XXIV

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La princesa Daleth se sentía insignificante. Se veía a sí misma como un gorrión, un ave común y modesta, encerrada en una jaula de oro.

A lo largo de su vida se había limitado a cumplir con las expectativas de sus padres, vivía sin ningún deseo o esperanza y para ella, la única forma de no sufrir era la abnegación total.
No obstante, tenía un único deseo al cual había decidido aferrarse: el amor de Roan.

El capitán era exactamente todo lo que ella no. Parecía tan seguro de sí mismo que sobresalía a donde quiera que fuese, tenía la admiración y respeto de todos, era como una estrella que iluminaba cualquier lugar.
Daleth deseaba estar a su lado; pensaba que con él encontraría libertad y que tal vez, dejaría de sentirse tan insignificante.

Roan era su sueño, por eso cuando se comprometió con él, sintió que nadie en el mundo era más feliz. Y por esa misma razón, cuando lo vió con aquella mujer, su corazón se hizo pedazos.

La princesa vió salir a Roan del salón del trono así que decidió seguirlo a la distancia. El joven no dejaba de subir por el palacio lo cual le pareció extraño y conforme subían de piso, su curiosidad aumentaba.

La joven llegó al último piso después de Roan, ya que intentaba mantener la distancia para no ser vista, mas no contaba con que su prometido también seguía a alguien a la distancia y que había sido bastante cuidadoso, tanto que la princesa no había notado la situación.

Al llegar, presenció una escena que la dejó helada. La imagen del hombre al que quería besando a la concubina de su padre con tanta pasión hizo que dejara de respirar por un momento. Todo su cuerpo entró en shock; en ese momento ni siquiera supo que pensar y para cuándo reaccionó, ambos jóvenes ya estaban dentro de la habitación.
Estaba devastada. ¿Cómo era posible que aquel hombre al que tanto admiraba hubiera cometido tal traición?
Si bien había notado como miraba a esa mujer, nunca lo creyó capaz de traicionar a su padre. Roan, el guerrero más leal y valeroso del reino, no era más que un vulgar traidor.

- No. No es su culpa. - negó la princesa con un nudo en la garganta. - Es culpa de esa mujer, ella sedujo a mi padre y ahora quiere a Roan, esa mujer desea apoderarse del reino. - la joven se limpió las lágrimas y dejó que la rabia la dominara. - Tengo que ayudar a Roan. Tengo que deshacerme de esa infeliz.
Tras decir eso, salió corriendo en busca de quién creía, podría ayudarla.

La boda aún se celebraba; las luces eran tan brillantes y la música tan alegre que sin duda hacían un contraste con los sentimientos de Daleth. La joven buscaba entre la multitud a una mujer de nombre Ushne, una próspera comerciante de telas en Orión, o al menos esa era su fachada pues era bien sabido que se trataba de una traficante.
Aquella mujer traficaba diversas cosas, a veces armas, a veces especies exóticas y en casos más especiales, traficaba con mujeres y niños. Se trataba de una mujer sin escrúpulos que por desgracia, resultaba bastante útil para el reino.

Su fama era conocida por la nobleza y por esa razón, la hija menor del rey había decidido recurrir a ella, pues estaba segura de que era la única que la ayudaría.

Cuando por fin la encontró, la princesa le pidió salir para conversar, la mujer se hallaba sorprendida pero no tardó mucho en aceptar y ambas caminaron fuera del palacio.

- Necesito su ayuda. - inició Daleth.

- Es obvio, si no, no me hubieras buscado, mejor dime pequeña, ¿en qué te puedo ayudar?

A la princesa le molestó su falta de formalidad al hablar, sin embargo, no le prestó mucha importancia y continuó. - Quiero que se deshaga de alguien.

La mujer la miró incrédula, le pareció un chiste.
- Deshacerme de alguien. Dime, ¿Por qué recurres a mí y no a tu padre? Él le daría la orden a algún soldado. Incluso pudiste haber ido al jefe de la guardia ya que es tu prometido. - Ushne hizo una pausa y acortó el espacio con la princesa. - ¿Acaso es de él de quién deseas...

- ¡No es así! - interrumpió la joven. - No puedo ir a mi padre. Por favor, necesito su ayuda.

- Habla entonces, veré si puedo ayudarte. - contestó la comerciante, intrigada.

- Necesito eliminar a una de las concubinas de mi padre, su nombre es Kyrell, tiene el cabello rojo y... - la doncella se detuvo al ver que su oyente había tirado la copa. - ¿Pasa algo? - preguntó asustada.

- Esa mujer... ¿Tienes idea de quién se trata? - respondió Ushne pálida.

- Es la concubina de...

- No. Me pareció verla en la fiesta pero no creí que estuviera metida en el palacio. ¡Por los dioses! Estás en peligro niña.

- ¿Qué? ¿Quién es ella?

- Dime ¿Has escuchado sobre el cortador de huesos? - cuestionó la traficante.

- ¡Fue el hombre que asesinó a mi madre! - contestó Daleth alterada. - ¿Acaso esa mujer tiene relación con él? Por favor, dígamelo. - exigió la princesa perdiendo la compostura mientras lloraba.

- Cálmate de una vez niña ¡¿No eres hija del rey?! - regañó. - Te contaré lo que sé. - Al escuchar eso, la princesa hizo un esfuerzo por tranquilazarse y le indicó a la mujer que continuase.

- Hace mucho que conozco a ese hombre, al famoso asesino a quien ahora llaman el cortador de huesos. Él y yo éramos amantes, éramos la pareja perfecta ¿no lo crees?
Estuvimos juntos durante mucho tiempo, en realidad, fui yo quien lo ayudó a crecer. Yo lo contacté con la gente importante de Orión, le brindé todo mi apoyo pero el maldito no me lo agradeció. Un día me botó como si fuese basura, dijo que no seguía interesado en una mujer mayor que él, qué había encontrado una piedra preciosa la cual él se encargaría de pulir.
Me burlé "¿crees que una prostituta es una piedra preciosa? Eres un maldito enfermo" fue lo que le dije, y me encargué de destruir su reputación en la ciudad. Nunca más fue capaz de poner un pie en Orión sin embargo, me llevé una amarga sorpresa cuando vi a su creación deambulando por allí. Quizá lo que más me dolió fue ver que si había resultado ser una joya; se había convertido en una asesina tal como él quería. Por supuesto, intenté usar toda mi influencia de nuevo para hunirla, pero se marchó de la ciudad antes de que pudiera hacerlo.

La princesa escuchó atentamente; no daba crédito a sus palabras, se sentía abrumada, el estómago le dolía de la preocupación y las manos le temblaban. A pesar de eso, juntó fuerzas y se levantó.

- ¿Y dejarás así las cosas? ¿No deseas vengarte? - pronunció la joven en tono desafiante.

- Es fácil para ti decirlo, pero es verdad, anhelo destruir a Benedict. Acepto tu petición pues verlo derrotado será un gran placer.

Daleth se alegró con su respuesta, no podía esperar para ver pagar a Kyrell por sus pecados, la princesa estaba convencida de que en ella recaía toda la culpa y que su prometido era inocente. Había decidido mantenerlo en secreto para proteger a Roan pues si salía a la luz sería ejecutado de la peor manera. Necesitaba aparentar que no sabía nada y esperar a que esa pesadilla se acabará. La princesa pensaba que con la muerte de Kyrell el palacio volvería a estar en paz mas ignoraba que sus cercanos eran los verdaderos traidores.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora