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—¡Eddard! Tu esposa es estúpida, no pudo hacer una sola de tus súplicas, ¿es que qué tiene en la cabeza para hacer tal insensatez?

—Lo que creyó correcto.

—La reina podrá odiar a su hermano, pero apresar al gnomo sólo nos hace un blanco y las cosas irán a peor.

—Debo hablar con el rey.

—Robert lo entenderá, te prefiere más que a su esposa, anda.

—Señor... el rey lo busca y no, mi lady, no puede acompañarlo.

—Informe al rey que necesito hablar con él— reverenció a los hombres y fue en busca de su dama.

—¿Qué ocurre?

—¿No han llegado rumores?

—Es sobre Daenerys Targaryen, sólo eso sé.

—Muy mal, deberías saber más, para eso te pago.

—No me pagas.

—Te conseguí vestido, alimento, una cama y ahora tienes un pretendiente.

—No, ese lo conseguí yo— sonrió orgullosa.

—Lynara.

—Ese tono no me gusta.

—Necesito que te adelantes con las niñas.

—¿Qué ha pasado?

—Ya no soy Mano.

—Skoll por delante.

—Mi Señor, Lord Baelish quiere hablar con usted.

—No lo escuches— jaló a su hermano—, eres demasiado sensato como para caer en su juego. Hazme caso, hermano.

—Haz lo que te ordené.

—Alys, tenemos trabajo— escuchó a lord Petyr y quiso volver, pero su hermano ya iba afuera.

—Señora.

—Esto es de vida o muerte.

—Skoll por delante.

—Busca a las niñas y ayúdame a empacar todo, cuanto antes.

—Sí, Lynara.

—Y comunica la gravedad del asunto a nuestros abanderados.

Lynara quería quedarse y reírse de Cersei en su cara, disfrutar de hacerla rabiar con su sola presencia, pero primero estaba el deber con su Casa y con su Señor, su hermano. Debía proteger a sus sobrinas y Ned las alcanzaría después, cuando fuera seguro reunirse. Si todo salía bien, Alys y Gendry los alcanzarían también, con algunos abanderados en la capital y con gente que se les uniera, porque los hermanos sabían lo que se avecinaba y no estaban listos para la caída del Lobo, Robb no estaba listo para asumir su rol como cabeza de familia y de Casa, una vez perdido su único hermano, Catelyn no tendría reparo en deshacerse de ella, después de todo, el bastardo ya no estaba.

—¡Señora!

—¿Qué?

—Su hermano.

—¡Malditos sean todos!

Gritó sabiendo que, si llegaba a oídos de la reina, se regodearía por verla caer. Skoll aulló y fue presagio suficiente para Lynara, estaban perdidos. Ordenó a Alys que no se despegara de sus sobrinas mientras iba al encuentro de Lord Eddard Stark, Cersei la recorrió con la mirada y Robert extendió los brazos para recibirla, no quería hacerlo, pero sollozó en sus brazos. El Rey la condujo hasta la cámara donde descansaba su hermano mayor, antes que todo, estaba el amor que los unía al hombre inconsciente en la cama. Tejía mientras pedía a los dioses que lo sanaran, no estaba lista para perderlo, el rey le puso una silla al lado de su cama.

—Discúlpeme, Alteza, me levantaría, pero...

—¿Sabes lo que ha hecho tu esposa?

—No hizo nada que yo no haya ordenado.

—¿Quién hubiera pensado que tenía el valor?

—¿Con qué derecho te atreves a tocar a quien lleva mi sangre?

—No es como si usted lo vaya a extrañar— ni en ese momento se mordería la lengua.

—Soy la Mano del Rey...

—¡Eras la Mano del Rey! — los tres hablaron al mismo tiempo—. Ahora serás responsable.

—¿Pueden cerrar la boca? Catelyn liberará a Tyrion y tú harás las paces con Jaime.

—Atacó a mis hombres.

—Lord Stark regresaba borracho de un burdel cuando sus hombres atacaron a Jaime.

—¡Blasfemias! Su hermano es el ebrio aquí, no el mío, ¡no se confunda! — Ned trató de alcanzar la mano de la muchacha, pero esta se levantó de su silla y le fue imposible, Cersei la abofeteó y ella ni se inmutó

—Cállate, mujer— las palabras del rey fueron acalladas por las de la Stark.

—Jaime se ha escapado de la ciudad— jadeaba por el esfuerzo—, pido permiso para llevarlo ante la justicia.

—Pensé que eras un rey.

—Cierra la boca.

—Atacó a uno de mis hermanos y secuestró al otro. Quizá yo debería llevar la armadura y tú el vestido— Robert la abofeteó y la rubia se dobló hacia el costado, mientras Lynara permanecía inmutable y Ned sorprendido ante la agresividad del rey, pues no se comparaba su mano a la de Cersei—. Llevaré esto como una insignia de honor.

—Llévala en silencio o te honraré de nuevo— ahí sí, Lynara sonrió.

—¿Ves lo que me hace? Mi querida esposa, no debí haberla golpeado, no fue digno de un rey.

—¿El Rey de la Roca tomará venganza por su hija, por su hijo o por su bastardo? — Lynara volvió a sentarse.

—Si no actuamos, habrá una guerra— Ned coincidió con su hermana.

—Dile a tu esposa que regrese a ese Gnomo de mierda a Desembarco del Rey, ya se ha divertido, ahora pongámosle fin. ¿Me has oído? Manda un cuervo y pon fin.

—¿Y qué hay de Jaime Lannister? — Ned apenas y podía hablar, Lynara espetó.

—¿Qué hay de Jaime?

—Le debo la mitad del reino a su maldito padre.

—Y yo perdí a la mitad de mi familia porque ese idiota no actuó antes, ¿qué vas a hacer con el maldito de Jaime Lannister?

—¡Basta, Lynara, por los Siete! No sé qué pasó entre Ned y esas rubias, no quiero saberlo, esto es lo que cuenta.

—Mi hermano pudo haber perdido la pierna o la vida en ese enfrentamiento.

—No puedo gobernar los Reinos si los Stark y los Lannister se pelean todo el tiempo, así que basta.

—Como ordene, Su Altezza, si me da permiso, regresaré a Invernalia y arreglaré las cosas.

—Al diablo con eso, envía un cuervo. Quiero que te quedes. Soy el rey, consigo lo que quiero— dio otro sorbo al vino—. Nunca quise a mis hermanos, es triste admitirlo, pero es la verdad. Tú fuiste el hermano que elegí— le lanzó el broche a la cama.

—Robert...

—Lo sé, niña, lo sé. Hablaremos después de la cacería.

Lynara StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora