CAP 8: PRIMERO: LEALTAD

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Primavera del 2008, Abril.

Ciertamente no deseaba estar ahí, sentía nervios y es que no sabía como se había dejado convencer por Shoko de hacer aquella movida. Era verdad que le debía un favor, pero ¿tanto así como para ir directo a la escuela de Tokio a buscarlo?, eso ya era demasiado.

Llevaba consigo un jubako de dos piezas finamente tallado en madera, con adornos grabados en color dorado, era minimalista y elegante. Solamente por la apariencia del exterior, lo que cargaba parecía haber costado más dinero del que alguien normal estaría dispuesto a gastar en dulces.

Shoko la recibió cerca de la entrada principal de la escuela. Después de subir aquellas infernales escaleras sus piernas temblaban un poco más. Era ridículo el hecho de que un rebelde como Gojo Satoru la pusiera en jaque. Aunque debía admitir que el atrevimiento de Satoru aquel horrible día la había tomado muy por sorpresa, independientemente, fue un tema que murió ahí mismo. Ya habían pasado tres semanas y no volvieron a cruzar palabra, ni en persona, ni llamada o mensaje, lo cual era lo usual a menos de que la situación lo requiriera. 

Sin embargo, el motivo de su visita era un simple detalle de agradecimiento por haber sanado su mano. Shoko reconoció el gran trabajo que había hecho Gojo con la herida de Utahime, pues no había quedado siquiera una cicatriz como señal de daño, además, según lo que sabía de su compañero de clase, Gojo no podía usar la técnica inversa en un tercero, así que, en base a esto, convenció a su amiga de presentar sus agradecimientos a Satoru. En todo caso, eso fue lo que dijo, pero Shoko tenía segundas intenciones. Por supuesto que los había visto besarse o al menos ver que Gojo la besara…, entonces ¿qué tan malo podría ser que esos dos terminaran al fin juntos? Tenía curiosidad y no se quedaría solamente de espectadora.

—Si viniste —la acusó Shoko con una risita pícara.

—¡Solo porque insististe mucho!

—No eres de las que deja favores sin pagar ¿verdad?

—No, pero… —se quejó entre pucheros. Shoko se rio de ella.

—Sígueme, te llevo hasta dónde está Gojo.

—¿Segura qué es necesario que sea yo quien se los de? ¿No podrías ser tú?

—Ni recadera, ni nada.

—Es un favor…

—¿Le tienes miedo a Gojo? —preguntó con sorna, sabía que la mejor manera de convencerla era provocándola.

—¡Claro que no!

—Entonces ve y dale lo que trajiste.

—Bien —dijo resignada—. Acabemos con esto rápido.

La preparatoria de Tokio era más grande que la escuela de Kioto, como sede principal de Japón no era de extrañarse. Había muchos edificios, algunos pequeños, otros más grandes y el estar entre las montañas les daba un espacio increíblemente amplio. Últimamente ella pasaba más tiempo en la otra sede, había hecho buena mancuerna con el actual director y se sentía cómoda trabajando del otro lado del país. 

Shoko se detuvo frente a una minka, Utahime intuyó que Gojo estaba ahí adentro, por lo cual procedió a tomar asiento sobre el engawa, no pensaba de ninguna manera el entrar y decir que estaba buscándolo, lo abordaría al salir, como si fuera una casualidad el encontrarse, cosa que era muy estúpida porque llevaba en las manos un presente para él. 

—Bueno, ya me voy —dijo Shoko a modo de despedida.

—¿Eh? ¿No vas a quedarte? —preguntó confundida.

—¿Para qué? Si tuvieras cerveza lo haría, pero no la traes y yo tengo asuntos pendientes.

—Shoko… —lloriqueó su superior. 

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