XXI

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El jefe de la guardia estuvo bajo los cuidados de Kyrell toda esa noche. Fue una noche difícil ya que el antídoto le provocó una fiebre terrible que no le permitió dormir, y ésta, estuvo acompañada de vómitos constantes. La mujer le explicó que tales síntomas eran normales debido a que así expulsaría el veneno y a Roan no le quedó más remedio que confiar en su cuidadora.

La noche fue larga y tortuosa pero no fue peor que el día siguiente.

El rey llegó al palacio cuando los primeros rayos del sol salían, enterado ya de la tragedia y con una expresión casi tan sombría como la de Benedict. En cuanto llegó no quiso escuchar los lamentos de sus hijas, ni a los sacerdotes, ni siquiera quiso ver el cuerpo de su fallecida mujer, en su lugar, se dirigió a dónde se encontraba Roan y abrió la puerta con violencia.

- ¡¿Qué es lo que haces aquí?! Tirado como el más inútil vagabundo. ¡¿Tú siendo el capitán de la guardia no fuiste capaz de salvar la vida de la reina?!

- Majestad, en cuánto supe que había un intruso en el palacio me dirigí hacia él y luché con ese infeliz, sin embargo el arma que llevaba tenía veneno y una vez llegó uno de mis soldado me retiré debido a los estragos. De verdad lo siento mucho mi rey.

- Si fueras un guerrero de verdad habrías dado la vida por tu reina.

- Mi rey, Roan ha sido el único de la guardia que ha estado vigilando el palacio, cuando supo que ese hombre estaba aquí fue el único que lo persiguió. El soldado que llegó después solo pasaba por casualidad, nadie en la guardia actuó con más diligencia que él, le pido que no sea injusto con su guerrero. - intervino Kyrell suavizando su voz. No obstante el rey al escucharla, enfureció aún más.

- ¿Por qué te encargaste de él? Los sacerdotes se habrían encargado de curarlo y las criadas de atenderlo. No te entrometas en asuntos del reino.

- Querido rey, no podía esperar a que los sacerdotes llegaran y dejar que el veneno consumiera al capitán. Conozco el arte de la medicina por mi padre y sentí que era mi deber ayudar a su guerrero.

- ¡Cállate! No eres sacerdotisa ni curandera. Si él hubiera muerto, tu cabeza sería la que rodaría en las afueras del palacio. No eres más que una prostituta que tiene la suerte de estar en mi harem ¡Así qué largo! Y si vuelves a estar cerca de Roan haré que te maten por traición.

Los ojos de Kyrell se llenaron de lágrimas. Una cólera inmensa la inundaba, deseaba fervientemente acabar de una sola vez con todos. Sacar su daga y atravesar el corazón del rey y de sus hijas, incendiar el palacio y marcharse a un lugar donde jamás la pudieran encontrar, un lugar pacífico, un lugar donde no fuera vista como un monstruo ni como una vil prostituta, un lugar donde la vieran como un ser humano.
Al pensar eso, las palabras de Benedict hicieron eco en su cabeza. " Tú no tienes salvación, lo único que sabes hacer es pasar la noche con algún bastardo para después matarlo. Soy lo único que tienes, si haces lo que te pido dejaré de enviarte a seducir y te enviaré solo a matar, como lo hago yo. Si me obedeces no sufrirás más Kyrell".

- Me engañaste. - musitó con ira la joven. -Confíe en ti y solo me usaste. Te detesto Benedict, a tí y a todos los que solo me han usado. - tras esto rompió en llanto, sin importarle estar aún en los pasillos.

Mientras tanto, el rey seguía culpando a Roan del asesinato de la reina. Dejaba en él toda la responsabilidad sin importarle el descuido del resto de la guardia. Estaba terriblemente airado y dirigió toda su ira contra el capitán. En ese momento, solo importaba en lo que había fallado, y para el rey, él era responsable por lo sucedido.

- Me decepcionas Roan. - pronunció el monarca y dejó al guerrero en aquella habitación donde unos pequeños rayos de sol se asomaban y danzaban tímidamente.

El jefe de la guardia no pudo evitar sentir una frustración enorme acompañada de una furia igualmente enorme. Por supuesto que se sentía responsable por la muerte de la reina y culpable por no haber atrapado al asesino, sin embargo, le parecía injusto que solo se le culpase a él y lo enfurecía aún más no poder estar cerca de Kyrell, de lo contrario, los acusarían de traición. Eso sumado a los efectos secundarios del antídoto y a las vueltas que daba su cabeza al pensar en el asesino. El joven guerrero dejó crecer la ira en su interior.
En ese momento no supo identificar porqué pero estaba consciente de que no era el mismo, el nuevo Roan tenía sed de sangre.

-

Esa misma tarde, el rey fue advertido por la sacerdotisa principal de que el cuerpo de la reina no presentaba heridas, lo cual apuntaba a que había sido envenenada y a su vez, hacía dudar de si realmente el hombre que entró al palacio había sido el autor del crimen.
La anciana lo alertó sobre un posible complot y le pidió que se mantuviese alerta. Además de sugerirle que llevase a cabo la boda de sus hijas a la brevedad y que escogiese quién sería su heredero al trono.

Y así fue. Una vez pasado el tiempo de luto el rey anunció ambas bodas. Primero se celebraría la de la princesa Heth, por ser la mayor. No obstante, el rey aún dudaba sobre su heredero. Aunque seguía molesto con Roan, sabía que con él la nación estaría segura, pero no deseaba dejar el reino en manos de alguien que no perteneciera a la nobleza, por otro lado, no confiaba en Moloc pero sabía que si lo escogía a él, su desición sería bien recibida por la clase alta pues él cuidaría de sus intereses al ser hijo de un noble.

Ciertamente el monarca no tenía claro el panorama, en cambio, tenía un mal presentimiento y cada vez, le era más evidente que alguien en el palacio deseaba traicionarlo.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora