II

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Era primavera. No había nieve. El cielo estaba despejado y sin estrellas cubriéndolo, la luna se alzaba resplandeciente. Roan nunca había visto una luna tan brillante y hermosa. Le pareció soberbia, ¿Porqué se ponía tan hermosa en medio de una tragedia?

La batalla había cobrado muchas vidas. Más de la mitad del ejercito había muerto y Roan había sido herido en el costado. Cuando los soldados que quedaban se dieron cuenta del estado del capitán decidieron sacarlo fuera del campo de batalla. Era esencial salvar su vida, de lo contrario el reino entero estaría en peligro.
El joven capitán no deseaba retirarse, sin embargo, conocía los riesgos de morir en ese momento.
Fue llevado lejos del campo, no sabía con exactitud en donde estaba pero seguía avanzando. Sus hombres se habían quedado atrás, algunos volvían a la batalla y otros se habían desplomado en el camino. Se quedó solo.
Al verse rodeado de oscuridad, con una herida que le dolía cada vez más y sin saber lo que pasaría con él, con sus hombres y con el reino, su espíritu se afligió enormemente. Sintió que las fuerzas le faltaban, su respiración se cortaba y justo cuando no podía mantenerse en pie por un segundo más, se percató de que había llegado a la orilla de un lago. Cómo puedo reunió fuerzas y se acercó más para beber, pues su boca estaba seca. Pensó en limpiarse la herida pero antes de poder quitarse la armadura vió a lo lejos una figura femenina salir del agua.

Le pareció hermosa. Pensó que se trataba de un ángel enviado por los dioses para llevarle al paraíso, pero después, al sentir la energía que emanaba la mujer, creyó que se trataba de un demonio, quien había venido para arrastrarle hacia el infierno y así poder cobrar el derramamiento de sangre del cual era culpable.

Cerró los ojos, aceptando su condena. Sentía como se acercaba más y más pero en lugar de ser arrastrado cruelmente escuchó su voz.
- Estás herido, déjame ayudarte.
Su voz era suave, al guerrero le transmitió paz. Nunca una voz le había generado esa sensación.
La mujer se inclinó hacia el y comenzó a quitarle la armadura. Roan sin embargo, había dejado de concentrarse en su herida, en su lugar, observaba a su ayudadora.
Tenía el cabello mojado, se percató de que era de color rojo, el cabello rojo era inusual, aún así no le prestó demasiada atención. Sus ojos en cambio, si captaron la atención del joven. Tenían un brillo único y un aura de misterio, parecían llenos de inocencia pero a la vez tenían un aire malvado.
Roan se había perdido en los ojos de la mujer hasta que ella se sobresaltó, pidió disculpas y se apartó buscando algo.
La chica estaba desnuda, por supuesto que Roan lo había notado pero al parecer ella se olvidó de ese detalle.
Mientras buscaba lo que al parecer era su ropa, el capitán de la guardia no pudo evitar mirarla, su cuerpo le parecía demasiado tentador. De no haber estado herido, la habría seducido y convertido en su amante en ese momento.

Cuando la joven se vistió, volvió con el guerrero. Llevaba hierbas en una mano y en la otra un aceite.
Primero limpió la herida del capitán y después aplicó el aceite mientras susurraba algo que Roan no pudo desifrar.
Cuando terminó de curar la herida, se levantó y se dio la vuelta.

Roan se afligió. ¿Se iría así? ¿Sin decirle nada?

- Espera. ¿No te quedarás conmigo un poco más?
- No. Adiós guerrero - respondió fríamente la mujer, sin voltear.
- Al menos dime tú nombre- suplicó Roan.
- Mi nombre. Lo siento pero si conoces mi nombre tendría que matarte, y sería una pena privar de la vida a un hombre tan bello como tú.

Tras esto, la mujer desapareció en medio de la noche, dejando al joven guerrero anhelando más de ella.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora