uno ni el otro dijera nada. Sin embargo, lo de anoche no era algo que simplemente pudiera pasar por alto y fingir demencia.

La indiferencia de Gojo le hizo actuar como estúpida esos días, y no era culpa de él, sino suya por creer cosas que nadie le afirmó. Pero su corazón albergaba con emoción la idea de un cambio en los sentimientos de Gojo, encontrar el labial y el vino era una desilusión, que no la buscara era como echarle un balde de agua al fuego que emanaba de ella.

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