—El departamento de Uta queda de paso al nuestro, tomamos el taxi juntos, pero no sé si sea capaz de llegar —dijo Ryohei al ver una Utahime super ebria. Estaba sostenida a duras penas por Kaito.—Si puedo~ —replicó ella, difícilmente se mantenía despierta. Utahime bebía a morir, aun así, era una pésima borracha, a diferencia de Shoko.
—Que la lleve Gojo, entonces.
El comentario vino de quien menos se esperaba: Haruhi. Los otros cinco parecieron pensárselo unos momentos y vieron a Gojo para que él tomara la decisión.
—Yo me encargo.
—Solo porque eres el único sobrio —le aclaró Haruhi.
—Uta... —le llamó Kaito—, Gojo te llevará a casa.
—¿Gojo?
Utahime torció el gesto, pero eso no fue inoportuno para el peliblanco. De haber traído ella otra ropa se la hubiera echado fácilmente al hombro cual costal de papas, como alguna otra vez lo había hecho, dado que esto no era posible mejor optó por tomarla de los hombros para enderezarla.
—No vas a dar ni tres pasos antes de caerte, así que o te sujetas de mí o te abrazo yo, tú decides —dijo Gojo de manera juguetona.
Los demás se rieron del comentario, salvo Haru que rodó los ojos, ya se estaba arrepintiendo de darle el voto de confianza a Satoru. Utahime en su poca cordura decidió mejor sostenerse de Gojo, abrazando uno de sus brazos para apoyarse en él. Estaba un poco mareada.
No supo en que momento subieron al taxi ni cuánto tiempo llevaban recorrido, para cuando abrió los ojos nuevamente descansaba sobre el hombro de Satoru, él tenía parte de su brazo y la mano cubriendo sus piernas para evitar que revelara algo más de la cuenta. No lo había notado: Gojo olía a fragancia dulce y fresca, era muy agradable, pero no sólo se trataba del perfume, todo él desprendía un aroma exquisito. Alzó un poco la vista y miró su cuello y el undercut de su cabello albino tras la oreja: siempre le había gustado ver su nuca descubierta. Volvió a acomodarse para dormir el resto del viaje, sintió a Gojo moverse para que estuviera en una posición cómoda. Podía descansar tranquila porque sabía que en presencia de Gojo nadie podría hacerle daño.
Con mucho esfuerzo apenas llegó al elevador, su piso era el sexto en un modesto edificio de departamentos. Frente a la puerta, Utahime tecleó mal la numeración para abrir, Gojo se rio de ella al segundo intento fallido y decidió mejor hacerlo él. Sabía la combinación, no porque ella se la hubiera dado, sino que había visto los números en alguna ocasión y obviamente los había memorizado. A Utahime no parecía agradarle del todo que tuviera en su poder esa información.
Iori empujó la puerta y casi se iba junto con ella, no estaba midiendo para nada su fuerza, era torpe y Satoru estaba seguro de que acabaría en el piso si la dejaba ahí. No era la primera vez que llegaba a casa así de borracha (tal vez un pelín menos) y si se había dado contra el suelo o la pared, pero no pasaba de eso. Gojo volvió a tomarla del brazo y la metió al genkan.
La pelinegra trastabilló al intentar quitarse las botas, puso la mano en la pared para no irse de boca contra el suelo, había bebido tanto que todo se movía a su alrededor. Gojo alcanzó a sujetarla del hombro antes de que terminara en el piso.
—Yo lo hago.
Utahime recargó su espalda a la pared para apoyarse, el corredor le daba vueltas. Gojo se acuclilló hacia el frente delante de ella y tomó uno de sus pies para quitarle la bota. Con un pie al aire, Iori perdió un poco más de equilibrio y terminó sujetándose de la cabeza del peliblanco, él solo sintió el torpe manotazo en la coronilla, Gojo no emitió queja. Sacó el zapato, cuando Utahime bajó su pie descalzo alzó el otro sobre el muslo de Satoru, obligándolo a bajar la rodilla para mantenerse en equilibrio debido los torpes movimientos de su compañera, aunque, debía decir que eran plenamente conscientes.
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RomanceSu relación era complicada porque así lo habían decidido los dos. Desde que estudiaban la preparatoria habían surgido indirectas y momentos en los que cualquier persona hubiera podido decir, incluido ellos, que tenían algo más allá de la amistad, si...