Verano del 2005, agosto.
Los festivales de verano eran muy bonitos pese al calor, siempre coloridos, llenos de alegría, comida deliciosa y fuegos artificiales. De vez en cuando los alumnos de la preparatoria de hechicería se tomaban un momento para disfrutar de la juventud como cualquier otro joven común y corriente.
Satoru, en compañía de Suguru, recorrían alegremente la avenida principal entre la muchedumbre. Tonteaban mientras reían de las bromas que se hacían uno al otro. Habían probado algunas comidas y jugado en algunos puestos, hasta ahora iban empatados.
La popularidad del festival se reflejaba en la inmensa cantidad de personas yendo y viniendo, más las otras que se detenían en los puestos ya sea para jugar o probar algo. Era una fortuna que ambos fueran así de altos para no perderse de vista. De entre todo el mar de gente, la mirada azul de Satoru se enfocó en un solo punto, en una silueta bien conocida para él.
Usaba un bonito Yukata blanco con flores en distintas tonalidades de rosa y lila, un obi color rosa pálido perfectamente atado, llevaba, además, el cabello recogido con hermosas flores blancas y adornos dorados que resaltaban con el color azabache de su cabello.
El conjunto de todo atrapó su atención de inmediato al ubicarla. No sabía que estaría ahí también.
—Utahime se ve bastante linda ¿no te parece? —dijo Suguru al notar que su amigo estaba muy pendiente de los movimientos de su senpai.
—Admito que le favorece la ropa tradicional —dijo con desdén, alzando los hombros, como si no le importara.
Suguru negó con la cabeza, resignado ante la poca credibilidad de su amigo.
—No tienes que hacerte el duro conmigo. Es obvio que estás interesado en ella.
—¿Es obvio? —chistó malhumorado—. Patrañas, solo es curiosidad.
—Lo que tú digas.
La risa de Utahime y su compañera llegaron hasta los oídos de los dos hechiceros, que cada vez se acercaban más. Ella sonreía divertida mientras veía a su amiga tratando de recoger, inútilmente, los peces del estanque. Satoru hizo un puchero, reprimiendo los deseos que tenía de ir a donde ella y no solo pasar de largo, pero no quería darle el gusto a Suguru de decirle "te lo dije".
—Vamos —le palmeó el hombro—, te daré una ventana para que huyan juntos.
Geto se abrió paso entre la multitud sin esperar la respuesta de Satoru, ¿qué clase de amigo sería si no le ayudaba? Gojo era muy orgulloso para aceptar que tenía un crush con la senpai de quien tanto se burlaba.
—¿Puedo intentarlo yo? —solicitó Suguru con la mejor de sus sonrisas. Sabía que gozaba de cierta popularidad entre el público femenino y estaba dispuesto a usarlo a su favor con tal de ayudar a Gojo.
—Geto–kun —comentó con ilusión Kasumi, su senpai dos años mayor.
—Te puedo enseñar unas cuantas técnicas.
Utahime rodó los ojos y se hizo a un lado para observar a los dos. Que él estuviera ahí significaba que él otro, tarde o temprano, llegaría a donde ellos. Suguru, se acuclilló al lado de su senpai y tomó una paleta de papel. Kasumi parecía encantada de que Geto estuviera junto a ella.
En efecto, sigilosamente Satoru llegó hasta los tres, colocándose al lado de la pelinegra. De cerca lucía aún más bonita. No se tomaron la molestia ni de saludarse por cortesía, sólo miraron al hechicero de primero intentar pescar.
—Geto es malísimo también —comentó Utahime con disgusto al notar que había llegado como si fuera la última maravilla y en realidad apestaba igual que su amiga.
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Votos
RomanceSu relación era complicada porque así lo habían decidido los dos. Desde que estudiaban la preparatoria habían surgido indirectas y momentos en los que cualquier persona hubiera podido decir, incluido ellos, que tenían algo más allá de la amistad, si...