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Kyrell llevó al jefe de la guardia a su habitación y le pidió que no se moviera de allí hasta que ella volviese.
La joven se apresuró a reunir las plantas y utensilios que necesitaba y regresó con el guerrero.

- No ha pasado tanto tiempo, conozco el veneno, estarás bien. - dijo para tranquilizarlo mas éste no respondió. - Bebe esto por favor. - pidió la joven y Roan aceptó. Tomó el antídoto e intentó levantarse.

- ¿Qué haces? Debes descansar.

- Con esto estaré bien ¿no? Debo atrapar a ese infeliz.

- No Roan, necesitas descansar, con el antídoto estarás bien en tres días, mientras tanto por favor quédate, tus compañeros se harán cargo.

- No puedo quedarme aquí mientras ellos luchan, soy el capitán.

- No me dejas otra opción. - Kyrell se paró frente a la puerta y sacó su daga. - Si quieres irte pelearás conmigo.

- ¿Entonces si estás del lado de ese maldito?

- ¡No! Escucha Roan, yo solo quiero que estés bien, no estás en condiciones de luchar ahora, por favor quédate aquí, yo te cuidaré.

- Eso se lo dijiste a él. ¿Cómo pretendes que te crea?

- Por favor hazlo.

- No hasta que me des motivos para hacerlo. Te dije que si te veía de nuevo con él yo mismo te mataría,¿no lo recuerdas?

- Bien, mátame entonces. - la joven tiró el arma que sostenía y se acercó al guerrero.

- Lamento no poder cumplir lo que me pediste. Sé que parece que te estoy traicionando, pero te juro, por la sangre derramada de mis ancestros, que no lo hago. Estoy de tu lado Roan. Si actúe de tal manera fue porque también me estaba protegiendo a mí misma. No conoces a Benedict ni sabes lo que es capaz de hacer. Él es un monstruo. Por favor perdóname. No tengo la suficiente fuerza para enfrentarlo, mi corazón estalla de odio pero también de miedo, su sola sombra me paraliza. Perdóname por ser tan débil.

Roan se quedó inmóvil, podía escuchar sus latidos golpeándole el pecho. Buscaba desesperadamente una respuesta en su mente, pero no encontraba las palabras adecuadas. Su mirada mostraba desconfianza hacia la persona que tenía delante. Esa persona que tanto anhelaba.
Era evidente que las dudas lo asaltaban, tenía miedo de confiar en ella y luego ser traicionado. Ante la incertidumbre, el joven alzó su espada e hizo una herida en el hombro de Kyrell, quien retrocedió asustada.

- Apártate si no quieres que te mate. - amenazó el jefe de la guardia.

- ¡No! Estás herido, no te dejaré salir de esta habitación hasta que te hayas curado.

- ¡¿Es que no te importa lo que acabo de hacer?!

- La herida no es grave, sanará pronto, pero tú no sanarás si no descansas. - ante su respuesta, Roan se quedó quieto. ¿Por qué había hecho eso? ¿Por qué se preocupaba por él después de haberla herido y amenazado?
Al ver su rostro, el corazón del joven se detuvo por un momento. ¿Cómo había sido capaz de alzar su espada contra la mujer que quería? Había actuado igual que ese imbécil cuando ella solo deseaba cuidarlo.

- Kyrell... Lo siento... Yo no... Por favor, perdóname.

La joven se acercó nuevamente y se apoyó en uno de sus brazos, llevó su mano ensangrentada a la mejilla del chico y sonrió levemente. - Si te perdono, ¿Tú me perdonarás a mí? - el guerrero asintió y sus corazones se juntaron en un abrazo. El abrazo más cálido que ambos habían sentido, el abrazo que su alma atormentada tanto necesitaba.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora