XVII

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"Roan sería un buen rey".

Pensó Kyrell mientras observaba de lejos la situación sintiendo amargura por no poder intervenir. Había sido tan solo una espectadora toda su vida, nunca había tenido el poder de cambiar las cosas, siempre eran los otros quienes le arrebataban o le ponían, ¿De qué le servía ser bruja si su magia estaba condicionada por Benedict?
Aquello le llevó a preguntarse si el capitán de la guardia se sentía de la misma manera, si se sentía igual de usado e infeliz que ella. Si sentía frustración por saber que no importaba cuán fuerte fuera, todo su ser estaba condicionado por el rey.

La joven se marchó con el corazón lleno de tristeza pero al mismo tiempo con una alegría retorcida pues la salud de la reina había estado menguando, lo que significaba que el veneno no tardaría mucho.

Roan también se fue de la fiesta sin dar explicaciones. Su mente estaba completamente nublada, incluso cuando Moloc lo intentó detener y pedir razones de su partida, él solo dijo que tenía un asunto pendiente y que no tardaría.

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Kyrell se encontraba frente a la estatua del dios Sladeva, el dios de la destrucción.
Tenía una postura más bien desafiante, como si lo estuviese retando, aunque esa no fuese su intención.
Detrás de ella, apareció Roan, la joven no se percató de sus pasos por lo que se sorprendió al escuchar su voz.

- No pensé que fueras creyente. Declaró el guerrero en tono bajo.

- Solo desearía tener su fuerza.

- Deseas una fuerza inexistente entonces.

- El templo no es un buen lugar para un no creyente, y dudo que tengas pendientes aquí justo hoy, deberías estar en la celebración.

- No hay que celebrar. En este momento, incluso el templo es mejor que el palacio.

- La historia de este dios se parece a la tuya ¿Sabías? Solía ser un esclavo hasta que se convirtió en un guerrero debido a sus extraordinarias habilidades. Vivió en la opulencia y se olvidó del mundo real. Hasta que un día un reino enemigo invadió su tierra y fue derrotado en batalla, volviendo a ser un esclavo.

- Un esclavo nunca deja de serlo... ¿Es eso? - replicó con rencor.

- Aún un esclavo puede convertirse en un dios. - continuó Kyrell. - Al cabo del tiempo, se convirtió en alguien importante en ese nuevo reino, se ganó el respeto del rey, pero nuevamente todo acabó. Su familia fue asesinada cruelmente y él fue traicionado por su mano derecha.
Antes de morir juró tomar venganza por lo que su alma quedó vagando hasta que consiguió la iluminación por medio del dolor. Ésta vez se ganó el respeto de los dioses y le concedieron su anhelada venganza, volviéndose el dios de la destrucción.

Roan escuchó atentamente y cuando la joven terminó el relato no supo que decir.

- Tú y yo seremos dioses de la destrucción. - declaró Kyrell con firmeza y serenidad, sus palabras no eran ligeras, estaba segura de lo que decía. Miró al guerrero y tomó sus manos, el joven no sabía si estar más sorprendido por sus palabras o por su gesto pues ella aún lo ponía nervioso. - Dejaremos de ser esclavos y algún día, seremos nuestros propios dioses.

Sus palabras se clavaron profundamente en el corazón de Roan y mientras la miraba, entendió su deseo, la razón por la que había llegado al palacio.

- Deseas venganza, acabar con la familia real ¿No es así?

La chica soltó sus manos, asustada, queriendo negar su declaración pero prefirió mantenerse firme, no deseaba volver a agachar la cabeza.

- Así es. Entonces... ¿Me matarás? ¿Informarás a la realeza? Tengo curiosidad de ver que harás Roan. - desafío la mujer y tras eso salió del templo serenamente.

- No seré más un esclavo, seré el dios de la destrucción, justo como tú dices Kyrell. - Pensó el jefe de la guardia, se quitó el medallón con el que siempre cargaba y lo dejó como ofrenda ante el Dios.

Entre Magia Y Lealtad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora