CAPÍTULO 3 RELOJ

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"No sabes cuánto me duele decirte adiós", fue lo último que escuchó el castaño cuando su esposa salió de aquel lugar, con miedo y con las manos manchadas de sangre. Accidentalmente lo había herido. Ella no estaba en sus cabales donde podía razonar correctamente. Su mente le jugó sucio y la traicionó. Con temor salió corriendo del departamento. De solo pensar de lo que le podía suceder dejó todo atrás incluyendo a su esposo tirado en el piso.

Después de que se calmó la bebé, la señora Jia se percató que no se escuchaba nada afuera, así que salió para asegurarse que todo estuviera bien. Con la niña en brazos, abriendo la puerta, se espantó al ver manchas de sangre en el pasillo, así que se acercó a la habitación principal y pudo ver al joven tirado agonizando de dolor. Inmediatamente se dirigió a la sala para llamar al número de emergencia y pedir ayuda, terminando la llamada regresó a ver al joven, este sólo le pidió que le pasara su celular.

—Jung...

Hermano, justo iba a marcarte, estoy a unas cuadras de tu departamento, llevo algunas cosas.

—Ven rápido, por... favor.

¿Estás bien?, tu voz se escucha rara.—Soltando la bolsa que sostenía, corrió lo más que pudo hacia su amigo, le había dicho que estaba herido y que ya no podía aguantar más.

Su tiempo se estaba acabando.

—¡Jimin!

—Esta por ahí— Le indicó Jia al joven.

—Hermano— comentó en lágrimas—  ¿Qué fue lo que pasó?, debo llamar una ambulancia.-Sacó su celular para llamar pero el contrario lo detuvo.

—Ya no importa... no puedo seguir adelante...

—No digas eso vas a estar bien, ¿sí?, sólo aguanta.

—Kook, prométeme algo...— toseaba a cada rato— Quiero que te hagas responsable de Soojin, quiero... que tu seas su padre... por favor, eres el único en el que confío.

—No digas eso, vas a vivir y ver crecer a Soo.— lágrimas y lágrimas salían sin parar.

—¡PROMÉTEMELO!.

—Te lo prometo...— El castaño solo le brindó una sonrisa— no, no, no, no, no, mírame... no cierres los ojos, por favor, ¡NOOOOO!.

TIC, TAC, TIC, TAC, TIC, TAC...

El tiempo que venimos a este mundo ya ha sido marcado.

La muerte se erige como el hilo final, tejido con la misma paciencia con la que se forjan los días de nuestra vida.

Como un reloj que marca el paso inexorable del tiempo, cuyas manecillas avanzan sin tregua hacia el momento de la despedida.

Las agujas del reloj recorren su esfera, recordándonos que cada segundo que pasa es un paso mas cerca de nuestro inevitable destino. Así como el tiempo fluye en un reloj, la vida fluye en nosotros.

El tic-tac es el latido de nuestro corazón.

A medida que las manecillas giran, los recuerdos se acumulan, guardando experiencia y emociones.

La muerte nos recuerda la fugacidad de la vida y nos invita a valorar cada instante, a saborear cada alegría y aprender de cada adversidad.

La vida es efímera, y a menudo nos sumergimos en nuestras preocupaciones diarias, dejando a lado a quienes amamos, pensando que siempre habrá tiempo.

Los remordimientos son los ecos dolorosos de los momentos que dejamos pasar. Son las palabras no dichas, los abrazos no dados y las risas no compartidas.

Papá Soltero Donde viven las historias. Descúbrelo ahora